l navío español más preparado de su época fue el Santísima Trinidad, renombrado por los marinos como El Escorial de los Mares. Durante treinta y seis años prestó servicio a la Armada y los soldados que desempeñaron su función en este barco fueron considerados los mejores. Fue construido en el astillero de La Habana en 1769, siguiendo los planos de Mateo Mullán, con maderas preciosas como caoba,júcaro y caguairán transportadas desde el poblado de San Jerónimo en la provincia de Camagüey. En las primeras pruebas se observaron varios desperfectos que fueron corregidos en los astilleros de El Ferrol y Cádiz. Tenía 4 puentes, 61 metros de eslora de popa a proa y 58 pies de manga, dimensiones extraordinarias con respecto al resto de navíos. En principio contó con 116 troneras, si bien en 1796 fueron aumentadas a 130; en 1805 se realizó otra reforma para añadir otras 10. El casco estaba adornado con una ancha franja roja en la que se intercalaba otra más estrecha de color blanco. El primitivo mascarón de proa fue un león rampante, cambiado después por una talla de la Divina Trinidad. En el interior contaba con los siguientes espacios: depósito de víveres, a cámara del general, cocinas, enfermeria y sollados para la tripulación.
Los cañones del Santísima Trinidad eran temidos en las batallas y la intervención del buque fue decisiva en numerosa ocasiones. En 1780 intervino en el apresamiento de un convoy inglés de 51 barcos, y en 1797 fue clave en la batalla de San Vicente, donde se enfrentó al Captain de Nelson. Durante la batalla de Trafalgar, al mando del almirante Francisco Javier Uriarte, fue prácticamente destrozado. En las costas de Cádiz soportó el incesante cañoneo de los navíos ingleses, que lo desarbolaron y lo inmovilizaron hasta el abordaje en el que perdieron la vida de más de doscientos marineros en sus bodegas. Las fragatas inglesas Naiade y Phoebe lo remolcaron en dirección a Gibraltar, pero a causa del deterioro y del temporal se hundió cerca del Peñón, a unas treinta millas al sur de Cádiz.
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