domingo, diciembre 23, 2007

EL DELICADO ARTE DE LA SEDUCCIÓN

onsejos amorosos de un clérigo medieval a su pupilo para rendir la voluntad de la amada.
La relación de los sexos está yha estado siempre sometida a una serie de normas cuyos mejores intérpretes han sido, en la Literatura hispana medieval, Trotaconventos (Libro del Buen Amor), Plaerdemavida (Tirant lo Blanc) y, la más conocida de todas, Celestina, que enseñan a Juan Ruiz, a Tirant o a Calixto lo aprendido a lo largo de muchos años de observación. Sin duda, sus consejos son los más prácticos y los que más rápidamente pueden llevar al enamorado a obtener los favores de la amada, a los que se puede acceder personalmente si se conoce la doctrina del Amor, expuesta en numerosos tratados; de ellos, interesa aquí el escrito en la primera mitad del siglo XIII por Andrés el Capellán para el joven Gualterio.
El clérigo Andrés explica a su pupilo qué es el amor, cuáles son sus efectos, entre quiénes puede existir, cómo se consigue, conserva, aumenta, disminuye y acaba, cómo puede conocerse el engaño amoroso y qué debe hacerse ante la infidelidad, capítulos a los que se añadió otro, en el que el avisado clérigo declara haber escrito para que, una vez que conozcas su doctrina y sepas cómo seducir a las mujeres para el amor, puedas obtener la recompensa eterna absteniéndote de dicha seducción”.
Haciendo caso omiso de las enseñanzas recibidas para conseguir el amor de las damas, debe procederse teniendo muy en cuenta el grupo social al que pertenezcan él y su amada, pues “aunque todos los hombres provenimos de un mismo tronco y todos tenemos por naturaleza el mismo origen.., cada uno debe militar al servicio del amor según su rango y clase social, tal como enseña la teoría de las clases sociales”, que distingue el amor entre burgués-burguesa,burgués-dama noble y burgués-mujer de la alta nobleza;noble-burguesa y noble dama noble;hombre de la alta nobleza-mujer nobles y hombre de la alta nobleza-dama de la alta nobleza.

LANA CASTELLANA EN EL MERCADO DE HANSA

os reinos hispanos quedaban fuera de los mercados dominados por la Hansa; sin embargo, existían los contactos, Barcelona, Cádiz y Sevilla mantuvieron relaciones activas con la Hansa y, aunque no llegaron a unirse a ella, sí fueron ciudades aliadas. El comercio castellano de los siglos XIV y XV logró una notable transformación, alcanzando en estos años una época de bonanza sin precedentes. Los mercaderes castellanos, asociados a los armadores vascos, lograron implantar su presencia en el mar del Norte desde los puertos cántabros y vascos. Así, Castilla se convirtió en exportadora de materias primas, fundamentalmente lana, cuya producción se había visto favorecida por la creación del Concejo de la Mesta, en 1273.
Durante el siglo XIV, la lana castellana sustituyó a la inglesa en el mercado de Flandes, convirtiéndose en su principal proveedora y los tejidos flamencos, confeccionados con lana castellana coparon el mercado de la Hansa. A principios de ese siglo, también los barcos catalanes se abrieron al mar del Norte y llevaron hasta Brujas metales, lanas y especias. A lo largo del siglo XV, la presencia de Castilla en los mercados atlánticos fue cada vez más fuerte, tanto que, en 1419, la flota castellana derrotó a los germanos en La Rochela, y pocos años después, en 1443, la Hansa aceptó que los buques castellanos monopolizasen el transporte de mercancías en esa zona del Atlántico.
A mediados del siglo XV los buques hanseáticos llegaban a Ceuta cargados de cereales y armadores vascos transportaban trigo desde Middelburgo a Génova. Por esa época, una sociedad de Ravensburgo estaba asentada en Valencia, desde donde exportaba al Báltico fruta, azúcar, miel, cera y arroz... Posteriormente, el descubrimiento de América y de la ruta del Cabo de Buena Esperanza serían dos de los factores que aceleraron el proceso de decadencia de la Hansa.

