lunes, noviembre 06, 2006

LA LEGIÓN DE HONOR

onaparte fundó la Legión de Honor en 1802. Contaba con varios grados:gran águila, grandes oficiales, comandantes, oficiales y legionarios. Fue concedida a toda clase de personas: escritores como Goethe, artistas como David o simples grognards. Este apelativo, que significa gruñón, era el que cariñosamente daba Bonaparte a sus veteranos, siempre murmurando por las penalidades del servicio pero leales y esforzados en las batallas. Decía que en ellos estaba la clave de la victoria. La Legión de Honor se aproximó a las antiguas órdenes de caballería, especialmente a la de San Luis, y, cuando el 11 de julio de 1804 se creó su insignia, tuvo la misma forma y la cinta el mismo color.

EL DECLIVE DE LA CABALLERÍA

rusia creó la mejor infantería de la época y Francia revolucionó la artillería. El artífice de aquella transformación fue Gribeauval, quien asignó a cada pieza tareas diferentes según fuera de campaña o de sitio, aligeró las piezas de campaña, acortando y adelgazando el cañón, y separó la cureña del avantrén, lo que dio más maniobrabilidad al conjunto. Reforzó la red de escuelas militares de artillería creadas a principios de siglo, donde se impartía una formación técnica basada en las matemáticas, la física y el dibujo industrial. Aquella nueva artillería podía realizar hasta dos disparos por minuto con un alcance comprendido entre los 600 y los 1.000 metros.
El desarrollo de la artillería y la infantería relegaron a un papel secundario a la caballería, cuyas misiones principales pasaron a ser los golpes de mano y los ataques rápidos por los flancos.
Pero a pesar de todos los cambios técnicos y tácticos, la guerra continuaba siendo un enfrentamiento entre gentilhombres. El honor, y no sólo la victoria, guiaban a los reyes y oficiales, que trataban con dignidad y benevolencia a los prisioneros de su rango, aunque no sucedía lo mismo con los soldados. La Revolución iba a provocar un cambio radical en aquella concepción de la guerra. La lucha entre los revolucionarios y los ejércitos realistas no era fruto de apetencias territoriales o del simple deseo de batirse, sino que estaba motivada por un enfrentamiento entre concepciones políticas opuestas. El honor y las normas caballerescas iban a ser olvidados en aras a la efectividad y la victoria.

LEDY HAMILTON


mma Lyons nació el 26 de abril de 1763. Hija de un herrero, trabajó de sirvienta y verdulera. Para lograr la liberación de un primo suyo, alistado por la fuerza en la Armada, se hizo amante del teniente de navío John Payne, quien le proporcionó alguna información. Una vez cansado de ella, el oficial obtuvo un embarque y se la cedió a sir Harry Fetherstonehaug. Al arruinarse éste, Emma Lyons buscó un nuevo amante que la mantuviera, al que abandonó para irse con Charles Greville, quien a su vez se la cedió a su tío, William Hamilton, embajador de Gran Bretaña en Nápoles. Allí intimó con la reina y ocupó el primer puesto de la sociedad napolitana. Nelson conoció a Emma Hamilton durante su primera estancia en Nápoles, pero su relación no se inició hasta 1798, tras la victoria de Abukir y la participación de los británicos en la política napolitana. El almirante británico se encontraba totalmente dominado por su amante, y su vergonzoso comportamiento —al permitir la ejecución de los patriotas rendidos a cambio de respetar su vida— se debió, en parte, a las presiones de Emma Hamilton.

