
En 1527, los regidores de Pamplona reciben a dos niñas, de 9 y 11 años, que afirman ser brujas y poder reconocer a sus congéneres mirándoles a los ojos. El inquisidor Avellaneda organiza inmediatamente la formación de una expedición para buscar brujos y brujas en los valles navarros, llevándose consigo 50 soldados.Gracias a la ayuda de las niñas bruja
s, y de los soldados, el inquisidor Avellaneda logra apresar algunos centenares de brujas y brujos, 120 de ellos en Roncal, 100 en Salazar y 200 en Amezkoa.

Más tarde, Avellaneda describe su expedición, narrando cómo vio volar a algunas brujas, cómo el diablo le persiguió para matarlo, y otros tópicos entresacados casi literalmente del Malleus maleflcarum (Martillo de las brujas), de gran difusión en toda la Europa de esta época, y responsable de numerosas histerias descubridoras de brujerías.
Las hogueras inquisitoriales navarras trabajan arduamente, persiguiendo a aquellos a los que la ignorancia popular culpa de las sequías, inundaciones, enfermedades y cualquier mal que les ataque. A pesar de todo, el mayor numero de víctimas por brujería en estas tierras, así como en el norte peninsular, no procede de la Inquisición, más favorable a ver en estas manifestaciones signos de locura, sino de las autoridades civiles, movidas en muchos casos por ocultos sentimientos, como la envidia, la codicia o la simple ignorancia.