miércoles, noviembre 26, 2008

LOS BOCANEGRAS

otabilísima estirpe naval del soglo XIV fue la de este apellido.Simón Bocanegra, victorioso corsario al servicio de Génova, se hizo tan popular por sus éxitos contra los moros liberando de su amenaza a la República, que fue nombrado dux por aclamación en 1338.lo inmortalizó Giuseppe Verdi en la ópera de su nombre,que, no obstante,trata de acontecimientos posteriores a sus hazañas navales.
Su hermano Gil o Egidio Bovanegra fue almirante de Pedro I de Castilla, distinguido en la conquísta de Algeciras, en la que le acompañaron sus hijos y hermanos Ambrosio,Bernal,Lanzarote y Bartolomé, así como también en sus enfrentamientos con Aragón.En 1366 se pasó al bando del hermano y enemigo de Pedro I, Enrique II, con un importantge tesoro de treinta y seis quintales de oro y muchas joyas, por lo que fue recompensado por el de la Mercedes con el señorio de Utiel, y con la condena a muerte por el Cruel.
Ambrosio Bocanegra, hijo del anterior, aniquiló en La Rochela(1372)a la flota del inglés conde de Pembrock, cuyas fuerzas le triplicaban en número,hacieéndole prisionero con 400 caballeros-setgenta de ellos de espuela dorada-y 8000 soldados, además de la destrucción de todas las naves y la captura de un importante tesoro.

1808.CARACTERÍSTICAS Y DIMENSIONES DE LA GUERRA

e ha repetido con frecuencia que la Guerra de la Independencia es la «primera empresa auténticamente nacional» de los españoles. Una afirmación que se basa sobre todo en la unanimidad del sentimiento patrio —o de rechazo al invasor—, en la vigencia y operatividad de los sentimientos monárquico y religioso —sentimientos que Napoleón nunca llegó a entender— y en la amenaza generalizada sobre todo el territorio nacional, impulsando a sus habitantes a la colaboración en acciones conjuntas.
Cuando comienza la Guerra de la Independencia tenemos una sociedad a flor de piel en bastantes regiones españolas, una institución monárquica desprestigiada, una clase dirigente contestada y una nación inerme a causa de las derrotas en la guerra de los Pirineos (muestra las grandes deficiencias de las fuerzas armadas españolas) y en Trafalgar (acaba con la escuadra). En estas condiciones, difícilmente un estado y un gobierno pueden afrontar un conflicto armado. España no iba a ser una excepción, pero además tendría que afrontarlo en unas condiciones nada usuales para ella: las derivadas de ser campo de batalla; si en conflictos anteriores la lucha se había mantenido en regiones más o menos cercanas a la frontera, en esta ocasión todo el territorio peninsular sería un gigantesco tablero de operaciones. Y éste es el primer rasgo a destacar en la guerra.