NAPOLEÓN REVOLUCIONA EL ARTE DE LA GUERRA

poleón Bonaparte se erigió, a final de siglo,en el general más competente de Europa, gracias a sus innovaciones en la técnica y la estrategia. La introduccíón de la infantería, caballería y artillería ligeras y el desarrollo de la intendencia y el mando pusieron la base de sus rotundas victorias.
EL GENERAL BONAPARTE, veterano de las campañas de Italia y Egipto, ya había dejado de manifiesto que era mucho más que un aprovechado alumno de los maestros militares franceses. Aunque educado según los principios de Lazare Carnot y de los hermanos DuTeil que tanto le ayudaron en los primeros pasos de su brillante carrera militar, el ahora emperador de Francia supo aprovechar logros del pasado y sumarlos durante los últimos años a innovaciones de especial relevancia en el campo de batalla. La infantería napoleónica es, en ese momento, la primera de Europa. Aunque el uso de formaciones como la columna y la línea distaba mucho de ser original, Napoleón logró sumar a esos elementos la creación de una infantería que podría denominarse ligera.
Sus componentes eran reclutas bisoños o voluntarios novatos cuyo entrenamiento y veteranía resultaban insuficientes para permitirles maniobrar de una forma más convencional pero cuya efectividad final resultó innegable. Desde septiembre de 1804, todos los regimientos franceses recibieron la orden de convertir una de sus compañías de fusileros en voltigeurs o unidades ligeras. Estos voltigeurs sirvieron, por ejemplo, a Napoleón para ocultar sus maniobras a las fuerzas enemigas. De mayor importancia aún fueron los aportes introducidos por Napoleón en el arma de caballería. A semejanza de lo sucedido con la infantería, el emperador de los franceses creó unidades de carácter ligero. Los lanceros o chevau-légers-lanciers, por ejemplo, proporcionaban a los regimientos pesados una capacidad de reconocimiento impensable en otro ejército europeo.
De la misma manera, unidades como los cazadores a caballo o los húsares cumplian un papel de extraordinaria importancia cubriendo retiradas, despistando a las tropas enemigas en la detección de los avances militares o combatiendo en el campo de batalla. Los dragones —otro de los grandes aportes de Bonaparte— incluso se convirtieron en una especie de unidad de caballería intermedia entre las pesadas y las ligeras. Útiles en combate directo, desempeñaban funciones relevantes en la protección de los flancos y en tareas de reconocimiento. Posiblemente, donde Napoleón mostró con más claridad su talento militar en relación con la caballería fue en su utilización como un arma ofensiva independiente, algo absolutamente inusitado para sus oponentes. Sus ataques con masas compactas de caballería en Jena o Eylau tuvieron un efecto paralizante, primero, y aniquilador después, sobre las mejores fuerzas armadas del continente. Sin embargo, a pesar de sus éxitos en la utilización de la infantería y de la caballería, no debe olvidarse que Napoleón fue educado como artillero y que esta circunstancia tuvo una especial trascendencia en su revolución del arte de la guerra. En contra de la opinión de distintos teóricos de la artillería, Napoleón modificó el calibre de sus cañones de manera radical. Así, los pertenecientes al calibre 4 fueron sustituidos de manera prácticamente total por los del 6 y los del 8 por otros del 12. No sólo se trató de un aumento de calibre. El emperador además transformó la artillería de arma de apoyo en un arma ofensiva que hizo converger con terribles consecuencias sobre un punto concentrado de las lineas enemigas.
Además, desde 1800, Napoleón realizó un esfuerzo considerable para que el ejército francés contara con conductores encargados exclusivamente del traslado lo más rápido posible de las piezas artilleras. Estas importantes innovaciones llegaron complementadas por el desarrollo específico de dos pilares del ejército imperial. Nos estamos refiriendo a la intendencia y al mando. La primera no era ciertamente perfecta, pero Napoleón supo consagrar un sistema de despojo y requisa de aquellas zonas por donde pasaban sus hombres que prácticamente aseguraban su alimentación y abastecimiento.
En cuanto al segundo, su sofisticación fue comparativamente extraordinaria. Sin temor a exagerar, puede decirse que no contaba con el más mínimo paralelo en los ejércitos de Rusia, Austria o Prusia. Al Cuartel General Imperial —dividido en el Cuartel General de la Grande Armée, el Comisariado General de Intendencia y la Casa del Emperador— Napoleón sumó un servicio topográfico realmente incomparable y, muy especialmente, la obtención de una verdadera montaña de datos relativos a las fuerzas enemigas. Ese sistema permitió a Napoleón controlar con notable perfección fuerzas militares de un tamaño realmente impresionante, circunstancia una vez más totalmente fuera del alcance de otros ejércitos.
Con todo, constituiría un error pensar que los éxitos del emperador radicaron únicamente en las innovaciones técnicas. Bonaparte supo además utilizar de manera magistral factores como la moral de las tropas, la movilidad de sus fuerzas (en buena medida derivada de las reformas ya señaladas) y la capacidad para separar y parcelar, primero, y destruir, después,las tropas enemigas. Entonces —sería inútil negarlo—Napoleón era con mucho el general más competente de Europa. Pese a todo,existían razones para interrogarse acerca del tiempo que podria mantener esa superioridad indiscutible. Para empezar, los éxitos imperiales derivaron en buena medida de su mando único y centralizado. Sinembargo, habría que preguntarse si,enfrentado con una guerra en varios frentes, sería capaz de delegar en subordinados o insistiría en mantener el mando de una manera única y, por ello, ineficaz. Tampoco parecía que la política seguida por las tropas francesas en territorio enemigo pudiera contribuir a cimentar de manera perdurable las victorias de Napoleón.
LA TÁCTICA DE PRACTICAR expolios continuados y sistemáticos podía ser útil entonces para abastecer a las tropas, pero dificilmente se podía ser tan optimista en relación con las posibles reacciones futuras. Enfrentado con poblaciones civiles hostiles e incluso opuestas violentamente, ¿podría Napoleón sofocar todo tipo de sublevaciones sin que eso influyera negativamente en su estrategia?Finalmente, había que tener en cuenta que los adversarios de Napoleón fueron derrotados vez tras vez desde hacía más de un lustro. Sin embargo, sería erróneo considerarlos como a un conjunto de soldados torpes o incompetentes. Eran, en términos generales, militares hábiles, e induso brillantes, desbordados por una mente bélica superior. Pero precisamente por ello entraba dentro de lo verosímil que acabaran un día adaptando las innovaciones napoleónicas e introduciéndolas en sus ejércitos. Para entonces, Napoleón podría hallarse frente a avispados alumnos dotados con medios materiales superiores. Al darse tal circunstancia, el sol del hasta entonces invicto emperador comenzaría a eclipsarse.

