
Marx, durante toda su vida hizo de Aristóteles, maestro de Alejandro, uno de los escasos héroes de El Capital. Alejandro sería un materialista dialéctico, pero no creía en su propia muerte. Hasta que, según cuenta Séneca en Cortas a Lucilio, en los tiempos en que recorría la India y devastaba con las armas algunas naciones poco conocidas, mientras sitiaba una ciudad, al reseguir los muros en busca del punto más flaco de las fortificaciones, fue herido por una flecha y continuó la comenzada empresa.
CUANDO, DESPUÉS, RESTAÑADA la sangre y seca la herida, fue creciendo el dolor y sintió entumecérsele la pierna que le colgaba del caballo, obligado a detenerse, exclamó: «Todos juran que soy hijo de Júpiter, pero esta herida está proclamando que soy un hombre».Falleció joven cuando era dueño del universo. Muchos años despúes, Antonio lloró en la tumba de Alejandro, como había llorado por César, ante la sombra de la estatua de Pompeyo, por no haber logrado él tanta gloria. Marco Antonio se suicidó, precisamente, en el sitio de Alejandría.Y Alejandro, el semidiós, dejó de existir a los 33 años.
Raúl del Pozo.
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