martes, mayo 01, 2007

QUEVEDO, LA SÁTIRA Y EL PODER

astilla, 1603 — Francisco de Quevedo inicia la redacción de su Vida del Buscón. Concluida en 1608 y publicada en 1626, esta novela picaresca representa el exponente genuino del estilo quevedesco: en ella se conjugan la prosa precisa, grave, sugerente y agresiva que es propia del autor, con las metáforas más audaces, y si bien las situaciones y temas que trata son los típicos del género picaresco, el estilo le confiere una originalidad absoluta.
Pensada como un espectáculo de guiñol, la Vida del Buscón no sólo no elude la realidad, sino que la potencia hasta hacer de ella una caricatura, un esperpento, en el que los personajes se presentan completamente deshumanizados para traspasar al lector el pesimismo de Quevedo y su intención moralizante.
Francisco de Quevedo y Villegas había nacido en Madrid en 1580. Tras cursar sus estudios en Alcalá y Valladolid, acompañó al duque de Osuna en su viaje a Italia (1616): de regreso a Madrid, actuó como portador de dinero para la Corona. Encargado de los asuntos de Hacienda en Venecia, se le concedió el hábito de caballero de Santiago pero, al ser derribado Osuna, fue desterrado a su señorío de la Torre de Juan Abad. Durante el reinado de Felipe IV, Quevedo consiguió ganarse el favor del conde duque de Olivares y desempeñó por cierto tiempo algunos cargos en la corte: sin embargo, de nuevo cayó en desgracia al hallarse un memorial satírico en el palacio, por lo que el autor fue detenido y trasladado a San Marcos en León. Con la caída de Olivares en 1643, Quevedo recuperó una breve libertad de sólo dos años, pues en 1645 moriría en Villanueva de los Infantes. Autor de una producción amplia y compleja, sus títulos se reparten entre las obras en prosa y en poesía. En el primer grupo se incluyen la novela picaresca, los escritos festivos, satíricos, políticos —en los que predomina siempre una actitud de denuncia contra la situación de su época—, filosóficos, fantasías morales, y traducciones en prosa. El segundo grupo contiene poesías amorosas, satíricas, burlescas, encomiáslicas, morales, fúnebres, sagradas, romances, jácaras, y también traducciones en verso. Uno de los aspectos más característicos, y sin duda más populares de Quevedo lo constituyen las obras festivas. Estas se publicaron en 1631 junto a algunas sátiras con el título Juguetes de la niñez y travesuras del ingenio, volumen en el que se incluían Los sueños, corregidos y convertidos en alegorías mitológicas, con toda alusión a la Sagrada Escritura suprimida.
El Sueño del Infierno, conocido como el Sueño de las calaveras, fue el primero que compuso y en él aparece ya el tema del Juicio Final, constante a lo largo de toda su trayectoria literaria, que empleará tanto en la esfera religiosa y transcendente como en el ámbito de la comicidad. Aquí se anuncia también la fantasía moral posterior La hora de todos.
Escritas con una técnica muy similar a la empleada en Los sueños, las fantasías morales de Quevedo giran siempre en torno a unos personajes determinados: el avaro, el médico, el cornudo, el administrador de la justicia, las damas más o menos honestas, etc, a los que sin piedad hace blanco de su aguda sátira.
Por otra parte, el razonamiento grave de diversas figuras histórias es la base de su Discurso de todos los diablos o el infierno enmendado. Respecto a las obras poéticas, que forman prácticamente la mitad de la producción del autor madrileño y lo convierten en uno de los más brillantes poetas de la literatura española. Quevedo concibe la poesía no como la creación de un mundo nuevo, sino como meditación sobre el que ya existe y conocemos. Su postura intolerante, de continuo enfrentada a una realidad que no acepta, se traduce en una intención moralizante que se hace visible incluso en medio de la satira y de las situaciones burlescas.