
Tres rasgos capitales se vislumbran en la imagen que sus contemporáneos nos transmiten: le rodea el misterio, le yergue la soberbia; le impulsa e ilumina un hondo sentido de su misión en la tierra. Nadie sabe quién es, de dónde viene, qué es lo que se propone. Nadie puede hacerle bajar la cabeza ni aceptar una pulgada menos del total exorbitante que exige. Nadie deja
de sentir el magnetismo que le da el estar poseído de una idea, dominado por un mensaje. (...) Ocurre que todo ha conspirado para rodear la vida de Colón de tanto misterio como él parece haber deseado. No, por cierto, como sucede con Shakespeare, porque los datos disponibles sean exactos y poco importantes, sino al contrario, porque estos datos, relativamente numerosos, no concuerdan. Es difícil resolver el rompecabezas que ofrece la historiografía de Colón y es imposible si se aceptan en su sentido literal, por un lado, sus propias declaraciones y, por otro, los documentos reunidos por el gobierno italiano y por la ciudad de Génova para probar su origen genovés. (...)

OTROS ESPECIALISTAS colombinos resuelven el problema rechazando casi todas las declaraciones del propio Colón como otros tantos inventos y embustes. No cabe duda de que Colón administraba la verdad con notoria cautela; pero falta a la más elemental sutileza no sólo sobre el carácter de Colón, sino sobre la naturaleza humana, quien atribuye no ya al descubridor de América, sino a cualquier hombre, una predisposición constante a mentir, cuando la proclividad humana al mínimo de acción nos lleva a todos a decir la verdad siempre que no haya interés en contra. Al fin y a la postre subsisten dificultades sin resolver entre el Colón que nos pintan los papeles genoveses y el que nos revelan las declaraciones del propio descubridor.
Fuente:Salvador de Madariaga(1886-1978)Extracto de «Vida del muy magnífico señor don Cristóbal Colón»