
viernes, diciembre 14, 2007
EL FUSILAMIENTO DE MAXIMILIANO

UN ANTIMORISCO FANÁTICO

Gracias a sus buenas relaciones con el virrey de Valencia, el conde de Benavente, volvió a marchar aRoma en 1600, con la intención de presentar la obra al Papa, quien tampoco expresó el mínimo interés; un rechazo que también halló en el Inquisidor General al año siguiente y, ante su tenacidad, en 1603, el general de la Orden le amonestó para que se retirara a su convento y no volviera a dirigirse ni al Papa ni al Rey. Pero no obedeció y al año siguiente, aprovechando la estancia del monarca en Valencia, le mostró su libro. La entrevista tuvo sus frutos y en 1605, Felipe III y su valido el duque de Lerma le otorgaron una ayuda de 400 ducados para la edición del libro; una suma muy considerable para laépoca. Con tal pasaporte, marchó de nuevo al Vaticano, donde recibió una acogida más favorable. En 1607, volvía de la Ciudad Santa; el30 de enero de 1608, el duque de Lerma arrancaba a los miembros del Consejo de Estado la decisión unánime de expulsar a los moriscos de España y, el 4 de agosto del año siguiente, la orden real se repartía por todos los territorios de la Corona. Esta decisión fue la que el dominico intentó justificar años después con su Corónica de los moros de España, donde barajaba que ésta había sido el resultado de la confluencia de razones de tipo religioso, económico y político.
LA CONJURACIÓN DE VENECIA

Cinco presuntos implicados fueron ejecutados sin juicio previo. Las presiones venecianas consiguieron que lerma retirara de su puesto al embajador Bedmar, considerado el cerebro de la trama. Asimismo, falsos informes enviados a Madrid consiguieron otro triunfo al desprestigiar a Osuna y privarle de su cargo de virrey de Nápoles. Quevedo —máximo responsable de la hacienda napolitana tras haber gestionado muy hábilmente ante Lerma el nombramiento de Osuna como virrey y que por su actuación diplomática había merecido el hábito de Santiago— se vió también arrastrado por el duque en su caída. De regreso en España, la pérdida del favor del Rey le llevaría al destierro en su señorío de la Torre de Juan Abad.
El carácter complejo y secreto de la supuesta trama aportaba sugestivos ingredientes que atraerían sobre ella la atención de novelistas y comediógrafos de capa y espada de amplia difusión popular. Por su parte, el profesor Seco Serrino apuntaría sobre esta cuestión:“Fue todo una trama urdida nuy inteligentemente por la eficaz y nada escrupulosa diplomacia veneciana (...) Con la inculpación de la conspiración, logró Venecia una base concreta para solicitar de Felipe III y del débil gobierno de Lerma -que buscaba a toda costa la paz de Italia— que fueran removidos de sus cargos enemigos tan eficientes y peligrosos. Puede asegurarse que ésta fue la realidad, bien palpable para los que hayan seguido paso a paso, a través de la Historia, las añagazas de toda índole de que siempre se sirvió Venecia para sostener un poderío mucho más aparente que real y casi inexistente en esa época”.
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