domingo, abril 29, 2007

¿QUE DÍA ES HOY?

o sé a que día estamos. En esta casa no hay calendarios y en mi memoria los hechos están hechos una maraña. Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos, que colgábamos al lado del tocador... pero ya no hay nada de eso, todas las cosas antiguas han ido desapareciendo. Y yo, yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta... Primero me cambiaron de alcoba, pues la familia creció. Después me pasaron a otra más pequeña aún, acompañada de mis biznietas. Ahora ocupo el desván, el que está en el patio de atrás. Prometieron cambiarle el cristal roto de la ventana, pero se les olvidó, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos... Desde hace mucho tiempo tenía intenciones de escribir, pero me pasaba semanas buscando un lápiz y, cuando al fin lo encontraba, yo misma volvía a olvidar dónde lo había puesto. A mis años, las cosas se pierden fácilmente; claro que es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen...
La otra tarde caí en cuenta de que mi voz también ha desaparecido. Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos, no me contestan. Todos hablan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos escuchando atenta lo que dicen. A veces intervengo en la conversación, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno y les van a servir de mucho mis consejos. Pero no me oyen, no me miran, no me responden. Entonces llena de tristeza, me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar la taza de café. Lo hago así, de pronto, para que comprendan que estoy enfadada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón. Pero nadie viene...
El otro día les dije que cuando me muriera entonces sí me iban a extrañar. El nieto más pequeño dijo: ¿Y es que estás viva, abuela?... Les cayó tan en gracia, que no paraban de reír. Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entró uno de los muchachos a sacar unas ruedas viejas y ni los buenos días me dio...
Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible, me pongo de pie en medio del salón para ver si aun siendo un estorbo, me miran, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de uno a otro lado, sin tropezar conmigo...
Cuando mi yerno se enfermó, tuve la oportunidad de serle útil; le llevé un té especial que yo misma preparé. Se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomará. Sólo que estaba viendo televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia. El té poco a poco se fue enfriando. Mi corazón también...
Un viernes se alborotaron los niños y me vinieron a decir que al día siguiente nos iríamos todos el día de campo. Me puse muy contenta.¡Hacía tanto tiempo que no salía y menos al campo! El sábado fui la primera en levantarme. Quise arreglar las cosas con calma. Los viejos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, así que me tomé mi tiempo para no retrasarlos. Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban las bolsas y juguetes al coche. Yo ya estaba lista y muy alegre me paré en la entrada a esperarlos...
Cuando arrancaron y el coche desapareció envuelto en bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto o porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque. Sentí cómo mi corazón se encogió, la barbilla me temblaba como cuando uno no aguanta las ganas de llorar...
Vivo con mi familia y cada día me hago más vieja, pero cosa curiosa, ya no cumplo años. Nadie lo recuerda. Todos están tan ocupados... Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes. Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan. Y yo no sé a que saben los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos; era un gusto enorme el que me daba tenerlos en mis brazos, como si fueran míos. Sentía su piel tierna y su respiración dulzona muy cerca de mí. La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar. Pero un día mi nieta Laura, que acababa de tener un bebé, dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud. Ya no me acerqué más, no fuera a ser que les pasara algo malo por mis imprudencias. ¡Tengo tanto miedo de contagiarlos! Yo los quiero a todos y les perdono, porque: ¿Qué culpa tienen los pobres de que yo me haya vuelto invisible?.
(Lamento no poder colocar en el sitio que corresponde a la autora de esta carta, la recibí por correo electrónico, tampoco creo que tenga demasiada importancia, porque es el sentir de muchas personas que viven la soledad en el grado más aboluto. La soledad del anciano, la soledad del jóven y del maduro, en ella aunque no sea un tema estrictamente histórico, si es cierto que la soledad ha acompañado de un modo u otro a todos los que intentamos compartir y dar lo mejorde nosotros mismos, sin tener alguna respuesta).


NELSON

LA OSADÍA DE LOS BANDOLEROS

ataluña, 1587 — La cuadrilla de bandoleros de El Minyó de Montellá se apodera, cerca de la población de Sidemunt, de la moneda que Felipe II envía a Barcelona, para ser reexpedida posteriormente a Génova. No es el primer robo que se realiza a las caravanas de moneda.
En 1573, el virrey de Cataluña menciona ya el problema del bandolerismo y de la seguridad de los envíos de moneda, apuntándose la posibilidad de avisar previamente de la llegada de estas remesas, para dotar de mayor seguridad a la ruta elegida. Luego, en 1583, se realiza el primer robo importante en La Creu de Santa Magdalena, cerca de Cervera (Lérida). Tiempo más tarde, en 1613, la banda del italiano Barbeta se apoderará de ciento once cargas de moneda del rey. El problema del bandolerismo es patente tanto en la ruta de metales preciosos Zaragoza-Lérida-Barcelona, como en la que, desde Castilla, recorre Valencia-Tortosa-Barcelona. Cataluña y Aragón sufren un espectacular auge del bandolerismo, que tiene su origen en varias causas. Junto a la miseria económica, que mueve a buscar en el delito un medio de vida, se encuentran factores políticos y geográficos que agravan la situación. La diversidad jurisdiccional y la abundancia de dominios señoriales favorecen el bandolerismo, ya que los diversos señores emplean a los bandoleros para atacar los intereses de sus enemigos. Además, existe una oposición entre la montaña, más pobre, y la llanura, más rica. Cuando en la montaña hay escasez de recursos, los montañeses bajan en busca de trabajo. Si no se puede acceder a esta salida pacífica, entonces cabe el recurso del bandolerismo, que encuentra un acicate especial en los envíos de metales preciosos.