CHOCA CONTRA EL «DIQUE» DE WELLINGTON


o era sencillo acabar con Bonaparte. En 1815, se escapó de Elba y se enfrentó a los aliados en Waterloo, pero Wellington le hizo morder el polvo para siempre.
DERROTADO POR LAS POTENCIAS ALIADAS (Inglaterra, Rusia, Prusia y Austria), el emperador dejó el poder en 1814 y fue conducido a la isla de Elba. Pero en febrero de 1 815 se escapó y pocas semanas después ya estaba en el palacio de las Tullerías. Francia entera volvía a vibrar con el pequeño Gran Corso. Sus viejos granaderos desempolvaron sus morriones de piel de oso. El 1 de junio,sus tropas le juraban fidelidad en el Campo de Marte.
Pero el emperador no encajaba ya en la Europa del Congreso de Viena y los aliados se prepararon para aplastarlo. La guerra es inevitable. La Grande Armée se pone en marcha en dirección a Bruselas, donde le espera el duque de Wellington al frente de las fuerzas coaligadas.
La inferioridad francesa es manifiesta (125.000 hombres frente a 227.000 soldados aliados). Pero Napoleón hace suya la máxima de César y planea dividir al enemigo y vencer por separado a ingleses y prusianos. Envía, por un lado, al mariscal Ney para cortar el paso a Wellington; y a Grouchy, por otro, para frenar al general prusiano Blücher. Esta última misión tiene éxito, pero sólo relativo. El francés logra derrotar en Ligny al centro del ejército prusiano pero quedan imbatidas las alas que se reagrupan ordenadamente y escapan. La organización germánica será la perdición para Bonaparte.
El emperador pensó que su plan había surtido efecto y decidió atacar a Wellington en Waterloo, el 18 de junio. Pero como el terreno amaneció empapado de lluvia, y Napoleón tenía problemas para emplazar las baterías, retrasó el combate hasta el mediodía. Perdió así un tiempo precioso, ya que los prusianos de Blücher se dirigían rápidamente al escenario de la batalla. El emperador ordenó varios ataques frontales contra los ingleses, pero todos se estrellaron contra la férrea resistencia de Wellington.
Las horas se consumían y cuando apareció Blücher la balanza se inclinó definitivamente del lado de los aliados. Ingleses y prusianos machacaron a los franceses y Napoleón tuvo que huir. Constituido prisionero de los ingleses fue enviado a Santa Elena, en el Atlántico sur. Habia terminado el último vuelo del águila. (Imágen Duque de Wellington)
Alfonso Basallo