martes, mayo 20, 2008

EL CODICILIO DEL TESTAMENTO DE ISABEL I DE CASTILLA Y GIBRALTAR


sabel I de Castilla, llamada Isabel La Católica, dictó su testamento el día 12 de octubre de 1504 en Medina del Campo (VaLladolid).
El testamento en cuestión es de los llamados de tipo cerrado, “testamento in scriptis”, es decir, la Reina lo dictó en secreto o privado. Una vez escrito, el documento se dobló y se cerró con siete cuerdas, quedando los cabos colgando para ponerlos ellos de testigos.
Fue escrito en pergamino de cuero, en hojas a marca de pliego entero y doblado por la mitad, formando un libro. En total son cinco hojas con diecinueve caras escritas. En tas cubiertas se dejó espacio en blanco para que los testigos pudiesen poner sus nombres también. EL tipo de Letra que utilizó el escribano, Gaspar de Gricio, que firma todas las caras, fue la que se conoce con el nombre de humanística cortesana. Empieza con la invocación EN EL NOMBRE DE DIOS TODO PODEROSO, con letras de mayor tamaño que el resto y que nos recuerda al encabezamiento de los escritos órabes de la época y termina con el YO LA REINA y el sello.
El signo notarial del escribano es el de Fiat Justicia, que es el de la gracia que le concedió el Consejo de la Cámara Real.
Posteriormente, con fecha 23 de noviembre de 1 504, también en Medina del Campo, la Reina dictó un codicilio para unir a su testamento, como última voluntad. Este término hoy se conoce con el nombre de codicilo y como queda dicho, tiene como finalidad quitar, añadir o precisar algo al testamento ya realizado.
Se compone de dos hojas de ocho centímetros de ancho y doce y medio de largo, con un total de seis caras escritas.
El inicio del codicitio está decorado con letra capitular, de forma vegetal y degradada y empieza con la invocación IN NOMINE SANCTE ET INDIVIDUE TRINITATIS, también en letra más grande que el resto y actuando como escribano el mismo Gaspar de Gricio. La parte que nos interesa aquí viene en el (f. 3r) y dice:
“ITÉM, por quanto el dicho rrey don Henrrique, mi hermano a causa de las dichas sus neçesidades, ovo fecho merced a don Henrrique de Guzmán, duque de Medinasidonia, defunto, de la çibdad de Gibraltar, con su fortaleza e vasallos e jurisdiçión e tierra e términos e rentas e pechos e derechos e con todo lo otro que le perteneçe. E nos, veyendo el mucho daño e detrimento que dé, que dicha merçed redundaua a la Corona e patrimonio real de los dichos mis reynos, e que la dicha mercçed no ovo lugar nin se pudo fazer de derecho, por ser como es la dicha çibdad de la dicha Corona e patrimonio real e uno de los títulos de los Reyes destos mis reynos, ovimos revocado la dicha merçed e tornado e restituido e ryncorporado la dicha çibdad de Gibraltar con su fortaleza e vasallos e rentas e jurisdiçión e con todo lo otro que le pertenece a la dicha Corona e patrimonio real, segundo que agora está en ella reyncorporado, e la dicha restituçión e reyncorporaçión fue justa e juridicamente fecha. Por ende, mando a la dicha princesa mi hija e al dicho príncipe su marido, e a los reyes que después della subçederán en estos mis reynos, que siempre tengan en la Corona e patrimonio real de los la dicha çibdad de Gibraltar, con todo lo que le perteneçe, e no la den nin enagenen nin consientan dar nin enagenar nin cosa alguna della.”SIC

