jueves, septiembre 28, 2006

UN APUNTE HISTÓRICO.HACE CIEN AÑOS EN CUBA


El 25 de abril de 1898 -hace cien años- se declara formalmente la guerra hispano-norteamericana. A mediados de junio los norteamericanos desembarcan en el SE de la isla de Cuba y atacan el Caney y San Juan. La Fuerza de Desembarco norteamericana estaba constituida por unos 16.000 hombres. Se va a desarrollar un hecho de armas insuperable que es recogido así en la Historia de la Infantería de Marina española (1):
"Vamos a hacer referencia a un episodio destacado en estos días que estudiamos y que tanta resonancia histórica tuvo: la hazaña de las lomas de El Caney y de San Juan.
La plaza de Santiago de Cuba se halla al fondo de una bahía, en cuya entrada se encuentran: el Morro, al Este, fortaleza en ruinas, Socapa, al oeste, y Cabañas, algo más al oeste y también en la costa. Las dos primeras, con baterías de medio calibre, alguna montada por la Marina. Cierra la plaza por su fondo la sierra Maestra y varias colinas, de las que la más próxima es la de El Caney, y después la loma de San Juan, y entre ellas los Cruces. Rodea a todo esto la abrupta, áspera y difícil manigua cubana, en la que pululan, además de la malaria y otras enfermedades, unos 8.000 insurrectos en contacto con los yanquis, con García como caudillo más destacado, y una zona minera, verdadero avispero. Tiene el recinto unos nueve kilómetros de largo, sin organización defensiva, sólo con algunos fortines, trincheras y empalizadas. En la bahía se encuentra, por orden del Gobierno, la escuadra del almirante Pascual Cervera, con cuatro cruceros y dos destructores.
Era gobernador militar de la plaza el general Linares, que contaba con 8.000 hombres, de los que 3.000 eran para El Caney, San Juan y zona minera.
Una escuadra americana con siete acorazados modernos, varios destructores y los transportes, sumando 124 buques, fue avistada el 19 de junio.
El almirante Cervera ordena desembarcar 130 hombres de cada crucero (unos 250 soldados y 300 marineros) y forma con ellos cuatro columnas de desembarco, a las que el Cuerpo cubre con sus guerrillas y les afecta piezas de artillería; el día 22 reúne al personal sobrante, incluso la guardia militar, y pone estos 450 hombres (150 infantes y 300 marineros) al mando del capitán de navío don Joaquín de Bustamante, que acampa en los Cruces.
Los americanos cuentan con 15.000 hombres al mando de Schafter, con una división de caballería de los Rough-riders con Roosevelt, los que, ayudados por los insurrectos y lejos del alcance de nuestra artillería, desembarcan durante ocho días en Daiquiri, estando el 30 de junio listos para avanzar. El día 1 de julio emprenden la ofensiva. Schafter encarga a Lawton de la toma de El Caney, y al ver tan sólo una casa en su loma como únicos fortines, dice: "Antes de una hora, mis tropas entrarán triunfalmente".
Cuenta con 6.000 hombres, de los que lanza al ataque 3.500, a los que se opone el valiente general Vara de Rey tan sólo con 520 y dos piezas González-Hontoria afectas por la Marina.
En el brutal choque cae herido el general en las dos piernas y ordena que dos marinos le sostengan al frente con las tropas, para animarlas con su ejemplo, hasta que fallece desangrado.
Han pasado doce horas de brava lucha, y cuando quedan tan sólo unos 80 hombres, sin jefes ni oficiales y barridos por el plomo, el polvo de las ruinas ... se retiran llevándose a hombros el cadáver de su valiente general.
La loma de San Juan, para la cual dispuso Schafter de 8.000 hombres, es atacada por 2.000, a los que hace frente el propio Linares con sólo 250, fue testigo de un heroísmo extraordinario y de una lucha suicida, pues hubo posición que quedó sólo con un defensor y éste seguía disparando; pidió el general un señalero, y se presenta voluntario un soldado, ?un infante de Marina?, que, colocado en una eminencia, daba sus partes a la plaza y al cual tiraban todos los americanos. Las balas respetaron su heroísmo.
Cae herido Linares en una briosa salida y la posición flaquea; visto esto por el bravo Bustamante, arremete contra el enemigo y reconquista la posición con sus infantes de marina en vanguardia; su arrojo hace indecisa la victoria, hasta que al caer mortalmente herido, una carga de los Rough-riders decide la acción.
Las sombras de la noche cubren tanto dolor y sacrificio, y a su amparo es abandonada la posición, que toma para los americanos el sobrenombre de "Paso de la muerte".
Tan dura como gloriosa jornada cuesta a nuestras fuerzas unos 600 hombres, y a los americanos, 900 en el Caney, 432 en San Juan y 328 en Aguadores y otros. Total: 1.760".
Tan extraordinarios acontecimientos los narra "desde el otro lado de la colina" Donald Barr en (2) como sigue:
". El general Henry W. Lawton, un hombre sereno y de fiar, después de estudiar el terreno con los prismáticos, aventuró la opinión de que podría tomar El Caney antes y avanzar después sobre la cordillera denominada Sierras de San Juan y pensó que la conquistaría en dos horas. Fue un error trágico.
El 30 de junio dio orden de que el avance comenzase a primera hora del día siguiente. A Lawton se le daría la primera división completa, más de 6.500 hombres, y cuando hubiera tomado El Caney, las otras dos divisiones serían emplazadas a lo largo del Aguadores.
En El Caney sólo había 520 españoles, pero estaban bien atrincherados y dirigidos, luchando de una manera magnífica. La división de Lawton tenía una batería de campaña y aun cuando estuvieron a la distancia adecuada no pudieron hacer nada para sacar al enemigo de sus trincheras .
Mientras tanto, el general Schafter -que no podía entender por qué continuaba la lucha en El Caney, en un lugar donde la proporción contra los españoles era más de diez a uno- hizo avanzar las otras dos divisiones. llovía y había llovido durante todo el día. los carros quedaban atrapados en el lodo; los hombres cubiertos de sudor, tiraban las mantas de campaña .
Y, mientras esto sucedía, la lucha en El Caney continuaba. El general Schafter envió una nota al general Lawton en la que sugería que no se distrajera con "esas pequeñas casamatas" y que se uniera a la fuerza principal. Pero cuando el mensaje llegó, las fuerzas de Lawton ya estaban preparadas para el ataque. El fuego español había menguado. En efecto, los españoles estaban casi sin municiones y se preparaban para replegarse. Las bajas españolas fueron de 235, las americanas, 441; se habían hecho 120 prisioneros. Había sido una gran batalla (2).
A pie de la página 147 de (2) se recoge una cita que textualmente dice: "Aunque los resultados militares fueron escasos, y el mismo ataque no fue producto de un plan brillante, la batalla de El Caney debería ser recordada con orgullo, por ambos pueblos, como un ejemplo insuperable de coraje y de dedicación militar" (3).
Y es que: No hay pueblo como mi pueblo ni patria como mi patria, ni hay enseña más gloriosa que la enseña roja y gualda.
No hay soldado como el nuestro, canta al entrar en batalla y muere diciendo madre!!y gritando ?VIVA ESPAÑA! (4)
Leopoldo Vázquez.
Por:José Gil Gundín.

