domingo, octubre 29, 2006

PEDRO SERRANO,"ROBINSON" ESPAÑOL

A ISLA SERRANA QUE ESTÁ en el viaje de Cartagena a La Habana se llamó así por un español, llamado Pedro Serrano, cuyo navío se perdió cerca de ella y él solo escapó nadando, que era grandísimo nadador, y llegó a aquella isla, que es despoblada, inhabitable, sin agua ni leña, ni aún yerba que poder pacer, ni otra cosa alguna con que entretener la vida.
Así pasó la primera noche, llorando su desventura. Luego que amaneció volvió a pasear la isla, halló algún marisco que salía de la mar, como son cangrejos, camarones y otras sabandijas, de las cuales cogió las que pudo y se las comió crudas, porque no había candela donde asarlas o cocerlas.
Así se entretuvo hasta que vio salir tortugas; viéndolas lejos de la mar, arremetió con una de ellas y la volvió de espaldas; lo mismo hizo de todas las que pudo, que para volverse a enderezar son torpes; y sacando un cuchillo que de ordinario solía traer en la cinta, la degolló y bebió la sangre en lugar de agua. Lo mismo hizo de las demás; la carne puso al sol para comerla hecha tasajos, y para desembarazar las conchas para coger agua en ellas de la llovediza, porque toda aquella región, como es notorio, es muy lluviosa.
Viéndose Pedro Serrano con bastante recaudo para comer y beber, le pareció que si pudiese sacar fuego para siquiera asar la comida y hacer ahumadas cuando viese pasar algún navío, que no le faltaría nada. Con esta imaginación dio en buscar un par de guijarros que le sirviesen de pedernal, porque del cuchillo pensaba hacer eslabón, para lo cual no hallándolos en la isla, porque toda ella estaba cubierta de arena muerta, entraba en la mar nadando y se zambullía.Y tanto porfió en su trabajo que halló guijarros y sacó los que pudo; y viendo que sacaba fuego, hizo hilas de un pedazo de la camisa, muy desmenuzadas, que le sirvieron de yesca.
Y para que los aguaceros no se lo apagasen hizo una choza de las mayores conchas que tenía de las tortugas que había muerto, y con grandísima vigilancia cebaba el fuego porque no se le fuese de las manos. Dentro de dos meses, y aún antes, se vio cómo nació, porque con las muchas aguas, calor y humedad de la región se le pudrió la poca ropa que tenía. El sol con su gran calor le fatigaba mucho, porque ni tenía ropa con que defenderse ni había sombra a que ponerse. Cuando se veía muy fatigado se entraba en el agua para cubrirse con ella.
CON ESTE CUIDADO vivió tres años, y en este tiempo vio pasar algunos navíos; más aunque hacía él su ahumada, que en la mar es señal de gente perdida, los barcos no la veían, y se pasaban de largo, de lo cual Pedro Serrano quedaba tan desconsolado que tomara por partido morirse y acabar ya.
Al cabo de los tres años, una tarde, sin pensarlo, vio Pedro Serrano un hombre en su isla, que la noche antes se había perdido en los bajíos de ella y se había sustentado en una tabla del navío. Cuando se vieron ambos, no se puede certificar cuál quedó más asombrado de cuál. Serrano imaginó que era el demonio que venía en figura de hombre para tentarle en alguna desesperación. El huésped entendió que Serrano era el demonio en su propia figura, según lo vio cubierto de cabellera, barbas y pelaje. Cada uno huyó del otro, y Pedro Serrano fue diciendo: Jesús, líbrame del demonio! Oyendo esto, se aseguró el otro, y volviendo a él le dijo: "No huyais, hermano, de mí, que soy cristiano como vos. para que se certificase, dijo a voces el Credo.
Durante otros cuatro años vieron pasar algunos navíos y hacían sus ahumadas, mas no les aprovechaba por lo cual ellos se quedaban tan desconsolados, que no les faltaba sino morir. Al cabo de este largo tiempo acertó a pasar un navío tan cerca de ellos que vio la ahumada y les echó el batel para recogerlos. Así los llevaron al navío donde admiraron a cuantos los vieron y oyeron sus trabajos pasados. El compañero murió en la mar vi niendo a España. Pedo Serrano llegó acá y pasó a Alemania, donde el emperador estaba entonces; llevó su pelaje como traía para que fuese prueba de su naufragio y de lo que en él había pasado. Algunos señores le dieron ayudas de costas para el camino y la majestad imperial, habiéndole visto y oído, le hizo merced de cuatro ini! pesos de renta. Yendo a gozarlos murió en Panamá, que no llegó a verlos.
Garcilaso de la Vega,"el Inca"(1539-1616), extracto de los comentarios reales.

LOGOTIPOS DE LA MUERTE

AS BANDERAS NEGRAS CON HUESOS y calaveras son todo un símbolo representativo de los piratas. A medio camino entre la leyenda y la realidad, algunos museos del Caribe conservan en sus fondos los vestigios de estas telas asociadas con la muerte.
Lo cierto es que no todos los barcos lucían estos estandartes de forma continuada. De hecho, los bucaneros preferían pasar desapercibidos la mayor parte del tiempo y sólo izaban la enseña momentos antes del abordaje.
La función de estos tafetanes era puramente psicológica. Por los puertos circulaban miles de relatos acerca de la extrema crueldad de la que los corsarios hacían gala en sus abordajes. Por eso, cuando los tripulantes de una nave veían recortarse en el horizonte la insignia pirata, quedaban automáticamente paralizados por el terror, circunstancia que, de cara al combate, les dejaba indefensos. Pero si las víctimas daban muestras de ofrecer resistencia, los piratas alzaban una segunda bandera, la Jolly Roger, que indicaba su falta de piedad y clemencia durante la lucha.
Por otra parte, no todos los piratas llevaban en sus banderas el clásico diseño de la calavera con los huesos atravesados. Así, Barbanegra, uno de los más célebres piratas de todos los tiempos, exhibía un estandarte negro decorado con el esqueleto de un diablo que en una mano llevaba un reloj de arena y en la otra, una lanza que atravesaba un corazón sangrante.
g.b.

