miércoles, julio 16, 2008

EL HUESO DE ACEITUNA

eí hace algun tiempo una posesía de Pablo Neruda, ella, me hizo retrotaer, a historias de la adolescencia, a lo simple que éramos y las necesidades que carecíamos, de la lucha por descubrir lo prohibido, de retar a las leyes más estrictas y a unas creencias religiosas que apagaban de forma contumaz todo atisbo de expresión de tus deseos y necesidades.
Todos, nos preguntámabos como sería el cuerpo desnudo de una mujer, unos estaban mas preparados que otros y algunos alucinaban casi boquiabiertos si aquello que se comentaba se ajustaba ala realidad.
El ingenio era la mayor arma para constatar los comentarios, la revancha y la osadía imperaba en todas las reuniones para certifcar si el más "enterado" alucinaba o simplemente, habría visto alguna fotografía antigua de color amarillento de alguna chica en la playa con bañador de rayas hasta los tobillos.
Valor no faltaba, deseos de ser el primero tampoco, todo valía y todo se aceptaba, lo importante era despejar la intriga.
Me contaban que uno de ellos de nuestros contertulios, tuvo la idea luminosa de colocar un hueso de aceituna en el marco de la puerta donde dormía una chica que ayudaba en su casa, esta al intentar cerrar la puerta, al disponerse a dormir, no pudo hacerlo y dejo una rendija, sigiloso se acercó tembloroso hacia el espacio de luz que le llevaria a obervar lo tremendo, a colocarse en el escalafón de los prodigiosos que habían observado algo tan inusual y tan prohibido como era aquella escena, aquel cuerpo que despejaba las dudas y sobre todo que le daba la autoridad de ser escuchado y respetado como si de un gran orador se tratara.

Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos,

te pareces al mundo en tu actitud de entrega.

Mi cuerpo de labriego salvaje te socava

y hace saltar al hijo del fondo de la tierra.


Fui sólo como un túnel. De mí huían los pájaros,

y en mí la noche entraba en su invasión poderosa.

Para sobrevivirme te forjé como un arma,

como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda.

Pero cae la hora de la venganza, y te amo.

Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme.

¡Ah los vasos del pecho! ¡Ah los ojos de ausencia!

¡Ah las rosas del pubis! ¡ Ah tu voz lenta y triste!

Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia.

Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso!

Oscuros cauces donde la sed eterna sigue,

y la fatiga sigue y el dolor infinito.

(Pablo Neruda)



Nelson