viernes, noviembre 30, 2007

QUÉ NO HARÍAMOS POR UN HILO

l nacimiento del hilo siempre comenzaba, en los lugares de producción de la seda, con un acto violento: la muerte del gusano deseda por medio de la exposición al calor, para impedir que la crisálida se transforme en mariposa y salga del capullo destrozando de este modo el hilo que lo forma. A continuación se realizaba la clasificación, la maceración y el devanado de los capullos, después de lo cual las sutiles hebras, en un número determinado, eran unidas en un único hilo que era enrollado en madejas. A partir de ese momento, la seda cruda era trasladada a los talleres ciudadanos para ser transformada en tejido. El proceso de elaboración comenzaba con el ‘encanillado’, es decir, el paso de la madeja ovillada en tomo a la devanadera, a unas bobinas de madera. La siguiente operación era el hilado, mediante el cual el hilo de seda era sometido a un proceso de torsión a derechas, después del cual, podría decirse que los hilos va estaban preparados para ser utilizados en el tejido; sin embargo, los que estaban destinados al urdido debían ser posteriormente reforzados por medio de un redoblado y por tanto sometidos a una nueva torsión, en esta ocasión a izquierdas (torcedura). Mientras que el redoblado era realizado manualmente, ya a partir del siglo XIII, hilado y torcedura eran operaciones mecanizadas, realizadas por máquinas perfectamente diseñadas denominadas torcedoras o hiladoras, accionadas manualmente o por energía hidráulica. La fase siguiente llevaba el hilo a manos de los tintoreros, quienes, antes de darle el baño de color, lo liberaban de las resinas naturales, de las que todavía estaba impregnado, por medio de la cocción en agua Libia y jabón. Llegados a este punto, después de ser colocado en la urdimbre, todo estaba listo para comenzar el tejido, la operación ms importante y complicada de todo el proceso.