martes, abril 24, 2007

EL ESCORIAL, PALACIO Y MAUSOLEO IMPERIAL

l Escorial, 13 de septiembre de 1584 — Se coloca la última piedra del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
El punto de partida para la construcción de El Escorial es la conmemoración del triunfo de España sobre Francia en la batalla de San Quintín, el día de san Lorenzo (10.8) de 1557. El rey Felipe II de España pone la primera piedra el 13 de abril de 1563 y, a pesar de sus enormes dimensiones, la obra se realiza en poco más de veinte años. El complejo de El Escorial abarca funciones diversas como iglesia, palacio real, monasterio, panteón real, biblioteca, seminario, etc. y revela en cada uno de sus detalles, hasta los más pequeños, la personalidad de su fundador. La expresión de agradecimiento a Dios por el triunfo de San Quintín, la oración por la firmeza de la fe ante la herejía la construcción de una tumba digna del cmperador Carlos V y la oración por los monarcas españoles y sus estados son los motivos señalados para la construcción del monasterio, en la carta de fundación. Además. Felipe II decide acoger en el monasterio a los monjes jerónimos y fundar allí un seminario y un colegio de estudios eclesiásticos superiores, que garanticen la formación de religiosos capaces de preservar y alentar esos ideales.
Fernando Chueca Goitia ha descrito los tres planos del conjunto, que progresan en importancia y en hermetismo creciente: el primero es el propio palacio real, con dependencias para los personajes de la corte los embajadores: el segundo es el palacio privado, al que únicamente tienen acceso la familia real y algunos servidores: por último, se encuentran las habitaciones de Felipe II. Esta jerarquización del espacio se observa también en la iglesia, que cuenta con un espacio público (atrio. sotocoro y nave), abierto a los fieles: un espacio reservado a los que tienen autorización real (capilla mayor): finalmente, está el lugar adonde sólo llegan el sacerdote y el rey (tabernáculo o sancta sanctorunl). Las dependencias privadas del rey están situadas junto al tabernáculo. Desde sus habitaciones el rey puede contemplar el altar del oratorio, la capilla mayor y las tumbas de sus antepasados. A través de una red de pasillos, llega a otras partes del edificio, como las habitaciones privadas de la reina, situadas simétricamente al otro lado del presbiterio. Para llegar hasta la cámara de Felipe II, los visitantes deben recorrer un dédalo de pasillos. El plano de El Escorial muestra una concepción de la realeza muy distinta, por ejemplo, a la de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, cuyas habitaciones están situadas en el centro de la perspectiva de Versalles. El poder del Rey Prudente está en la invisibilidad, lo que se plasma en la realidad con pantallas y pasadizos, además de la instauración de un ceremonial muy complicado. Por otra parte, El Escorial es también una glorificación del arte católico frente al protestantismo. Iniciado el año en que acaba el concilio de Trento, el espíritu de la Contrarreforma impregna la iconografía del monasterio. El problema de la reconciliación del cristianismo con la antigüedad clásica había preocupado a Occidente desde el renacimiento. En contra de la tendencia que propugna su anulación, el concilio de Trento propicia el interés por el humanismo. En este contexto, El Escorial es una muestra de la tendencia triunfante dentro de la iglesia, que ve la antigüedad como una posible fuente de enriquecimiento. Los historiadores se han preguntado por qué Felipe II no escoge para la construcción de la gran obra de su vida a un arquitecto famosó. La elección de Juan Bautista de Toledo—nombrado por el rey arquitecto de la fábrica— y los frailes Juan de Colmenar y Juan de Huete resulta un tanto misteriosa. Toledo es el resposable de la «traza universal» del complejo. Cuando muere, en 1567, sólo ha construido el patio de los Evangelistas, y le sustituye Juan de Herrera. La intervención de este acentúa el manierismo, cuyo principio estilístico más importante es el emmascaramiento. A Herrera se debe el cambio de la fachada, que eleva dos plantas sobre el primer orden. Coloca además una enorme peineta, para destacar el centro de la fachada y anunciar la existencia de la iglesia, pero no tiene correspondencia en el interior. Por lo tanto la fachada no cumple otro papel que el de pantalla o máscara. La diferencia de los estilos de Herrera y Toledo queda manifiesta en el patio de los Evangelistas. En este se enfrentan los armoniosos pórticos jónicos y dóricos de Toledo, con el frío templete central, decididamente manierista, obra de Herrera. Consecuente con su idea de crear en el monasterio un seminario y un colegio. Felipe II decide incluir entre las dependencias de El Escorial una biblioteca. Se sitúa en la planta superior, en una amplia sala, cubierta con una bóveda de cañón. Concebida como un templo de sabiduría, el tema general de la decoración son las artes liberales, junto con personajes mitológicos o históricos y algunas escenas antiguas de mensaje oculto (por ejemplo, el fresco de Los sacerdotes egipcios), sólo comprensible por las personas versadas.