
Unos, manifiestan, que el destino de lo recaudado debería incidir en obras sociales, no sin apostillar, o mejor dicho dejar al descubierto su animadversión hacia lo que representa la Iglesia Católica, como si en ello se quisiera castigar de alguna forma a la religión mayoritaria de España, por infinidad de razones.
El otro sector, los que colocan el aspa favoreciendo los recursos eclesiásticos, esgrimen, que tomando esta actitud, se le ahorra al estado 36.060 millones de euros, por la actuación de la iglesia en obras sociales, docentes, sanitarias, culturales y de conservación del patrimonio histórico-artístico y de ayuda a los países del tercer mundo. Ambas, tendrán sus razones, porque todo, por muy discordantes que sean los motivos para tomar una decisión u otra, conducen en cierta manera hacia la libertad de elegir la opción que le satisface más a la hora de destinar esos recursos.
Por mi parte, sin decir donde irá mi “X”, sí que desearía que las cuentas estuviesen claras, en todas las opciones, porque últimamente, hasta las ONG,s nos están fallando, y por supuesto, no concibo relevante, que se destine dividendos, hacía los cultivos de lentejas de un determinado país asiático, enmascarándolo de estudio sin precedente, único e irrepetible.
Sea como sea, os deseo, la mejor opción para invertir nuestro dinero, en lo que mejor repercuta en la sociedad que nos ha tocado vivir.