
Entre estas familias de artífices se halla la de los Arfe. El primero de ellos, Enrique, había nacido en Harff (Colonia), en 1475 y moriría en 1545. A él se deben las custodias de la catedral de León (1501) y, en la misma época, las del monasterio de Sahagún. En 1518 realizaría la perteneciente a la catedral de Córdoba y, seis años más tarde, la monumental de Toledo, que Francisco Merino doraría en 1594. Su hijo Antonio, nacido quizás en León hacia 1510, inició la custodia de Santiago de Compostela, y en toda su producción desarrolló el estilo plateresco, con superposición de templetes y con columnas de candelabro (tal c
omo harían Forment y La maison en Zaragoza). Le sucedió en el taller su hijo Juan (León, 1535- Madrid, 1603), quien se opuso a seguir los pasos de su padre y eligió un estilo más clasicista que le llevó a abandonar la exuberancia del plateresco.

Entre sus obras se hallan la custodia de la catedral de Sevilla (1580) y la de Burgos (1588). En el campo de la orfebrería sobresalen otros nombres, como Becerril en Cuenca, Franci, Merino y Vergara en Castilla o Lamaison en Zaragoza.
Dentro del ámbito de la escultura, la estética renacentista se configura a partir de la tradición gótica y la resistencia a la tendencia paganizante de la escultura italiana. La madera se emplea con frecuencia, policromada de forma adecuada, y se insiste en que la atención recaiga sobre la expresividad de las imágenes. Felipe de Vigarny establece su taller en Castilla la Vieja y, desde allí, ejerce su influencia en ambas Castillas. Entre sus obras se cuentan los tres relieves de la girola de la catedral de Burgos y El descendimiento de Toledo. Otros maestros fueron Vasco de Zarza, en Ávila, y Damián Forment y Gabriel Yoly en Aragón.