martes, febrero 27, 2007

AL-ANDALUS SE DIVIDE EN LOS PRIMEROS "REINOS TAIFAS"

N 1008, EL TERÇER CALIFA omeya de Al-Andalus, Hixain II, publicó un decreto por el que desheredaba a todos sus parientes y nombraba como sucesor en el cargo a Abderramán Sanchuelo, el segundo hijo de Almanzor. Al conocerse la decisión, los descendientes del linaje omeya, pretendientes al trono, reclamaron sus derechos, prepararon un golpe de estado y eligieron como legínmo califa a un bisnieto de Abderramán III, Mohamed AlMahdi. En enero de 1009, mientras Sanchuelo luchaba contra los cristianos para fortalecer su prestigio político, Al-Mahdi organizó un ejército y marchó sobre Córdoba, apresando al califa y obligándole a abdicar en su favor. Sanchuelo regresó para detener el levantamiento omeya, pero murió en el combate contra las tropas de Al-Mahdi, siete años después de la muerte de Almanzor, se inició en Al-Andalus una guerra civil que determinó la descomposición étnica y política del califato.

La lucha duró más de 20 años, hasta que en noviembre de 1031 el cordobés Ben Yahwar encabezó un levantamiento que depuso al último califa de Al-Andalus, Hixam III. En Córdoba nació una república oligárquica. Pero el califato, como consecuencia de la guerra, se disolvió en más de 30 estados independientes. Conocidos históricamente con el nombre de primeros «reinos de taifas», durante cerca de 60 años cada territorio disfrutó de total independencia administrativa y económica. Se abrió entonces la tercera etapa de la presencia musulmana en la Península, tras el emirato y el califato. Una etapa de decadencia, con dos consecuencias decisivas en la evolución de Al-Andalus: la pérdida de la unidad politica, que ya no recuperó sino momentáneamente; y la involución territorial ante el empuje de los reinos cristianos, que por primera vez, al contrario de lo que había sucedido hasta entonces, se convirtieron en árbitros de las disputas entre los musulmanes.

El control de las taifas se lo repartieron los tres grupos étnicos principales de la sociedad andalusí. Originarios del Magreb, los bereberes permanecieron en las tierras altas de la Península y se hicieron con el poder en las taifas de Carmona, Morón, Arcos, Ronda, Algeciras, Granada y Málaga. Los eslavos (eunucos que ejercían funciones civiles en la corte omeya) dirigieron las taifas de Almería, Murcia, Denia, Baleares, Valencia y Tortosa y los árabes, en tercer lugar, continuaron dominando los valles del Ebro y del Guadalquivir y controlaron los reinos más extensos de Al-Andalus: Córdoba, Sevilla, Toledo, Zaragoza, Silves, Mértola, Huelva, Niebla, Albarracín, Toledo y Badajoz.

Las taifas murieron por tres razones. En primer lugar, los cristianos conquistaron dos de esos reinos; Toledo, que ya nunca fue recuperado por los musulmanes, y Valencia, asaltado por el Cid en junio de 1094 y recuperado por los almorávides en 1102. En segundo lugar, algunos de ellos fueron absorbidos por otros, en un intento de buscar la reunificación del califato. Pero el expansionismo taifal sólo provocó mayor desunión. Granada dominó Málaga desde 1056 y Zaragoza, Tortosa y Denia, desde 1066 y 1076.Taifas pequeñas como Albarracín y Alpuente mantuvieron su unidad, sin embargo, y otras se disgregaron en nuevas escisiones temporales. La más poderosa fue Sevilla, que conquistó Algeciras, Morón, Ronda, Carmona, Arcos, Murcia y los reinos meridionales más pequeños de Al-Andalus. Y, por último, las taifas musulmanas restantes fueron conquistadas por los almorávides a partir de 1080.

La conquista de Toledo por Alfonso VI de Castilla, la llegada de las tropas cristianas a la linea fronteriza del Tajo, el constante incremento de las parias, la inestabilidad política de los reinos taifas y la dispersión étnica de Al-Andalus decidieron a las taifas de Granada, Sevilla y Badajoz a pedir la protección del imperio norteafricano almorávide. Sus ejércitos cruzaron el Estrecho de Gibraltar y vencieron a los reyes de Castilla y Aragón en la batalla de Sagrajas, en 1086. Los almorávides abandonaron pronto su condición de aliados y se adueñaron del poder andalusí, aprovechándose de su fuerza y prestigio, tras las victorias sobre Alfonso VI. En 1090 ocuparon Granada, Málaga y Tarifa. Desde allí se dirigieron contra Córdoba, Sevilla y Ronda. Antes de terminar 1091 eran almorávides Almería, Jaén, Ubeda, Ecija y Murcia; en 1092, Denia; y en 1094, Badajoz y Lisboa. El Cid detuvo su avance hacia la marca superior, sin que los almorávides pudieran continuar hasta después de 1102, con la ocupación de Valencia, desde donde acabaron con el resto de las taifas septentrionales; Alpuente, Albarracín y Zaragoza.

Óscar Medel