viernes, marzo 28, 2008

EL CAMINO (IV)-DE SAMOS A PORTOMARIN-33.7KM

omenzamos la andadura, sumando a esta etapa los kilómetros que no pudimos realizar el día anterior por la lluvia.El itinerario no ofrecía muchas complicaciones, descansando en Sarria y aprovisionándonos de lo necesario para continuar con una de las etapas más largas del camino.Al ser un lugar de paso solamente, por las circunstancias que he resaltado anteriormente, no pudimos visitar todo lo que Sarria ofrece, como es el caso del convento de la Magdalena, muy célebre entre los viajeros del medievo, cuya fachada plateresca aún puede verse en la parte alta, cerca del castillo feudal de los condes de Sarria.
Sarria, es un punto que marca justo la mitad del camino, aunque puede exístir algunas contradiciones, pero podemos decir que desde aquí hasta Santiago quedan 100km por lo que muchos peregrinos parten de aquí para conseguir la compostela ya que se necesita como mínimo esta distancia.
Junto con la subida a O´Cebreiros, esta etapa me resultó de las más tediosas, aunque el reccorido es prácticamente llano, a excepción de alguna subida sin relevancia.Desde el medio día, nos acompañó una lluvia que no nos abandonaría hasta llegar a Portomarin, el cansancio hizo acto de presencia a través de un dédalo de caminos, pistas corredoiras sendas y carreteras imposibles de deshilvanar si no fuera por las flechas amarillas.
Es la cara más desconocida de Galicia, vedada a quien utilice un vehículo distinto al pesdestre. La cadena de aldeas por las que se pasa es puro espejismo: casi ninguna ofrece un mínimo servicio.
Segun cuenta la Historia, Portomarin fue un importante lugar de paso del medievo. Tuvo hospital y un sólido puente sobre el Miño, destruído por Doña Urraca en su intento de frenar el avance de las tropas de su marido, Alfonso el Batallador, y vuelto a levantar en 1120. Desgraciadamente, tanto por el cansacio acumulado de días anteriores como por la dificultad del avance por la lluvía, nuestro único objetivo fue el reponernos para comenzar de nuevo al día siguiente una nueva andadura.
En mi mente pesaba aún la mala noche pasada del día anterior y sobre todo la desaparición misteriosa de mi manta en el albergue de Samos, así que decidí hospedarme en un modesto hostal y sumergirme como lo hizo en su tiempo la Ciudad de Portomarin bajo las aguas del embalse de Belesar, en mi caso, en un baño de agua templada que me diera nuevos bríos y relajación de todo lo andado.
Nelson