
Para Calvino y Zwinglio, ahondando un poco más las críticas realizadas por Lutero, la simple veneración convierte en ídolos a las reliquias de la pasión de Cristo (la Vera Cruz o el velo de la Verónica), las tumbas de los Apóstoles o los vestigios de los santos. Según ellos, el Papa instigaba una piedad falsa, más cercana al mundo de los dioses paganos que de la verdadera revelación, al no desear defender una religión del espíritu y de la verdad, sino mercantilizar a práctica religiosa.
Coincidiendo con el primer jubileo del siglo XVI,promulgado por Clemente VII en 1525, el ambiente intelectual y religioso se muestra contrario e, incluso, hostil a los peregrinos. Tras décadas de diatribas y críticas, dentro y fuera de la ortodoxia católica, la única peregrinación aceptada por reformadores y humanistas es la peregrinación como un camino espiritual del cristiano”, idea defendida por Juan Luis Vives y por el propio Calvino. La Contrarreforma tuvo que justificar teóricamente la importancia de los romeros y, sobre todo, defender la trascendencia de la peregrinatio religiosa como el único espíritu que mueve a los católicos a iniciar el viaje.