Referencias:
(1) Historia de la Infantería de Marina española. Rivas Fabal. Editorial Naval. Madrid.
(2) La guerra hispano-americana 1896-1898. Donald Barr Chidsey. Ediciones Grijalbo 1973.
(3) The relations of the United States and Spain. The Spanish-American War. Chadwick, French Ensor. Charles Scribner's Sons 1911.
(4) Cancionero del 98. Carlos García Barrón Grijalbo Mondadori 1997.

LA MARINA ESPAÑOLA EN GUINEA ECUATORIAL-LA INFANTERIA DE MARINA

o sería justo, que en este artículo, no se hiciera mención a la fundamental contribución colaboradora de la Infantería de Marina en la formación y desarrollo de Guinea, en donde adquiere un brillante historial a través de una feliz participación en varias etapas. De Infantería de Marina son las primeras fuerzas militares que llegan a Fernandn Poo formando parte de la expedición de Chacón y que en 1859 constituían una pequeña sección de veinticinco hombres al mando de un oficial, acuartelados en la urca Niña por carecerse de edificio acondicionado en tierra. Fueron muchas las dificultades y penosas experiencias de toda índole que esta primera fuerza expedicionaria soportó en los primeros tiempos. Sin cuarteles, bases o campamentos, sin créditos ni subvenciones y apenas otros medios materiales que los indispensables para supervivir, han de suplir con entusiasmo y disciplina esta penuria de disponibilidades y emprender la tarea encomendada de vigilancia, policía de los caminos y de las costas, mantenimiento del orden y la seguridad de la colonia, esbozando las reglas de una incipiente logística que el esfuerzo y tesón se encargaran mas tarde de consolidar y perfeccionar.
Salvo el breve paréntesis del gobierno de los brigadieres, en el que las primitivas fuerzas de Infantería de Marina fueron reforzadas por una Compañía de ejército llegada a bordodo de la urca Santa María y goleta Caridad, durante toda la segunda mitad del siglo XIX y en los primeros años del xx —concretamente hasta su sustitución en 1908 por la recién creada Guardia Territorial— las fuerzas de Infantería de Marina, con sus Jefes, oficiales, suboficiales y tropa española muy bizarramente completada por soldados africanos, constituyeron las más importantes fuerzas coloniales v sobre ellas descansó en no pocas ocasiones la salvaguarda pacifica de las posesiones de Guinea, a cuyo progreso y desenvolvimiento en forma tan eficiente cooperaron, y a pesar de que esta permanente continuidad no quedará interrumpida a lo largo de la permanencia de España en la colonia guineana.
El Reglamento de la Guardia Colonial se promulgó el 6 de julio de 1907, pero la nueva organización no fue dotada de medios bahía el presupuesto de 1908.

