
La noche trascurría placenteramente, hasta que por arte de magia suena una guitarra y posteriormente, voces más o menos entonadas, acompañaban el cimbrear de

El escenario era perfecto, sus interpretes los idóneos, la variedad de rostros, de gestos de de movimientos y de insinuaciones, eran lo suficientemente expresivas para empalmar una sonrisa con otra, sin descartar la carcajada que echaba el telón hasta la siguiente puesta en escena.
El aire, se volvió como un pentagrama que anotaba entre sus líneas, los problemas que acucian a Cádiz, pero estos parecen menos porque lo regaban con vino de la tierra y envolvían los lamentos con la gracia única que sólo las gentes de este barrio saben hacer.
De sobra es sabido que existen tratados de filosofía y con la rubrica de expertos que avalan esos manuales del comportamiento en las sociedades, pero si os puedo asegurar que la viña es un manual de filosofía que esta a pié de obra a lo largo de sus aceras, en el comportamiento de sus habitantes que tienen por bandera que el día a día, es lo que verdaderamente importa y que el “Carpe Diem”, es su consigna que les lleva a sobrevivir de una forma que pocos pueden entender si no eres de allí.
La precariedad, los atenaza, las fábricas amenazan cierres, el paro aumenta, pero su filosofía, les ha hecho ver que cuando no hay remedio, que cuando la adversidad les da las peores dentelladas, saben mitigar sus penas con los cantes del vaporcito del puerto que les remonta a épocas más prósperas, y sino, recurren a las alegrías de Cádiz, aunque esto pueda parecer un sarcasmo, pero siempre ha sido así, siempre sus canciones recorrieron sus calles, en épocas de la invasión francesa y durante el asedio o cuando los cadáveres se amontonaban en sus calles por la fiebres amarilla.
Disfrutamos de sus improvisaciones, de ese montaje en escena sin guión previo, de las conversaciones , de los piropos encubiertos a las damas que se encontraban en ese momento en el local, de la parodia fácil sin maldad y llevado hasta sus últimas consecuencias con una exquisitez digno de tener en cuenta. No se oyó aquella frase hecha en muchos locales públicos de” señores vamos a cerrar”, por supuesto que se cierra pero se continúa en su interior después de haber echado la tranca y para colmo encima, nos echan combustible para el camino con la invitación de la casa.
Señores, esto es La Viña, señores, esto es arte.