lunes, julio 16, 2007

EL ATENTADO DEL CURA MERINO

adrid, 7 de febrero de 1852 — Es ejecutado públicamente Martín Merino, autor de un atentado contra Isabel II el pasado día 2, cuando la reina se disponía a abandonar palacio para ir a misa y recibir la bendición de ritual en la basílica de Atocha. Era el primer día que la reina salía a la calle, tras haber dado a luz una hija en diciembre pasado.
El cura Martín Merino logra penetrar en palacio y, con la excusa de ir a presentar un memorial a la reina, le asesta en el pecho una puñalada, hiriéndola levemente. El ataque no tiene mayores consecuencias, ya que gran parte del golpe lo amortigua el corpiño que porta Isabel II. El cura Merino da inmediatas muestras de perturbación mental, por lo que, a pesar de que la situación política y social de descontento lo hacen probable, se descarta el móvil político. Su más que posible locura no es óbice para que Martín Merino sufra la degradación canónica, y se le condene a morir en el garrote vil.
Martin Merino ( Arnedo 1789) ingresa muy joven en los franciscanos, lo que no le impide tomar las armas en la partida de los Cruzados, en Sevilla, el año 1808. En 1813 es ordenado sacerdote, en Cádiz, pero pronto ha de huir a Francia, a causa de sus ideas liberales, donde permanece entre 1819-20 y 1823-41, períodos durante los cuales Merino se seculariza. A su regreso en 1841, Martín Merino se instala en Madrid, donde lleva una vida retirada. Aquí fragua su plan regicida, irritado por el grado de corrupción de la política española. El régimen moderado ha defraudado a muchos españoles, incluidos numerosos políticos y militares. El golpe de estado de Luis Napoleón en Francia, en diciembre de 1851, tiene inmediatas repercusiones en España, donde Bravo Murillo suspende las cortes, que no vuelven a convocarse hasta finales de 1852.
A esto, y a la dura represión que se desarrolla desde hace unos años, se une la intención de Bravo Murillo de elaborar un nuevo sistema político, para ampliar aún más las competencias de la Corona.
Ello no hace más que aumentar la oposición al régimen, patentizada en el atentado de Martín Merino, y plasmada en la revolución de 1854.