LAS SALAZONES DE PESCADO Y EL GARUM

pesar de los estudios realizados sobre esta salsa , debemos de enfatizar, que se siguen efectuándose nuevos descubrimientos al respecto que nos ayudarán más aun si cabe a sopesar la expansión que supuso el garum, asi como a las salazones como industria de origen fenicio, una de las nuevas fuentes de riqueza creadas en la época de las colonizaciones sobre cuya exportación al área griega y concretamente a Atenas, existen testimonios que se remontan al siglo V a. J.C. Pero el gran momento de expansión coincide con la paz romana. A partir del si glo I a. J.C., y más exactamente desde Augusto, los documentos no se limitan a algunas menciones en los textos clásicos, sino que se comprueba con los restos arqueológicos de las factorías donde se elaboraba.
Se extiende desde la desembocadura del Sado, al sur de Lisboa, donde existen las ruinas de uno de los conjuntos más extensos entre los hoy conocidos, hasta los alrededores de Cartagena. Su núcleo central fue la zona del Estrecho de Gibraltar, aprovechando la riqueza pesquera de la confluencia de las aguas del Atlántico con el Mediterráneo. La cadena de fábricas en las costas peninsulares se repite, al Sur, en las del litoral marroquí. Consisten en conjuntos de grandes cubetas, sólidamente construidas con el mejor mortero romano, entre patios a cielo abierto para el secado y preparación del pescado, hornos para calentar aguas, etc.
La contemplación de muchas de estas ruinas, dada la capacidad de los depósitos y el tamaño del conjunto de construcciones, permite darse cuenta de la gran importancia que tuvo la industria.
Las salazones de pescado se consumieron, en efecto, a gran escala, ya que se trataba de un alimento poderoso, de conservación relativamente fácil, que se podía exportar a grandes distancias debidamente envasado en ánforas y además relativamente barato. Cierto que existían variedades apreciadas, que cantan los gastrónomos de la época, y que alcanzaban precios elevados. Pero la mayor parte de las producciones, conocidas también con el nombre de liquamen podemos constatar que, por lo menos a fines del siglo I d. J.C., figura en la tarifa de precios de Diocleciano tasado a precio muy asequible.
El atún, la caballa, las diversas variedades del Scomber fueron los pescados utilizados para estas preparaciones, aunque no los únicos. Ignoramos el detalle de la elaboración y los resultados finales, pero a través de las descripciones de autores contemporáneos y de la continuidad de los tipos en la Edad Media, sobre todo en el Mediterráneo oriental de donde partieron y donde se han conservado técnicas emparentadas hasta nuestros días, es posible tener una idea de lo que fueron en tiempos romanos. Pero lo que nos interesa destacar ahora es el gran volumen de la industria en las costas meridionales hispánicas y su proyección económica.
Según las fuentes escritas, los dos grandes centros fueron Gades y Cartago Nova. Evidentemente bajo el nombre de Gades se incluye toda la zona inmediata del Estrecho.
Como es corriente en productos agrícolas o industriales exportados a gran distancia, predomina el nombre del centro exportador más destacado y conocido y se aplica a un conjunto del que la ciudad citada es en cierto modo la capital económica. El área de las salazones de "Gadir" debió comprender la costa del Algarbe -donde se han identificado varias factorías, ninguna de ellas extensamente excavada-, así como la de la zona onubense y la más inmediata a Cádiz. Entre esta ciudad y Algeciras, en la aldea de pescadores de Bolonia, las excavaciones de la ciudad romana de Baelo han revelado un grupo notable de fábricas.
Otros núcleos próximos aparecen en La Albaida de Sanlúcar de Barrameda, en Barbate, en Villavieja (bahía de Valdevaqueros), y ya en el sector malagueño, en San Pedro de Alcántara, Torremolinos y Torrox. La factoría de Sexi (Almuñécar) es conocida por vía doble: por las menciones de las fuentes y por los vestigios de sus piletas. Sin duda fue centro industrial importante y no en vano copió en sus monedas el tema del atún, procedente de las piezas gaditanas, pero que encajaba muy bien con una de sus principales fuentes de riqueza.
Por lo que respecta a las salazones de Cartago Nova, los textos contemporáneos no ofrecen duda en cuanto a su importancia: el "garum sociorum" -sobre cuyo sentido existen discusiones- que allí se producía fue especialmente apreciado. Pero en este caso el conocimiento arqueológico no acompaña a las fuentes antiguas, ya que en la zona cartagenera no se han descubierto hasta el presente restos importantes.
Otro grupo de factorías aparece en la costa alicantina, todas ellas estudiadas muy recientemente. Presentan particularidades técnicas distintas de las de Andalucía o Portugal. Salvo raras excepciones no existen cubetas de obra, sino que aparecen talladas en la roca a ras de mar y algunas parecen haber sido utilizadas como vivero de peces.
Existen indicios en Santa Pola, que era la zona portuaria de Llice (Elche), en las proximidades de Alicante, en relación con la ciudad que estuvo emplazada en el actual Tossal de Manises, y quizá también en la misma Alicante actual (antigua Lucetum), en el islote de El Campello, algo al norte de la ciudad, en Calpe y en Javea.