EL MES DE CÓRDOBA

iempre se dice que mayo es el mes de las flores,bueno, se dice y es cierto,no hace falta demasiada observación para confirmar este dicho, en mayo, la naturaleza se transforma y nos agasaja con coloridos, aromas y olores inigualables en otra estación de año.
Pero, para sentir de lleno lo anteriormente mencionado y a la vez que se produzca en nuestro organísmo los beneficios con que nos premia la madre naturaleza, me inclino por Córdoba. Allí, las gitanillas, los geranios, los jazmines o los limoneros,forman un vergel urbano que nos aporta al paso por su calles húmedas y las aceras recien regadas, toda una sensación que tanto la vista como la mente, nos retrotraen a tiempos pretéritos, tiempos árabes, que impregnan la noche cordobesa, en más de una y mil noches andaluzas.
El patio, es por excelencia, el lugar para poder disfrutar de ese arcoiris de color, que nos recuerda las antiguas galerías corridas de vecinos, ornamentado por su pozo morísco.
Córdoba, es única en su estilo, por la mañana con sus flores y por las noches, con sus tabernas, donde se puede tapear, probar vinos de la zona y ponernos flamencos sin pisar un tablao.
La sociedad de Plateros de San Francísco, cuenta con bodega propia, con vinos de crianza Montilla Moriles, inaugurada en 1872, próxima al a plaza del Potro, con su bacalo rebozado, tiene más que ganado su fama reconocida y para aquellos entendidos del flamenco, e incluso para los que no llegamos a disfrutar de ese arte, el Mesón San Basilio, es el escenario de los mejores cataores y guitarristas de Córdoba, si os puedo asegurar, que no hace falta entederlo, para sentirse envuelto en una asmósfera mágica, donde los quejidos, el ruido del escanciado de los vinos, el salmorejo, el rabo de toro, los flamenquines, el ya mencionado bacalao y el ambiente de una noche cordobesa, nos obligará poner una señal en nuestro almanaque primaveral, para repetirla en futuras primaveras, en futuras noches cordobesas.
Nelson

UN COLOSO DE SU TIEMPO

l navío español más preparado de su época fue el Santísima Trinidad, renombrado por los marinos como El Escorial de los Mares. Durante treinta y seis años prestó servicio a la Armada y los soldados que desempeñaron su función en este barco fueron considerados los mejores. Fue construido en el astillero de La Habana en 1769, siguiendo los planos de Mateo Mullán, con maderas preciosas como caoba,júcaro y caguairán transportadas desde el poblado de San Jerónimo en la provincia de Camagüey. En las primeras pruebas se observaron varios desperfectos que fueron corregidos en los astilleros de El Ferrol y Cádiz. Tenía 4 puentes, 61 metros de eslora de popa a proa y 58 pies de manga, dimensiones extraordinarias con respecto al resto de navíos. En principio contó con 116 troneras, si bien en 1796 fueron aumentadas a 130; en 1805 se realizó otra reforma para añadir otras 10. El casco estaba adornado con una ancha franja roja en la que se intercalaba otra más estrecha de color blanco. El primitivo mascarón de proa fue un león rampante, cambiado después por una talla de la Divina Trinidad. En el interior contaba con los siguientes espacios: depósito de víveres, a cámara del general, cocinas, enfermeria y sollados para la tripulación.
Los cañones del Santísima Trinidad eran temidos en las batallas y la intervención del buque fue decisiva en numerosa ocasiones. En 1780 intervino en el apresamiento de un convoy inglés de 51 barcos, y en 1797 fue clave en la batalla de San Vicente, donde se enfrentó al Captain de Nelson. Durante la batalla de Trafalgar, al mando del almirante Francisco Javier Uriarte, fue prácticamente destrozado. En las costas de Cádiz soportó el incesante cañoneo de los navíos ingleses, que lo desarbolaron y lo inmovilizaron hasta el abordaje en el que perdieron la vida de más de doscientos marineros en sus bodegas. Las fragatas inglesas Naiade y Phoebe lo remolcaron en dirección a Gibraltar, pero a causa del deterioro y del temporal se hundió cerca del Peñón, a unas treinta millas al sur de Cádiz.