miércoles, febrero 13, 2008

UN TRONO PARA LAS MUJERES

e las conquistas territoriales de la Primera Cruzada nació una serie de principados de vida más o menos larga. El más efímero fue el Condado de Edesa, que se extendía más allá del Éufrates y cuya capital cayó definitivamente en manos del gobernador turco de Mosul en 1146.Situados a lo largo de la costa septentrional del golfo del Líbano, el Principado de Antioquía y el Condado de Trípoli perdieron parte de sus territorios en las campañas militares de Saladino, pero ambas capitales resistieron los asaltos de los mamelucos hasta 1268, la primera y hasta 1289, la segunda. Un destino semejante aguardaba al Reino de Jerusalén—en su período de mayor esplendor se extendía de Beirut al golfo de Aqaba y del Mediterráneo a la Transjordania— que tras las campañas de Saladino quedó reducido a poco más que la ciudad de Tiro, a la que se añadieron, con la Tercera Cruzada (1190-1192), Acre y algunas plazas fuertes.
Sin embargo, la caída de Acre tampoco significó el final de la presencia franca en Oriente: el Reino de Chipre, en manos de la familia de los Lusignan desde finales del siglo XI conservó su independencia casi hasta finales del siglo XV, cuando Caterina Cornero, esposa del útimo Lusignan, fue obligada a ceder la isla a la República de Venecia. Y en las postrimerías de la Edad Media, los soberanos angevinos de Nápoles reclamaron el prestigioso título de rey de Jerusalén y no renunciaron a él ni siquiera después de perder la italia meridional. Renato de Anjou, por ejemplo, siendo duque de Lorena y conde de Provenza, lo llevó hasta su muerte en 1480.
Con la salvedad de Chipre, los principados latinos de Oriente fueron creados por iniciativa de los principales jefes de la Primera Cruzada, que intentaban transmitir títulos y posesiones a sus descendientes. Al morir sin descendencia Godofredo de Bouillon, los barones concedieron la corona a su hermano, Balduino de Bolonia, al cual sucedió, en 1118, ya sin intervención de los barones, su primo Balduino II del Borgo. A falta de descendientes directos, la herencia pasaba sin problemas a las ramas colaterales o incluso a las mujeres, cuyos maridos llevaban el título antes de transmitirlo a sus hijos.
Tras la muerte de Balduino II, por ejemplo, su hija Melisenda asumió el título conjuntamente con su marido Folco de Anjou. De nuevo, en 1185, al morir su sobrino Balduino IV el rey leproso, la corona pasó a su hija mayor Sibila (1186-1192) y, posteriormente, a la segunda, Isabel (1195- 1205), ambas casadas con barones franceses. Las siguientes cruzadas, y en particular la Segunda y la Tercera, dieron lugar a muchos matrimonios, lo cual permitió reabastecer las filas de una nobleza seriamente mermada por la defensa de sus territorios.