ATAQUES, ASEDIOS Y BOMBARDEOS A QUE CADIZ FUE SOMETIDO DURANTE LOS SIGLOS XVI, XVII Y XVIII


1530.-CADIZ ES ATACADA DESDE EL MAR
A partir de este año de 1530, dan comienzo los ataques de las distintas armadas o flotas de guerra contra CADIZ.
Es el célebre corsario Barbarroja, el primero que determina saquear la ciudad, luego que supo que las galeras españolas se hallaban en Italia, cuando la coronación del emperador Carlos V (24-II-1530); mas sabida por el Príncipe y marino genovés Andrea Doria, la determinación del de Argel, le salió al encuentro y le desbarató salvando a Cádiz de un espantoso saqueo.
Esto da a entender que aún por esta época, no estaba guardada la plaza suficientemente.

1533.-SALARRAEZ, O JABAN ARRAEZ, REY DE ARGEL, INTENTA ESTE AÑO UN ATAQUE
Una borrasca, frustra una nueva tentativa, esta vez llevada a cabo en 1553, por Salarráez, Rey de Argel, al que prendió don Álvaro de Bazán, Capitán General de las galeras de España, padre del primer Marqués de Santa Cruz.

1574.-S0RPRESA DE LOS MOROS
En 1574, llevaron a cabo los moros una sorpresa con desembarco en lo que entonces era la almadraba y casería de Hércules, y hoy se llama Torregorda. Esta sorpresa fue desbaratada en su iniciación.
Por primera vez se registra en la historia de Cádiz, la existencia de cañones en la defensa de su plaza fuerte.

1587.-CORRERIAS DEL PIRATA DRAKE
El 25 de abril de 1587 el Almirante inglés Francis Drake, conocido por el "pirata Drake" entra en la bahía .de Cádiz, al frente de la escuadra inglesa, pero sólo puede recorrer y saquear el primer seno de la misma, después de bombardear la ciudad, poniendo fuego y hundiendo algunos barcos, y llevándose prisioneros los de más porte, sin lograr un desembarco, notando a primera vista la importancia del Puntal, donde desde tiempos antiguos había un mal baluarte, que debió ser erigido como consecuencia de las sorpresas anteriormente mencionadas.
También fue objeto de los ataques de Drake, la Torre edificada sobre el islote de Sancti-Petri, llamado en la antigüedad "Heraclium" donde hay tradición estuvo el templo de Hércules, de gran
riqueza y fervorosa veneración por los gentiles. A mediados del siglo XV hubo allí una iglesia, en la que se sepultó a Pedro Suazo, señor del Castillo y puente de la Isla de León.

