
Los viudos maduros podían gozar frecuentemente de mejor posición económica y a menudo se hacían con las muchachas más bellas y al mismo tiempo mejor dotadas. Para contrarrestar esta tendencia se recurría a la cencerrada o burla ruidosa que se hacía también a los forasteros, en las bodas desiguales o en muchas otras ocasiones. Se han estudiado con atención las funciones de la cencerrada, pero no siempre cumplían un papel ritual o era forzoso que se produjeran. Los jóvenes, agrupados en cuadrillas o abadías de mal gobierno, solían cobrar una tasa a todas las bodas para celebrar un festejo a la salud de los novios. A los viudos se les cobraba el doble y recibían algunas chanzas.Sólo si no mostraban la debida generosidad se veían afrentados por la cencerrada, salvo en contados casos especiales.