UN EXCÉNTRICO BARÓN INGLÉS

n mayo de 1888, sir William Matthew Petrie partió desde Alejandría hacia Liverpool con un botín decididamente importante. Antes semejantes descubrimientos, nadie podía imaginar las condiciones en que había trabajado el gran arqueólogo durante los años de excavación en Egipto, llegando a dormir en una antigua tumba y trabajando desnudo durante la noche; su única protección había sido un esclavo que le servía de ayudante y de guardián. Sus colegas ingleses se sorprendían de que no utilizara calcetines y su dieta era tan espartana que Lawrence de Arabia se preguntaba cómo no había muerto de botulismo.
Más allá de lo anecdótico, Petrie ha sido una de las figuras de gran relieve en el mundo de la Egiptología, y no solamente en el ámbito anglosajón. Nacido en 1 853 en Charlton, condado de Kent, había dirigido sus primeras excavaciones en Gran Bretaña y, en 1881, realizó su primera misión en la tierra de los faraones, trabajando en Gizeh. A continuación excavó en el Delta del Nilo, en Tanis (1884) y en Naucratis (1885) y en 1888 inició sus investigaciones en El Fayum. Fue profesor de Egiptología en la Universidad de Londres desde 1892 hasta 1933 y, en 1894, fundó la Escuela Británica de Arqueología en Egipto. Además de numerosas contribuciones de carácter especializado, fue autor de una obra autobiográfica titulada Seventy Years in Archaelogy, publicada en 1931.

LA NECRÓPOLIS DE ER-RUBAYAT

l mayor número de retratos funerarios procedentes de una misma zona fue adquirido por Theodor Graf a partir de 1887. Cuando murió, habían pasado por sus manos unos 350. La zona de procedencia, que parece corresponderse con el actual pueblo de Er-Rubayat o Kerke, debía estar relacionada con la ciudad grecorromana de Filadelfia, situada a unos ocho kilometros al este.
Los retratos fueron descubiertos por excavadores o —como sostienen otros— por beduinos que buscaban sal. El anticuario austriaco compró un gran número de ellos a un mercader de El Cairo. En 1888, el diario alemán Allgemeine Zeitung, con los artículos firmados por el egiptólogo Georg Ebers, difundió la noticia de los hallazgos y de su importancia, si no como obras de arte sí como documentos histórico-arqueológicos.
Graf decidió mostrar su colección en una exposición itinerante que viajó por varias ciudades: Munich, París, Bruselas y Londres. Después, en 1893, la colección llegó a Nueva York, acompañada por un texto de Ebers indicando su procedencia, que hablaba indistintamente de las necrópolis de Er-Rubayat y de Kerke.

LA PERIPECIA DE LA OBRA DE HERNÁNDEZ

os dieciséis volúmenes manuscritos, con más de dos mil ilustraciones, enviados por Francisco Hernández al Rey, como principal resultado de su expedición científica a América, fueron depositados en El Escorial, a disposición de los estudiosos del entorno cortesano más inmediato, señaladamente de Nardo Antonio Recchi, principal responsable del grupo de los destiladores, quien elaboró una selección de los materiales más directamente útiles a la medicina. Sin embargo, el proyecto de publicar la obra fracasó, los materiales originales se quemaron en el incendio de El Escorial de 1671 (no así los borradores hernandinos) y sólamente llegó a imprimirse (en Roma, entre 1628 y 1651) la selección de Recchi, anotada y comentada por los miembros de la Accademia del Lincei. Pese a ello, el conocimiento directo o indirecto de los materiales de la expedición pesó de modo sustancial en la botánica y la materia médica modernas.

FELIPE II:PODER REAL Y CIENCIA

l reinado de Felipe II constituye un caso privilegiado para abordar el papel desempeñado por el poder real en el desarrollo de la ciencia: las condiciones sociales para su cultivo, el patronazgo científico, el papel de la religión, la concepción utilitarista de la ciencia, la relación entre saberes teóricos y aplicaciones técnicas, la aparición de las primeras instituciones científicas, etcétera; cuestiones todas ellas que resultan centrales para la historia social de la ciencia europea en la Edad Moderna.
Se trata, además, de un escenario privilegiado, porque ninguna otra monarquía europea tuvo tantas necesidades y retos en el campo científico y técnico, como la hispánica en la segunda mitad del siglo XVI y, por tanto, ninguna otra monarquía europea del momento movilizó tantos recursos humanos y materiales para hacerles frente.
Los inmensos territorios reunidos bajo el dominio de Felipe II configuraban un mosaico de reinos, señoríos, territorios patrimoniales y gobernaciones coloniales, cuya gobernación planteaba exigencias militares, políticas y económicas muy complejas. El componente científico y tecnológico de muchas de ellas no podía ser cubierto fácilmente, ni siquiera en el supuesto de que el poder de la Corona hubiese conseguido movilizar todos los recursos existentes en los diversos territorios, cosa imposible por la diversa situación política de cada uno de ellos y su diferente relación institucional con la Corona. Por otra parte, tal movilización ni figuró en las intenciones del monarca ni en las de los grupos dirigentes, fuertemente castellanizados y convencidos de que debía seguir siendo Castilla la protagonista principal de la política imperial.