1596.-EL CONDE DE ESSEX SAQUEA LA CIUDAD
En los primeros albores de la mañana del 30 de junio de 1596, se avistó en Cádiz una poderosísima escuadra enemiga. Había salido de Plymouth el 13 y se componía de 150 naves inglesas con 10.000 soldados y 7.000 marineros, y 24 navíos holandeses con otros 5.000 hombres de desembarco, mandados los buques respectivamente por el almirante lord Carlos Howard, el mismo que había dirigido la flota inglesa contra la "Invencible" en el canal de la Mancha, y el vicealmirante Wardmond, y las tropas por el famoso lord Roberto Devreux, Conde de Essex, favorito de la Reina Isabel y por Luís de Nassau, y todos bajo el mando del almirante lord Effygham. El sobresalto de la población fue como se puede suponer. Llamáronse a toda prisa las milicias de Jerez pues apenas había en Cádiz guar nición, y don Diego de Sotomayor, General de la Armada, preparó la resistencia en el interior de la bahía y al abrigo del Puntal con 8 galeras y 3 fragatas, únicos buques disponibles de los 30 bajeles de guerra que había a la sazón en Cádiz, de los que preparaba el Rey contra Inglaterra, además de otros tantos de transporte, con 36 naves próximas a zarpar para la India.
Acudió también a la ciudad amenazada, el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de aquella costa, quien irresoluto y perplejo no hizo más que aumentar la confusión al tratar de organizar
la resistencia. Muy débil fue la que se opuso a los ingleses; éstos después de varios combates en aguas de la bahía, contra nuestros bajeles y el fuego artillero de los distintos fuertes, una vez apagados éstos a pesar de su heroica resistencia, penetraron en la rada con escasas pérdidas, echaron a pique o incendiaron todos los barcos españoles después de saqueados, y el conde de Essex en un pequeño esquife, seguido de otros treinta que conducían hasta mil hombres armados de mosquetes, arcabuces y picas, se dirigió hacia el castillo del Puntal, cuyos fuegos habían sido apagados por los certeros disparos de las galeras enemigas, desembarcó tranquilamente sus tropas en este fuerte, se encaminó a la Plaza, rechazó una débil columna que había salido de ella, y entró en la misma tras de los fugitivos escalando fácilmente la muralla.
Rendido al día siguiente el castillo, puesto que carecía de víveres y no tenía pólvora ni aun para romper el fuego su artillería, pudieron los ingleses dedicarse al saqueo de la ciudad, que se verificó con un orden y método admirables; forzaron las puertas, profanaron e incendiaron los templos, quemaron los archivos, y recogieron la artillería, las campanas de las iglesias, y las rejas de balcones y ventanas, sin perdonar ni aun las aldabas de las puertas; tal fue su rapacidad. Y a pesar de la prevención terminante del conde de Essex, de respetar a las personas, pasaron a cuchillo a muchos de sus hijos. El 15 de julio abandonaron los aprovechados británicos la antes opulenta Cádiz, con un botín valorado en más de veinte millones de ducados. Como recuerdo de su visita, dejaron tan molestos huéspedes incendiada la catedral y 290 casas, de las 1.203 que tenía entonces la ciudad. Y en rehenes, lleváronse también, a muchos Canónigos, Regidores y Comerciantes haciéndose a la vela el 16 del mismo.
También fue atacada por los británicos al saquear el poblado de la Isla, el castillo de Sancti Petri, construido ya en estas fechas sobre el islote de "Heraclium", antes citado.
Corta es toda esta relación al hablar de la artillería de la Plaza.
Me refiero a las correspondientes al año 1564. que tanto el fuerte de tierra como el de San Felipe estaban artillados: el primero, a barbeta y el segundo, en cañonera.
Decimos anteriormente, al referir la "Sorpresa de los moros" en 1574, que por primera vez se registra en la historia de Cádiz la existencia de cañones en la defensa de su plaza fuerte. Pero en
1596 es ya clara la actuación de la artillería, como de ello se nos da información.
El sábado 29 de junio de 1596, se tenía en Cádiz la noticia de que el enemigo se había descubierto con rumbo a España desde el Algarve. El Corregidor don Antonio Girón se ocupó de visitar los
baluartes y la artillería de ellos, "todo lo cual con el descuido de largo tiempo estaba tan mal prevenido, que los carretones estaban podridos y quebrados, y si alguno aprecía estar sano, luego al primer tiro se quebraba y hacía pedazos. Además de esto, pólvora había muy poca y menos balas, y las que había, desproporcionadas a los cañones, unas grandes, otras pequeñas, todos los reparos sin ninguno, y con tanto descuido y negligencia, como si nunca pudiera suceder caso en que fuera menester la prevención necesaria, y cuando estas faltas se hubieran de reparar era menester mucho tiempo para reformar y poner en orden tanto desorden, tanta remisión y descuido".
Visto, pues, que el enemigo estaba tan cerca de tierra sobre la Caleta, hiciéronse el domingo 30 de junio de dicho año, algunos terraplenes y trincheras a su desembarcadero, al que lleváronse de la ciudad cinco piezas de artillería, dos de las cuales pusieron en la trinchera de un baluarte pequeño que allí se había hecho con el nombre de Santa Catalina; las otras dos junto a la cruz que estaba en la Caleta; y la quinta en la gruta, que llamábase, de la peña de Rota.
En el transcurso de la batalla naval que se libró con el enemigo, "nuestros galeones se fueron retirando hasta el Puntal donde comenzó en su favor a jugar la artillería del fuerte de San Miguel que está al Puntal; pero ella era tan poca, y mal acomodada, que sólo había dos o tres piezas que luego se desencabalgaron y una se quebró; y se vio claro que si en este fuerte hubiera mucha artillería y bien aderezada, se le pudiera hacer grande mal; mas él lo estaba tan desapercibido como si no los hubiera en el mundo".
En el baluarte que había al lado de la puerta del Muro, que es sola, la de Tierra, había "tres pecezuelas de artillería tan mal aderezadas y prevenidas que no fueron de provecho en la ocasión.
Sólo una se disparó contra los enemigos cuando venían ya marchando para la ciudad, e hizo tanto efecto que reparó y se detuvo en el campo, temiendo que habría muchas más piezas para la defensa de la entrada, mas como vieron que en aquella sola se resolvió toda la duda, volvió a marchar y seguir su viaje".
"Martín de Irigoyen, regidor y capitán de la nación vascongada, acudió con la gente de su cargo al baluarte de San Felipe que estaba a su cargo y custodia con cincuenta hombres de la nación.
En este baluarte, el mayor y más fuerte y de más importancia de todos los demás, aunque le hallan de falta ser muy alto, y la artillería, que desde él se juega, o no alcanza a las naos que van entrando o se pasan por alto las balas. Había en este baluarte cuatro piezas gruesas, empero tan mal prevenidas y dispuestas que no fueron de ningún provecho en la ocasión, pues en disparando las primeras balas, se hicieron las ruedas pedazos de las tres de ellas, de suerte que más no, pudieron servir, y las balas no alcanzaron a la armada enemiga, así por esto como por ser la pólvora mala y poca, diferente de la de los enemigos, con lo cual no solamente alcanzaban con las suyas a donde querían, más pasaban por encima de la ciudad hasta dar en el mar de levante que es de la otra parte. Créese también que los artilleros que eran extranjeros, hicieron mal su oficio, pues una de aquellas piezas que administró un artillero español, metió en las naos enemigas las balas que tiró".
Como puede verse aún se consideraban extranjeros dentro del país a los vascongados, lo que no dejaba de expresar la falta de unidad que se hacía indispensable en asunto tan importante como
era la defensa de la nación en la que Cádiz jugaba un importantísimo papel como cabeza de puente con América Española.
No fueron estos solos los "extranjeros", los capitanes: Lorenzo Simai, mercader flamenco de nación; Francisco Duarte Caboverde, de la nación portuguesa; Agustín Casanova, genovés, mandaron compañías que "para pueblo tan abierto y derramado, tan descuidado y desproveido, y que a tantas partes tenía que acudir y reparar era flaca y pequeña defensa para competir y detener el ímpetu y poder que tenía sobre sí" y más aún en el aspecto artillero.
No obstante, defendiose aquella noche, lunes primero de julio, el baluarte de San Felipe, hasta que viendo al día siguiente que la ciudad estaba rendida y entregada, se rindió y entregó con partido de las vidas de los que en él estaban, viendo que era imposible poderlo defender.
Los baluartes del Carbón, del Boquerón y del Postigo de la Madera, no tenían artillería.
Es importante registrar que en carta de don Gaspar de Anastro, proveedor de las Galeras, escrita al presidente, jueces y oficiales de la Casa de Contratación de Sevilla, en el Puerto de Santa María, a las dos de la tarde del 3 de julio de 1596, se dice: "hoy ha llegado aquí el Capitán de la artillería de esa ciudad, que se dice Molina que me ha contentado la traza que toma en reparamos;..."
Este Capitán era el Teniente de Capitán General de la Artillería don Francisco de Molina, que en su lugar se encontrará interviniendo en las fortificaciones de Cádiz el 22 de agosto de 1566 y como fundador en 1575 de la Escuela de Artillería para la "Carrera de Indias", de aquella Casa de Contratación de Sevilla.
Esta flota de Indias había perdido en la refriega 4 galeones de 50 piezas de cañón cada uno, y 3 italianos cargados de artillería y municiones. "Y el Rey solamente perdió más de mil y doscientos
cañones en plaza y navíos, fuera de las municiones y armas que se llevaron los ingleses para armar más de seis mil hombres".
Entre los prisioneros llevados a Inglaterra por el Conde de Essex, figuraron el Corregidor, don Antonio Girón de Zúñiga y el Veedor de la Artillería de Cádiz, don Martín de Uzquiano, que volveremos a citar en su lugar, los cuales, con otros más, permanecieron allí en rehenes, hasta el mes de julio de 1603 que regresaron rescatados a España. Don Antonio Girón murió de melancolía, según refieren autores coetáneos, viéndose pobre y sin remedio.
Tan maltrecha quedó Cádiz con esta funesta visita de los ingleses, que de ella hay testimonio en una carta que el Marqués de Santa Cruz, escribió al Rey Felipe II, desde Rota el 2 de julio de
1596.
Felipe II escribió al Duque de Medina Sidonia, desde Toledo y con fecha 31 de julio de este año:
"…y así en la fortificación como en lo demás mandaré mirar lo que convenga, y que se dé al mayordomo de la artillería de Málaga suplemento de los 20 quintales de pólvora que dió por vuestra orden para meter en Cádiz.-Yo el Rey.-Por mandado del rey N. Sr.-Andrés de Prada".
La plaza estuvo después a punto de ser abandonada; Felipe II designó los puntos sobre los que debía recaer los informes acerca de si debía decidirse a fortificarla o a abandonarla. y si no se abandonó, fue porque el 21 de diciembre del mismo año, el Corregidor don Antonio de Ossorio, escribió al Rey, desde Cádiz, contradiciendo la idea de abandonarla y manifestando las ventajas de fortificar la costa de la Punta de San Felipe, etc.
De todas formas este saqueo y ruina, obligó a la Corona de Castilla a gastar, grandes sumas de dinero en el reparo de sus exigentes murallas y fortificaciones del frente de tierra, para salvarlas
de semejantes peligros.

