lunes, enero 07, 2008

EL FRACASO DE ENSENADA

n el año de 1999 se cumplieron el 250 aniversario de la publicación de tres decretos que pudieron suponer una auténtica revolución en el sistema fiscal y cuya intencionalidad no llegaría a verse plasmada de forma práctica hasta avanzada la segunda mitad del siglo XX,mediante la de la Ley de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal del ministro Fernández Ordóñez, vigente desde 1977. Fue su promotor Zenón de Somodevilla y Bengoechea, marqués de la Ensenada (1702-1781), ministro cuasi universal del rey Fernando VI,puesto que ocupó tres de las cuatro carteras entonces existentes: Hacienda, Guerra y Marina e Indias.
Tal tentativa, al igual que en otros Estados europeos, no fue sino el punto de partida de sucesivos intentos que pretendieron introducir una fiscalidad moderna para incrementar los recursos de la Monarquía, principal fin del reformismo ilustrado. Y acabó quedando solamente en tentativa porque, ni en el XVIII ni a lo largo del XIX, los distintos Gobiernos se atrevieron a hacer frente de forma decidida a los tres problemas permanentes de la Hacienda española:una tributación insuficiente, un reparto injusto de la carga tributaria y una Administración precaria.
O, quizá, también puede atribuirse el fracaso a la falta una continuada voluntad política en pro de las clases sociales que sustentaban a dichos Gobiernos.De ahí que no pocas veces resulte difícil defender que el nuevo Estado liberal tuviera una configuración moderna, puesto que durante muchas décadas eludió aplicar medidas recaudatorias eficaces.

RESISTENCIA NUMANTINA

aler, un villorrio situado al este de la isla de Luzón, contaba con una guarnición de medio centenar de hombres cuando comenzó la insurrección filipina. El destacamento, mandado por el capitán Enrique de las Morenas, se hizo fuerte en la Iglesia en junio de 1898. Muerto el jefe, se hizo cargo del mando el teniente Saturnino Martín Cerezo, que aguantó dentro del templo 337 días, negándose a creer que España se había rendido y convencido de que era objeto de una trampa cada vez que los diversos emisarios le aseguraban que la guerra había terminado; los combates y las enfermedades mataron a un tercio de los defensores que, al terminar la primavera de 1899, estaban a punto de terminar todas las provisiones y municiones. En esa crítica circunstancia, Martín Cerezo resolvió salir: destruyó las armas y los equipos que no podía transportar y fusiló a dos sospechosos de traición... En la noche del 1 al 2 de junio, releyendo unos periódicos que le habían dejado a la puerta de la iglesia, reparó en una noticia personal que nadie, salvo en la Península y en un ámbito familar podía conocer- se... así advirtió, finalmente, que los periódicos eran auténticos y que España había perdido la guerra. Al amanecer el 2 de junio de 1899 se rindieron, con condiciones, los recalcitrantes de Baler. Poco después salieron de su encierro con las armas en la mano y honores militares:eran 33 espectros, los “últimos de Filipinas”: un teniente, un médico, dos cabos, un corneta y 28 soldados. Las fuerzas que les cercaban habían sufrido más de setecientos muertos por el fuego de los asediados. Ya en poder de los filipinos, fueron conducidos a Manila y repatriados ese mismo verano.