
Cometiste el gran pecado, de que a tu corta edad de diez años, habías devorado, a l

Te casaste con quien elegiste, pero estarás de acuerdo conmigo, de que en el lecho nupcial, no se debe recitar de memoria a Rousseau, o a los autores griegos y latinos. Es indudable que tu capacidad para digerir todo aquello que se ponía a tu alcance culturalmente hablando, era innegable, pero como todo en este mundo tiene su término medio, porque todo nos puede proporcionar cultura, incluso la noche de bodas.
Personalmente, eras un genio a medias, aun a sabiendas que fuiste una pieza clave en la Revolución de 1789 en Francia, que gracias a ti, tu marido escaló los peldaños más relevantes de la política francesa, así los historiadores, te catalogaron como:” la esposa que muchos veían como la encarnación de la Revolución”, tuviste la desfachatez, de dirigirte personalmente al Rey, recordándole, las obligaciones que éste tenía con el pueblo. Defensora a ultranza de la Revolución, no deparaste en luchar posteriormente en contra,. Al final, la vida, pone a cada cual en el lugar que le corresponde, amaste la cultura, luchaste por la defensa de las clases y la vida también te puso en el camino de encontrar el amor. Finalmente, la revolución, te engulló, levantaste la cabeza al ser condenada a muerte y compartiste ese momento interminable con los hombres más ilustres de tu tiempo y que corrieron el mismo destino. Tu último pensamiento, tu último reproche a una sociedad envuelta de tormentas revolucionarias, fue:”Libertad, cuántos crímenes se comenten en tu nombre”. La cultura te dio a las, lo pagaste por diferenciarte tanto del resto de los mortales, pero también estoy seguro que los conocimientos te atenuaron la pena capital.
NELSON