1625.-LA ESCUADRA ANGLO-HOLANDESA ES DERROTADA EN NUEVO ATAQUE A CADIZ
Resentido Carlos 1 de Inglaterra por el desaire que sufrió al serle negada la mano de la infanta Doña María, hermana de Feli. pe IV, apenas subió al trono mandó contra la Península una escuadra de 90 velas que, al mando de lor Wimbledon, se presentó delante de Lisboa. No atreviéndose a atacar dicha plaza, continuó su rumbo a Cádiz, con orden de quemar la escuadra surta en la bahía de Cádiz, de tomar esta ciudad de grado o por la fuerza y saqueada. En esta armada anglo-holandesa, figuraban los generales sir Eduardo Cecil y Guillermo de Nassau.
El día primero de noviembre del año del Señor, de 1625, un centinela que estaba en el torreón del castillo de San Sebastián anunció una armada inglesa.
Al anochecer del día de su llegada, el enemigo echó a tierra 10.000 hombres y comenzó a combatir el castillo del Puntal, cuya defensa estaba a cargo del Capitán don Francisco Bustamante, con 8 piezas de artillería y menos de cien hombres. Al amanecer del siguiente día, ya el castillo estaba muy maltratado: dos piezas habían sido desmontadas, pues las de las galeras enemigas habían respondido a nuestros fuegos con mayor daño y con mejor fortuna.
Viendo los contrarios tanta resistencia en poder tan pequeño, acudieron más galeras a combatir el fuerte y bien pronto no quedó en la fortaleza almena que no fuese derribada.
Más de 4.000 balas dispararon los ingleses contra el castillo. Desmontadas al fin todas las piezas, y con sólo treinta hombres, afligidos y desalentados al hambre, a la fatiga y a las heridas, el
Capitán Don Francisco Bustamante, se rindió a partido honroso sacando sus armas, y su bandera por medio de los ingleses que ya habían desembarcado desde que el castillo apenas podía ofendedos.
Los resultados en esta jDrnada fueron fatales a pesar de todo para los ingleses, quienes perdieron lo más florido de la gente de guerra, pues Don Francisco Girón, al frente de algunas fuerzas que acudieron apresuradamente de diversos puntos, consiguió rechazados, auxiliados por las que llevó el Duque de Medina Sidonia, Capitán General de Andalucía, y los ingleses desistieron de su empresa, viéndose obligados a huir, a causa de la heroica defensa tanto de la plaza de Cádiz, como de la Armada que estaba sobre las aguas de su bahía, que estaba mandada por Don Pedro Alvarez de Toledo y Osorio, I Duque de Fernandina y V Marqués de Villafranca del Bierzo, Almirante de las galeras españolas, reembarcándose precipitadamente con pérdida de algunos cientos de hombres y de 30 naves, haciendo rumbo a Plymoyth .
De estos hechos y sucesos se manifiesta y lo confirma el testimonio del Sr. Rey Felipe IV dado en 1.° de diciembre de 1660, en que dijo; "era Cádiz la Plaza de más importancia de esta Monarquía, y en que los enemigos tienen puesta la mira para invadida".

