
Ésta y otras anomalías sobre la materia fueron corregidas posteriormente, de tal manera que a fines del mismo siglo estaba normalizado el alojamiento en los navíos de un modo más racional.
Las Ordenanzas de 1793 regularon definitivamente su reparto. Los únicos pabellones realmente espaciosos eran los del general y el comandante.
El primero situado a popa en la cubierta del alcázar y el segundo en la de entrepuente. Ambos incluían una cámara y un camarote. El segundo comandante y los tenientes de navío, por riguroso orden de antigüedad y de popa a proa, poseían camarotes múltiples a banda y banda de un pasillo formado a crujía, donde también se montaba la capilla. Los oficiales de guerra disponían de cámara propia. Inmediatamente a proa de estos compartimientos, sin a penas más separación que unas lonas, arranchaban los oficiales de mar.
El primero situado a popa en la cubierta del alcázar y el segundo en la de entrepuente. Ambos incluían una cámara y un camarote. El segundo comandante y los tenientes de navío, por riguroso orden de antigüedad y de popa a proa, poseían camarotes múltiples a banda y banda de un pasillo formado a crujía, donde también se montaba la capilla. Los oficiales de guerra disponían de cámara propia. Inmediatamente a proa de estos compartimientos, sin a penas más separación que unas lonas, arranchaban los oficiales de mar.