
En el calor del choque, rotas las lanzas de la mayor parte de los combatientes, los espartanos van con la espada desnuda haciendo carnicería en los persas. En esta refriega cae Leó
nidas peleando como varón esforzado, y con él juntamente muchos famoosos espartanos, y muchos que no eran tan celebrados, de cuyos nombres como valientes campeones procuré informarme, y asi mismo del nombre particular de todos los trescientos.

(...) Perseveró el furor de la acción hasta el punto de que se acercaron los persas, que venían con el desertor Epialtes. Los pocos espartanos y otros combatientes helenos que quedaban con vida retrocedieron, entonces, al paso estrecho del camino; llegaron a un cerro, y juntos allí, todos menos los tebanos, sentáronse apiñados.
Peleando alli con la espada los que todavía la conservaban, y todos con las manos y a bocados defendiéndose de los enemigos, fueron sepultados bajo los dardos de los bárbaros, de quienes unos acometían de frente echando por tierra el parapeto de la muralla, y otros, dando la vuelta, cerrábanles en derredor.
Y siendo así que todos aquellos espartanos se portaron comno héroes, es fama con todo que el más bravo de ellos fue el soldado Dieneces, de quien cuentan una anécdota admirable. Oyó decir a un compañero que al disparar los persas sus arcos cubrirían el sol con una espesa nube de saetas, tanta era su muchedumbre. A lo que Dieneces replicó, en tono de burla: «Tanto mejor, así lucharemos a la sombra». Herodoto(484-420 a. C)