1686.-,-OBSERVACION DE UNA ESCUADRA FRANCESA
Algunos historiadores hacen referencia a un ataque de la escuadra francesa a Cádiz, en mayo de 1686, que no tuvo lugar ni en fuerza ni en fondo, pues esta escuadra se limitó a mantenerse dos
meses frente a Cádiz, sobre la que realizó algunas operaciones de reconocimiento y de tanteo, rechadas, por la guarnición artillera de la plaza, que prestaba sus servicios en sus fortalezas.

1702.-OTRO ATAQUE A CADIZ
El 24 de agosto de este año, dio fondo fuera de la bahía, la escuadra de los coaligados anglo-holandeses mandados por los generales Duque de Harmond y Jorge Hesse, Príncipe de Armstad; partidarios del Archiduque Carlos de Austria. El primero que saltó a tierra fue el Príncipe de Armstad.
Mandaba las costas de Andalucía como Capitán General don Francisco del Castillo, marqués de Villadarias, todas sus tropas eran 150 hombres veteranos y 30 caballos, mandadas por don Félix Vallaró, y la guarnición de Cádiz no llegaba a 300 hombres, siendo su gobernador don Escipión Brancacio, Duque de Brancacio, y su Jefe de Artillería, don Jerónimo Hernández, Teniente General de la Artillería.
Tanto la plaza, como el castillo de Santa Catalina de El Puerto, hallábanse faltos de pólvora y municiones, el castillo de Matagorda había estado cerca de un siglo, más de respeto que de
otra cosa.
Los ingleses desembarcaron en la costa de Poniente de la Bahía, en las ensenadas de los Cañuelos, y en Rota, con 500 hombres; ocuparon las baterías de la Puntilla y de la Bermeja, y rendida Rota por su gobernador, desembarcaron un regimiento en el Puerto de Santa María.
Para tomar a Cádiz se acercaron los enemigos de Rota a Matagorda, a la que acometieron en vano 600 hombres; formaron trincheras cuyos aproches no pudieron continuar por el fuego del Castillo, y el de Puntales, a lo que contribuyeron en mucho y eficazmente, el socorro enviado a Cádiz por Sevilla y la nobleza de Andalucía, así como el fuego de las galeras de España y Francia mandadas por el Conde de Fernán Núñez que se hallaban dentro del puerto y batían directamente las trincheras fáciles de arruinar ya que estaban fundadas en arena. Bajaron 2.000 ingleses para defenderlas, pero éstos no se atrevieron a penetrar al interior manteniéndose a la orilla del mar porque Villadarias les hacía creer tener mucha gente levantando polvaredas de día y haciendo varios fuegos distantes por la noche con lo que fingía campamentos; éstos y los continuos ataques que daban sus tropas a las trincheras de noche, les hizo desistir de la empresa y se retiraron con precipitación hacia Rota seguidos de las milicias del país que les hicieron no pocos estragos, con lo que tumultuariamente volvieron las espaldas y arrojando las armas sólo buscaron las lanchas que los llevasen a los navíos; pero no siendo éstas en suficiente número se ahogaron muchos con la precipitación, y 600 ingleses quedaron muertos sin los que se ahogaron; se recobró Rota y los enemigos abandonaron el Puerto de Santa María después de saquearla.
Por último intentaron forzar el puerto pero éste estaba cerrado con una cadena de fuertes maderos y echados a pique de fuera de ella, 8 grandes navíos llenos de piedras; dos navíos que impetuosamente se dejaron ir contra la cadena con viento en popa, quedaron desarbolados porque no habiendo podido romperla sufrieron el fuego de las baterías exteriores y de la plaza, y de este modo abandonaron su proyecto haciéndose a la mar el 31 del mismo agosto.

