lunes, octubre 08, 2007

VIOLENTADAS POR EL CAMINO

ntre los primeros peregrinos de los siglos XI y XII figuran ya algunos nombres de mujer. Alrededor de 1065, el conde Sigfrido de Sponheim, peregrino en Tierra Santa con su mujer, halla la muerte en el camino de regreso, pero ella prosigue su viaje hasta Galicia para cumplir un voto formulado en ese momento.
En 1112 visita Santiago —acompañada por su marido y otros amigos— santa Paolina, que ya anteriormente había realizado varias peregrinaciones. Entre las mujeres peregrinas destacan no pocas santas, como es el caso de santa Bona de Pisa, compañera de toda la vida del peregrino, o de santa Brígida, que a mediados del siglo XIV parte hacia Santiago, adonde ya habían ido su abuelo y su padre, desde la lejana Escandinavia.
Pero además de las santas, otras figuras femeninas se dirigen a la tumba del Apóstol, de modo que Santiago se convierte en el lugar predilecto de nobles damas y reinas y, al mismo tiempo, de locas y endemoniadas que van en busca de alivio, o de mujeres condenadas a la peregrinación. Distinto es el caso de la madre de santa Clara, dama de familia aristocrática, casada con un hombre de su misma condición y que puede permitirse varios y extensos peregrinajes, entre los que figura el de Santiago.Pero, ¿cómo viajan todas estas peregrinas teniendo en cuenta que el peligro es para ellas mucho mayor que para los hombres?. Muy raramente se echan a los caminos a solas, e incluso las más nobles y las reinas van con el marido o en cualquier caso, escoltadas. Se viaja por lo tanto en pareja o mejor aún, en grupo, como lo cuenta en una carta Petrarca, que en 1353 se encuentra cerca de Aix con una abultada tropa de matronas romanas que se dirigen a Santiago. Respecto al temor por los peligros del viaje, el caso de la inglesa Margery Kempe es emblemático. A pesar de su matrimonio y de sus catorce hijos, esta mujer, siempre con el permiso de su marido, se convierte en una auténtica experta en peregrinaciones: Tierra Santa, Santiago, Roma y Asís. Pero cuando en 1436 empieza a dictar sus recuerdos de aquellos viajes, surge obsesivamente, en forma de pesadillas de trasfondo erótico, el terror a ser violada por el camino. Miedo que encaja bien con una realidad en la que se dan frecuentemente estos casos, incluso para aquellas que viajan con el marido.