LIGAR EN LA FRANCIA DE LUIS XIV

n militar, Choderlos de Lacros, publicó en 1782 Las amistades peligrosas, una novela con la que tuvo un rápido y sonoro éxito.Entre otras cosas, enseñaba cómo ligar en la Francia de Luis XIV.

"MUY SEÑORA MÍA, VD. ME PROHÍBE que le hable de mi amor; pero, ¿en dónde podré hallar fuerza bastante para obedecer a su mandato? Unicamenie ocupado de un sentimiento, que debería ser tan dulce, y queVd. hace tan cruel; muriendo de dolor en el destierro a que Vd. me ha condenado; no viviendo sino de privaciones; víctima de un tormento tanto más doloroso, cuanto me recuerda sin cesar su indiferencia, ¿será preciso que pierda aún el solo consuelo que me queda? ¿DesviaráVd. sus ojos para no ver las lágrimas que me hace derramar? (...) ¿No sería más digno deVd., de su alma tierna y generosa, tener piedad de un desgraciado, que lo es sólo por su causa, que no el querer multiplicar sus penas, con una ley tan injusta como rigurosa?
Vd. finge temer el amor, y no quiere considerar queVd. sola ocasiona los males de que le reconviene. ¡Ah!, sin duda, este sentimiento es penoso, cuando el objeto que lo inspira no lo experimenta mutuamente; pero ¿en dónde buscaremos la dicha, si un amor recíproco no la procura? La tierna amistad, la dulce confianza, y la única que sea sin reserva, la disminución de los pesares, el aumento de los placeres, la esperanza encantadora, el delicioso recuerdo, ¿quién, quién puede procurarlos sino el amor? Vd. le calumnia, Vd. que, para gozar de todos los bienes que le ofrece, necesita sólo no rehusarlos (...).
Me obligaVd. a defenderme a mí mismo; pues mientras que dedico mi vida a adorar sus encantos, Vd. emplea la suya en suponer y condenar mis faltas. Ya me suponeVd. inconstante y engañoso; y abusando, en daño mío, de algunos errores que yo mismo he confesado a sus pies, se complace en confundir lo que yo era entonces, con lo que soy al presente. No contenta con haberme condenado al martirio de vivir lejos de Vd., emplea un horrible sarcasmo, hablándome de placeres en punto a los cuales sabe bien cuán insensible me ha vuelto Vd. No cree Vd. ni mis promesas, ni mis juramentos: pues bien, me queda todavía una garantía que ofrecer, y a lo menos no le será sospechosa; ésta esVd. misma.
No quiero sino queVd. se pregunte a sí misma de buena fe. SiVd. no cree mi amor, sin duda un instante de que reina únicamente en mi alma, si no está segura de haber fijado este corazón, hasta ahora en efecto demasiado inconstante, consiento en sufrir el castigo de este error; lloraré, más no apelaré de él; pero, si al contrario, haciéndonos justicia a los dos, se veVd. forzada a convenir en que no tiene ni tendrá jamás rival para conmigo, entonces no me obligueVd., se lo suplico, a combatir ilusiones, y déjeme, a lo menos, el consuelo de ver que no duda de la sinceridad de un sentimiento que, en realidad, no acabará ni puede acabar sino con mi vida. (...)¿Qué he hecho, en suma, sino resistir al torbellino en que me había metido? Introducido y presentado en la sociedad, joven todavía, y sin experiencia; pasado, por decirlo así, de mano en mano, por una multitud de mujeres, que todas se apresuraban con su facilidad a dejar lugar a una reflexión que conocían debía serles poco favorable, ¿tocaba a mí dar el ejemplo de una
resistencia que no hallaba en parte alguna? ¿O debía yo castigarme de un momento de error, que a menudo había sido provocado, empleando una constancia segura mente inútil, y en la que no se hubiera visto sino una ridiculez? ¿Qué otro medio, si no es un pronto rompimiento, puede justificar una vergonzosa elección?
PERO PUEDO ASEGURAR A VD. que en este devaneo de mis sentidos (...) no ha tomado parte mi corazón. Nacido para amar, las intrigas amorosas podían distraerle, pero no llenarle; cercado de objetos seductores, pero despreciables, ninguno llegaba a poseer mi alma; me ofrecían placeres, y yo buscaba virtudes; yo mismo, en fin, me reputé inconstante, porque era delicado y sensible.Sólo al ver aVd. se ha rasgado el velo que cubría mis ojos; bien pronto he reconocido que el encanto del amor dimana de las calidades del alma; que ellas solas pueden producir su exceso y justificarle. Conocí en fin que me era igualmente imposible no amar a Vd. y poder amar a otra.VeaVd., señora, cuál es este corazón a quien teme Vd. entregarse, y de cuya suerte debe Vd. decidir; pero sea la que fuere la que Vd. le reserva, no cambiará nada los sentimientos que le profesa. Éstos son inalterables como las virtudes que los han hecho nacer"
Choderlos de Lados (1 741-1803)Extracto de «Las amistades peligrosos»«