1704.-NUEVO ATAQUE A LA PLAZA DE CADIZ
El 6 de septiembre de 1704,fue atacado por los ingleses al mando del vicealmirante sir Jorge Bings, el castillo de Santa Catalina, y fueron enégicamente rechazados por la guarnición con la que cooperó la artillería, con el fuego de sus cañones. Durante este ataque, los anglófilos de tierra firme intentaron en vano ocupar el castillo de San Sebastián.

1796, 1797, 1798, 1800.-ESCUADRAS BRITANICAS DE JOHN JERVIS y NELSON FRENTE A CADIZ
El 2 de agosto de 1796 el almirante británico sir John Jervis, bombardeó la plaza. Fue desde el castillo de San Sebastián desde donde se dispararon las piezas que hicieron enmudecer las fragatas y cañoneras inglesas.
Una poderosa escuadra inglesa, a las órdenes del almirante John Jervis con Nelson de segundo, dio vista a Cádiz, en 1797, y bombardeó a esta ciudad en los días 3 y 5 de julio causando poco daño en edificios y personas y recibiendo bastante sus navíos de los proyectiles que les disparaban las baterías, puestas en la muralla que cae a la banda del mar del Sur. Después de algunas refriegas se retiró la Armada inglesa.
En esta defensa de Cádiz, se hace gala de competencia técnica, con fortuna. A los fuegos de la artillería de la plaza que fueron dirigidos, por el Brigadier, Coronel, don Antonio Rodríguez de Valcárcel, Marqués de Medina, contribuyó con sus acertadas disposiciones, el Teniente General de la Armada, don José de Mazarredo; éste había apostado convenientemente y organizado para el combate, la escuadra de su mando, compuesta de 25 navíos de línea, 11 fragatas y 3 bergantines, con unas 136 embarcaciones de fuerza sutil.
Atacada y bombardeada la plaza, intentó Nelson forzar el puerto para destruir los buques españoles; mas las lanchas cañoneras que operaron bajo las órdenes del Teniente General don Federico Gravina y del Jefe de Escuadra don Juan M. Villavicencio contribuyeron con sus ligeras y hábiles maniobras y la bizarra decisión de su gente a rechazar al enemigo los dichos días 3 y 5 de julio, en que dio los principales ataques, distinguiéndose, con aquéllas, el Brigadier don Antonio de Escaño y el Capitán de Navío don Cayetano Valdés.
Para hacer más eficaz el bombardeo, los ingleses habían construido en Gibraltar una barcaza de extraordinarias dimensiones, con varios morteros en el centro, y en las bandas o costados, cañones de grueso calibre, pesada mole que bautizaron jocosamente los gaditanos con el nombre de "el bombo", y cuyas malas condiciones marineras la hacían inmanejable; así que aun cuando rompió el fuego, causó poco estrago en la ciudad.
Nelson, en vista del mal éxito de sus ataques, desistió de la empresa, volviéndose a Gibraltar para llevar a cabo su expedición contra Santa Cruz de Tenerife. .

AMENAZA DE 1798
El11 de marzo de 1798, se vio Cádiz amenazada de nuevo por una escuadra enemiga, que se limitó a hacer acto de presencia sin otras consecuencias.

1800.-PRELUDIOS DE TRAFALGAR
En 1800 azota la ciudad de Cádiz una horrorosa epidemia. En esta confusión una poderosa escuadra inglesa, con tropas de desembarco, a las órdenes del Almirante Nelson, se acercó a esta isla, pero después de un parlamento con el Capitán General de Andalucía y Gobernador de Cádiz, don Tomás de Moda, en el que este General le puso de manifiesto "cuan poco decoroso y honroso le sería atacada encontrándose en semejante estado", Nelson, ordenó poner proa a Gibraltar, Cabo Espartel y San Vicente, dejando sin efecto su determinación de acometer a Cádiz, contentándose sólo con asediar su bahía después de una demostración "en fuerza" y de realizar una "preparación artillera" a cargo del Almirante Guillermo E1phinstone Keiths, su segundo jefe, al que acompañaba el General Albercombry.