
La nobleza era el estamento que gozaba de mayores privilegios. Constituía tan solo una pequeña parte de la sociedad, pero acaparaba las tierras y el poder político y militar. Estaba exenta de impuestos y recibía, además, las rentas de los campesinos. Jurídica y legalmente se hallaba en la cúspide social y disfrutaba de privilegios vedados al resto de la sociedad.
El clero constituía, con la nobleza, el principal estamento; en su seno entre el alto clero, formado por los grandes dignatarios de la Iglesia, que gozaban de una inmensa riqueza patrimonial en iglesias, palacios, tierras, rentas y diezmos, y el bajo clero, constituido por un grupo heterogéneo que agrupaba desde los canónigos catedralicios hasta los simples curas rurales. La Iglesia, además, ostentaba el poder espiritual y monopolizaba la educación.
El tercer estado estaba formado por la mayor parte de la población. Agrupaba en su seno individuos en condiciones muy diversas, pues en él se incluía tanto a la alta burguesía empresarial y financiera como a los artesanos urbanos o a los campesinos. Si los burgueses poseían palacios opulentos, disfrutaban de una elevada educación y vivían de forma similar a la nobleza, los campesinos apenas conseguían sobrevivir a las continuas hambrunas. La mayoría estaba vinculada a los propietarios de las tierras y debía hacer frente a una gran cantidad de impuestos de la que se beneficiaban la nobleza y la Iglesia.
Esta rígida sociedad estamental entró en crisis en el siglo XVIII cuando la burguesía enriquecida comenzó a reclamar derechos políticos. La consecuencia fue el estallido de la Revolución francesa en 1789.
Benito Pérez Galdós