domingo, febrero 25, 2007

EL ORATORIO DE SAN FELIPE NERI, ESPACIO DE LIBERTAD

n uno de los paseos por la ciudad milenaria de Cádiz, mis pasos ,me condujeron hacía el Oratorio de San Felipe Neri. Desde niño, quise volver a pisar este solar cargado de historia y que por aquellos años, no tenía conciencia de lo que representaba en el devenir de nuestro país, pues fue decisivo en los momentos cruciales por los que España pasaba en esos años de invasión y donde, el desconcierto en todo el territorio nacional incluido las tierras de ultramar era insostenible.
Cuando llegué a su fachada, sentía en mi interior como el reencuentro con un viejo amigo, pero ahí estaba, sobre su fachada, aun se mantenía firme, hipertérrito, luciendo sus mejores galas y dejando al descubierto un sin fin de lápidas dedicadas a los diputados doceañistas que acogió en sus entrañas con motivo de las cortes de Cádiz.
El Oratorio, fue el nido donde se gestó los acuerdos de la Soberanía Nacional, libertad de imprenta, igualdad de españoles y americanos, organización de la Regencia y necesidad de una nueva Constitución política.
Desde el 24 de febrero de 1811 hasta el 14 de septiembre de 1813, en este lugar sagrado, se tomaron las decisiones más transcendentales convirtiéndose en la capital de España durante este período aunque no se le haya reconocido hasta el momento, pero era la única ciudad que respiraba libertad durante la invasión francesa.
Mis pasos retumbaban en su interior sobre unos mármoles grises veteados y amarillentos, me detuve nada más entrar en la sacristía, el olor a cera y el silencio eran los fieles testigos de tanta historia acumulada en aquellos años. Soñaba y me imaginaba a los diputados allí concentrados pasándose consignas y esperando el momento de pasar al interior de la nave principal.
Estos momentos fueron interrumpidos por una señora que se acercó y con voz apagada, me transmitió lo que yo deseaba oír, parecía que se había quedado anclada en el tiempo y sus expresiones y relatos que me hizo llegar, aumentó más si cabe los momentos mágicos.
Pasé por la sacristía a la nave que se convirtió en el escenario que contempló y vio nacer una constitución “La Pepa”, que fue ejemplo de armonía y consenso de un pueblo que necesitaba plasmar en sus hojas los derechos más fundamentales de un país.
Por aquellos días, se transformó todo con objeto de que se pareciese más aun hemiciclo que a la parte principal de una iglesia aunque, era el idóneo por su forma ovalada y falta de columnas y para ello, el altar mayor se cubrió con un velo y bajo un dosel se colocó un retrato de Fernando VII, la mesa del Presidente estaba colocada en el presbiterio y junto a esta la de los secretarios. El anfiteatro para los diputados tenía tres órdenes de asientos. Frente a la puerta de entrada del Oratorio, que sólo se abría en las grandes solemnidades esta la barra separadora del público y adornada con dos leones de bronce. Dentro del anfiteatro y cerca de la barra había dos tribunas para que los diputados pronunciasen sus discursos. Los diputados accedían por la pequeña puerta que da hoy a la sacristía. El público asistía a las sesiones desde la primera galería de las tres de la rotonda, llamada "el paraíso". La Tribuna de los periodistas y taquígrafos se encontraba sobre un tablado en la capilla del Sagrario.
Recorrí todo minuciosamente, lentamente, intentando trasladarme en el tiempo y ver a través de los objetos que fueron testigos mudos, que me hablasen y me narraran cómo fue aquella gesta tan desconocida hoy en día para muchos gaditanos y por supuesto para gran parte del pueblo español. La ciudad de Cádiz, supo estar a la altura de las circunstancias, una ciudad bombardeada, superpoblada y con una epidemia de fiebre amarilla. El heroísmo de sus habitantes queda para la historia.
Bajo la iglesia hay una cripta donde se encuentran dos mausoleos con los restos mortales de varios diputados doceañistas y los de las victimas de la represión del levantamiento liberal de 1820.
Desde esta modesta bitácora, invito a aquellos que quieran respirar libertad, sentirse españoles sin complejos, a visitar este enclave, y sobre todo aquellos que sean capaces de suscribir lo que manifestaba en su primer artículo “La nación española no es propiedad de nadie.”
NELSON