sábado, diciembre 30, 2006

EL ARTE DE VIVIR BIEN


o EXISTE CIENCIA o disciplina sobre la que no se pronunciara Aristóteles. Su impresionante obra (en gran parte la recopilación de as notas de clase recogidas por sus discípulos) ocupa más de 600 libros en los que se establecen los principios fundamentales de todos los aspectos del saber, aunque sólo una quinta parte de ellos se han conservado. No en vano, Aristóteles es junto con Platón el filósofo que más ha influido en la cultura de Occidente. Sus obras capitales son Ética a Nicómaco, Retórica, Lógica, Acerca del alma y Política.
El primer paso del estagirita fue catalogar todas las cosas del mundo que podían ser minerales, vegetales o animales. A continuación examinó al hombre y concluyó que todo lo que éste producía podía ser clasificado como material, moral y teorético, según el objeto de su pensamiento perteneciera al mundo de la física, de la ética o de la metafísica. Para resolver los problemas derivados de estas clasificaciones, Aristóteles escribió ocho libros de física y a continuación otros 14 para explicar todo lo concerniente al ser, así como al espacio y al tiempo. A estos últimos los llamó globalmente Metafísico, porque eran los libros que elaboró «más allá de la física".
Pero si existe un aspecto en el que el viejo filósofo penetró con agudeza y comprensión en el ser humano fue, sin duda alguna, en la ética, a lo que dedicó dos tratados. La pregunta clave no ha variado hoy:¿qué queremos en la vida?. La respuesta continúa siendo la misma: la felicidad. Es preciso ahora definir qué es la felicidad y qué hay que hacer para conseguirla. La mayoría de las personas responderían que la felicidad consiste en vivir bien. Pero una vida sólo basada en el placer, advertía el filósofo, sería una vida de bestias. Tampoco la felicidad se encuentra en el poder o las riquezas, que son, en realidad, gratificaciones que quedan fuera del individuo, sin enriquecerlo de verdad.
En definitiva, para Aristóteles, lo que verdaderamente hace feliz al hombre es cumplir las funciones que le son propias y lo que distingue al ser humano de otros seres vivos es su alma racional, no la sensitiva o la vegetativa. De modo que la felicidad, el bien supremo, consistirá en hacer funcionar la razón. Llevando este principio al ser individual, Aristóteles quiere decir que cada uno de nosotros debe, en primer lugar, conocerse a sí mismo para, realizarse según su propia índole. Quizá descubramos que nuestra naturaleza nos permite sentirnos felices en diversas situaciones.
S.E.P.(El reportaje de la Historia)

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