sábado, diciembre 30, 2006

DE COMPLEXIÓN ARDIENTE Y FOGOSA, SU CUTIS RESPIRABA FRANGANCIA

LAS ESTATUAS que con más exactitud representan la imagen de su cuerpo son las de Lisipo, que era el único por quien Alejandro quería ser retratado; porque este artista figuró con la mayor viveza aquella ligera inclinación del cuello al lado izquierdo y aquella flexibilidad de ojos que con tanto cuidado procuraron imitar después muchos de sus sucesores y de sus amigos. Apeles, al pintarle con el rayo, no imitó bien el color, porque lo hizo más moreno y encendido, siendo blanco, según dicen, con una blancura sonrosada, principalmente en el pecho y en el rostro. Su cutis respiraba fragancia, y su boca y su carne toda despedian el mejor olor, el que penetraba su ropa, si hemos de creer lo que leemos en los Comentarios de Aristóxeno (filósofo y teórico de la música que fue alumno de Aristóteles). La causa podia ser la complexión de su cuerpo, que era ardiente y fogosa, porque el buen olor nace de la cocción de los humores por medio del calor, según opinión de Teofrasto (sucesor de Aristóteles en la escuela peripatética). Por lo cual los lugares secos y ardientes de la tierra son los que producen en mayor cantidad los más suaves aromas; y es que el sol disipa la humedad de la superficie de los cuerpos, que es la materia de toda corrupción; y a Alejandro, lo hizo, según parece, bebedor y de grandes alientos. Siendo todavía muy joven se manifestó ya su continencia, pues con ser para todo lo demás arrojado y vehemente, en cuanto a los placeres corporales era poco sensible y los usaba con gran sobriedad; por el contrario, el amor a la gloria se manifestaba ya en él con una osadía y una magnanimidad muy superiores a sus años. Porque no toda gloria le agradaba ni todos los principios de ella, como a Filipo, que, cual si fuera un sofista, hacía gala de saber hablar elegantemente, (...) sino que a los de su familia que le hicieron proposición de si quería aspirar al premio en el estadio —porque Alejandro era sumamente ligero para la carrera— les respondió que sólo competiría en el caso de haber de tener reyes por competidores. En general parece que era muy indiferente a toda clase de combates atléticos, pues (...) jamás propuso premio del pugilato o del pancracio.
Plutarco(50-120 d.C)

DUEÑO DEL UNIVERSO

A ADULACIÓN INFATUÓ a Alejandro. El conquistador de Oriente ofreció sacrificios a Héctor y a Aquiles; después de aniquilar a los persas y apoderarse de los tesoros de Darío III, llegó a crerse inmortal.Fundó Alejandría, vadeó el Eufrates y el Tigris, y contaminado por el misticismo oriental exigió que lo adorasen. Creó en torno a sí una mitología. Todo el mundo debía arrodillarse en su presencia y ejecutó a Calístenes y a Filotas por no postrarse ante él. Pero, según la interpretación de Marx, que leyó a Homero en griego, Alejandro fue un materialista.Con su conquista surgió una de las primeras reclamaciones de tierra por parte de los más pobres. La época de Alejandro tuvo las carecterísticas de un período revolucionario.
Marx, durante toda su vida hizo de Aristóteles, maestro de Alejandro, uno de los escasos héroes de El Capital. Alejandro sería un materialista dialéctico, pero no creía en su propia muerte. Hasta que, según cuenta Séneca en Cortas a Lucilio, en los tiempos en que recorría la India y devastaba con las armas algunas naciones poco conocidas, mientras sitiaba una ciudad, al reseguir los muros en busca del punto más flaco de las fortificaciones, fue herido por una flecha y continuó la comenzada empresa.
CUANDO, DESPUÉS, RESTAÑADA la sangre y seca la herida, fue creciendo el dolor y sintió entumecérsele la pierna que le colgaba del caballo, obligado a detenerse, exclamó: «Todos juran que soy hijo de Júpiter, pero esta herida está proclamando que soy un hombre».Falleció joven cuando era dueño del universo. Muchos años despúes, Antonio lloró en la tumba de Alejandro, como había llorado por César, ante la sombra de la estatua de Pompeyo, por no haber logrado él tanta gloria. Marco Antonio se suicidó, precisamente, en el sitio de Alejandría.Y Alejandro, el semidiós, dejó de existir a los 33 años.
Raúl del Pozo.

EL ARTE DE VIVIR BIEN


o EXISTE CIENCIA o disciplina sobre la que no se pronunciara Aristóteles. Su impresionante obra (en gran parte la recopilación de as notas de clase recogidas por sus discípulos) ocupa más de 600 libros en los que se establecen los principios fundamentales de todos los aspectos del saber, aunque sólo una quinta parte de ellos se han conservado. No en vano, Aristóteles es junto con Platón el filósofo que más ha influido en la cultura de Occidente. Sus obras capitales son Ética a Nicómaco, Retórica, Lógica, Acerca del alma y Política.
El primer paso del estagirita fue catalogar todas las cosas del mundo que podían ser minerales, vegetales o animales. A continuación examinó al hombre y concluyó que todo lo que éste producía podía ser clasificado como material, moral y teorético, según el objeto de su pensamiento perteneciera al mundo de la física, de la ética o de la metafísica. Para resolver los problemas derivados de estas clasificaciones, Aristóteles escribió ocho libros de física y a continuación otros 14 para explicar todo lo concerniente al ser, así como al espacio y al tiempo. A estos últimos los llamó globalmente Metafísico, porque eran los libros que elaboró «más allá de la física".
Pero si existe un aspecto en el que el viejo filósofo penetró con agudeza y comprensión en el ser humano fue, sin duda alguna, en la ética, a lo que dedicó dos tratados. La pregunta clave no ha variado hoy:¿qué queremos en la vida?. La respuesta continúa siendo la misma: la felicidad. Es preciso ahora definir qué es la felicidad y qué hay que hacer para conseguirla. La mayoría de las personas responderían que la felicidad consiste en vivir bien. Pero una vida sólo basada en el placer, advertía el filósofo, sería una vida de bestias. Tampoco la felicidad se encuentra en el poder o las riquezas, que son, en realidad, gratificaciones que quedan fuera del individuo, sin enriquecerlo de verdad.
En definitiva, para Aristóteles, lo que verdaderamente hace feliz al hombre es cumplir las funciones que le son propias y lo que distingue al ser humano de otros seres vivos es su alma racional, no la sensitiva o la vegetativa. De modo que la felicidad, el bien supremo, consistirá en hacer funcionar la razón. Llevando este principio al ser individual, Aristóteles quiere decir que cada uno de nosotros debe, en primer lugar, conocerse a sí mismo para, realizarse según su propia índole. Quizá descubramos que nuestra naturaleza nos permite sentirnos felices en diversas situaciones.
S.E.P.(El reportaje de la Historia)