jueves, marzo 22, 2007

LA VIDA DE UN GUARDIAMARINA EN LA MARINA DE NELSON

ntes de que un marinero pudiera ser nombrado oficial, tenía que pasar un examen sobre el arte de la navegación, que podía no tener lugar hasta que el candidato no hubiera pasado seis años en el mar, al menos dos de ellos con el rango de guardiamarina o ayudante del capitán. Un oficial aspirante podía entrar en la marina a una edad muy temprana como «voluntario» o sirviente del capitán; y como un capitán tenía total control sobre quien escogía, normalmente esos chicos eran descendientes de sus parientes o amigos. De este modo, el concepto de patrocinio era predominante desde el principio, y continuaba en todos los niveles. Un almirante favorecía o promovía a sus propios vasallos o «familia» por encima de otros, aunque se podían intercambiar favores entre los almirantes.
Aunque muchos oficiales lograban su primera experiencia al mando como ayudantes del capitán, algunos servían como guardiamarinas, un cargo intermedio entre oficial y suboficial. El mismo Nelson se convirtió en guardiamarina a la edad de 12 años gracias a su tío materno y patrón, el capitán Maurice Suckling. Aunque los guardiamarinas eran realmente aprendices de oficial, el concepto generalizado de que siempre eran jóvenes no es acertado.Aunque la mayoría de los barcos tenían varios jóvenes a bordo de entre 12 y 14 años, muchos como «voluntarios» que adquirían su "experiencia en el mar", un gran número de guardiamarinas tenían entre 20 y 30 años, algunos 40, y en un caso un guardiamarina pasó su examen de tenientazgo a la edad de 57.
Los guardiamarinas se situaban por debajo de los oficiales, oficialmente como suboficiales de marina. Estos «jóvenes caballeros» tenían que servir en el mar durante un mínimo de seis años, y demostrar que tenían más de 19 años antes de poder «ser declarados tenientes».
La vida de un guardiamarina era una mezcla de dificultad y privilegio. Los guardiamarinas dormían en su propia «sala de cañones» en la cubierta más inferior del barco, un agujero sin aire contiguo a las bodegas y la sentina. Su deber era aprender y experimentar todos los trabajos a bordo del barco, desde los más humildes hasta los más peligrosos en la jarcia. Se exigía que todos los oficiales y guardiamarinas, aparte del capitán y del primer teniente, hicieran guardia. Sin embargo, aún a su tierna edad, tenían autoridad total de oficiales sobre los marineros comunes. Así, las rígidas divisiones sociales que marcaban la sociedad británica se reflejaban en la marina.

ISABEL VENCE EN TODOS LOS FRENTES

astilla, 1 de marzo de 1476 — El triunfo de Isabel sobre las tropas portuguesas en Campo Peláez, cerca de Toro, se convierte en antesala de la victoria final sobre Juana la Beltraneja. La lucha de Isabel por el trono castellano se aproxima a su fin, gracias a sus últimos triunfos sobre la nobleza castellana y los portugueses. El origen de la guerra civil castellana se encuentra en el enfrentamiento entre el poder de la nobleza y el de la corona. Esto se hace patente en las fluctuaciones de la política sucesoria de Enrique IV de Castilla, que oscila entre nombrar heredera del trono a su hermana Isabel, partidaria de un poder real fuerte frente a la nobleza, o a su hija Juana, conocida por la Beltraneja, ya que se atribuye su verdadera paternidad a Beltrán de la Cueva. En 1468 se firma el pacto de los Toros de Guisando, por el que Enrique reconoce a su hermana Isabel como heredera. Tras la boda de Isabel con Fernando de Aragón (14. 10.1469), la nobleza castellana, sobre todo la familia de los Mendoza, se opone a Isabel, y consigue que en octubre de 1470 Enrique IV la desherede y nombre heredera a su hija Juana. Al fallecer Enrique el 11 de diciembre de 1474. estalla la guerra civil castellana entre los partidarios de ambas candidatas.
Isabel, que se encuentra en Segovia, se proclama reina, con el apoyo de su corte y de la ciudad y recibiendo pronto el respaldo de otras ciudades, así como de los principales grandes y nobles de Castilla, e incluso de los seis magnates encargados de la custodia de la Beltraneja. Esta no se da por vencida, y logra que la apoyen los marqueses de Villena y de Cádiz, el duque de Arévalo, el gran maestre de Calatrava y el arzobispo de Toledo, Alvaro de Carrillo, dolido por el trato de favor concedido por Isabel al cardenal Mendoza, viejo rival suyo y de la reina. Para complicar más el conflicto civil castellano, los partidarios de la Beltraneja acuerdan el matrimonio de Juana con el rey portugués Alfonso y, con lo que encuentran un nuevo respaldo diplomático y militar para su causa.
Tanto una como otra de las pretendientes han de solucionar asuntos privados que inciden en sus aspiraciones. Juana, sus esponsales con Alfonso V, celebrados en Plasencia. Isabel, las pretensiones al trono castellano por parte de su esposo Fernando mediante la concordia de Segovia, se igualan los derechos de ambos cónyuges y se establece que los documentos serán redactados en común. Los partidarios de Juana inician su ofensiva, con apoyo portugués. en el valle del Duero y Galicia, penetrando por Zamora. Mientras, Isabel y Fernando convocan cortes en Medina del Campo, para conseguir los fondos necesarios para la campaña, y logran que la iglesia les entregue la mitad de la plata de los templos, como préstamo que se comprometen a devolver en un plazo de tres años. Así, Isabel y Fernando obtienen 30 000 maravedíes, con los que arman un potente ejército capaz de frenar el avance enemigo.
A principios de 1476, con el cuartel general de Isabel instalado en Tordesillas, Fernando inicia la contraofensiva. Primero, hacia Zamora, donde el alcaide de las puertas le entrega la ciudad, permitiendo que las tropas isabelinas asedien el castillo. Sin embargo, en febrero de 1476 llegan refuerzos portugueses, al mando del príncipe Juan, sitiando a su vez a los castellanos. En esto acuden los infantes de Aragón, don Enrique y don Alfonso, sitiando a su vez a los portugueses. Ante una situación tan loca, Alfonso V decide retirarse (1.3.1476), pero es perseguido y sus tropas son vencidas por los castellanos en el llamado Campo Peláez.
Este triunfo permite a Isabel instalarse en el trono castellano, que debe compartir con su esposo Fernando, pacificar la nobleza andaluza y hostigar las posesiones atlánticas de Portugal. La victoria final sobre la Beltraneja y Alfonso V de Portugal no se produce hasta 1479, cuando se firma la paz de Alcáçovas.