n militar, Choderlos de Lacros, publicó en 1782 Las amistades peligrosas, una novela con la que tuvo un rápido y sonoro éxito.Entre otras cosas, enseñaba cómo ligar en la Francia de Luis XIV.
"MUY SEÑORA MÍA, VD. ME PROHÍBE que le hable de mi amor; pero, ¿en dónde podré hallar fuerza bastante para obedecer a su mandato? Unicamenie ocupado de un sentimiento, que debería ser tan dulce, y queVd. hace tan cruel; muriendo de dolor en el destierro a que Vd. me ha condenado; no viviendo sino de privaciones; víctima de un tormento tanto más doloroso, cuanto me recuerda sin cesar su indiferencia, ¿será preciso que pierda aún el solo consuelo que me queda? ¿DesviaráVd. sus ojos para no ver las lágrimas que me hace derramar? (...) ¿No sería más digno deVd., de su alma tierna y generosa, tener piedad de un desgraciado, que lo es sólo por su causa, que no el querer multiplicar sus penas, con una ley tan injusta como rigurosa?
Vd. finge temer el amor, y no quiere considerar queVd. sola ocasiona los males de que le reconviene. ¡Ah!, sin duda, este sentimiento es penoso, cuando el objeto que lo inspira no lo experimenta mutuamente; pero ¿en dónde buscaremos la dicha, si un amor recíproco no la procura? La tierna amistad, la dulce confianza, y la única que sea sin reserva, la disminución de los pesares, el aumento de los placeres, la esperanza encantadora, el delicioso recuerdo, ¿quién, quién puede procurarlos sino el amor? Vd. le calumnia, Vd. que, para gozar de todos los bienes que le ofrece, necesita sólo no rehusarlos (...).
Me obligaVd. a defenderme a mí mismo; pues mientras que dedico mi vida a adorar sus encantos, Vd. emplea la suya en suponer y condenar mis faltas. Ya me suponeVd. inconstante y engañoso; y abusando, en daño mío, de algunos errores que yo mismo he confesado a sus pies, se complace en confundir lo que yo era entonces, con lo que soy al presente. No contenta con haberme condenado al martirio de vivir lejos de Vd., emplea un horrible sarcasmo, hablándome de placeres en punto a los cuales sabe bien cuán insensible me ha vuelto Vd. No cree Vd. ni mis promesas, ni mis juramentos: pues bien, me queda todavía una garantía que ofrecer, y a lo menos no le será sospechosa; ésta esVd. misma.
No quiero sino queVd. se pregunte a sí misma de buena fe. SiVd. no cree mi amor, sin duda un instante de que reina únicamente en mi alma, si no está segura de haber fijado este corazón, hasta ahora en efecto demasiado inconstante, consiento en sufrir el castigo de este error; lloraré, más no apelaré de él; pero, si al contrario, haciéndonos justicia a los dos, se veVd. forzada a convenir en que no tiene ni tendrá jamás rival para conmigo, entonces no me obligueVd., se lo suplico, a combatir ilusiones, y déjeme, a lo menos, el consuelo de ver que no duda de la sinceridad de un sentimiento que, en realidad, no acabará ni puede acabar sino con mi vida. (...)¿Qué he hecho, en suma, sino resistir al torbellino en que me había metido? Introducido y presentado en la sociedad, joven todavía, y sin experiencia; pasado, por decirlo así, de mano en mano, por una multitud de mujeres, que todas se apresuraban con su facilidad a dejar lugar a una reflexión que conocían debía serles poco favorable, ¿tocaba a mí dar el ejemplo de una
resistencia que no hallaba en parte alguna? ¿O debía yo castigarme de un momento de error, que a menudo había sido provocado, empleando una constancia segura mente inútil, y en la que no se hubiera visto sino una ridiculez? ¿Qué otro medio, si no es un pronto rompimiento, puede justificar una vergonzosa elección?
PERO PUEDO ASEGURAR A VD. que en este devaneo de mis sentidos (...) no ha tomado parte mi corazón. Nacido para amar, las intrigas amorosas podían distraerle, pero no llenarle; cercado de objetos seductores, pero despreciables, ninguno llegaba a poseer mi alma; me ofrecían placeres, y yo buscaba virtudes; yo mismo, en fin, me reputé inconstante, porque era delicado y sensible.Sólo al ver aVd. se ha rasgado el velo que cubría mis ojos; bien pronto he reconocido que el encanto del amor dimana de las calidades del alma; que ellas solas pueden producir su exceso y justificarle. Conocí en fin que me era igualmente imposible no amar a Vd. y poder amar a otra.VeaVd., señora, cuál es este corazón a quien teme Vd. entregarse, y de cuya suerte debe Vd. decidir; pero sea la que fuere la que Vd. le reserva, no cambiará nada los sentimientos que le profesa. Éstos son inalterables como las virtudes que los han hecho nacer"
Choderlos de Lados (1 741-1803)Extracto de «Las amistades peligrosos»«
"MUY SEÑORA MÍA, VD. ME PROHÍBE que le hable de mi amor; pero, ¿en dónde podré hallar fuerza bastante para obedecer a su mandato? Unicamenie ocupado de un sentimiento, que debería ser tan dulce, y queVd. hace tan cruel; muriendo de dolor en el destierro a que Vd. me ha condenado; no viviendo sino de privaciones; víctima de un tormento tanto más doloroso, cuanto me recuerda sin cesar su indiferencia, ¿será preciso que pierda aún el solo consuelo que me queda? ¿DesviaráVd. sus ojos para no ver las lágrimas que me hace derramar? (...) ¿No sería más digno deVd., de su alma tierna y generosa, tener piedad de un desgraciado, que lo es sólo por su causa, que no el querer multiplicar sus penas, con una ley tan injusta como rigurosa?
Vd. finge temer el amor, y no quiere considerar queVd. sola ocasiona los males de que le reconviene. ¡Ah!, sin duda, este sentimiento es penoso, cuando el objeto que lo inspira no lo experimenta mutuamente; pero ¿en dónde buscaremos la dicha, si un amor recíproco no la procura? La tierna amistad, la dulce confianza, y la única que sea sin reserva, la disminución de los pesares, el aumento de los placeres, la esperanza encantadora, el delicioso recuerdo, ¿quién, quién puede procurarlos sino el amor? Vd. le calumnia, Vd. que, para gozar de todos los bienes que le ofrece, necesita sólo no rehusarlos (...).
Me obligaVd. a defenderme a mí mismo; pues mientras que dedico mi vida a adorar sus encantos, Vd. emplea la suya en suponer y condenar mis faltas. Ya me suponeVd. inconstante y engañoso; y abusando, en daño mío, de algunos errores que yo mismo he confesado a sus pies, se complace en confundir lo que yo era entonces, con lo que soy al presente. No contenta con haberme condenado al martirio de vivir lejos de Vd., emplea un horrible sarcasmo, hablándome de placeres en punto a los cuales sabe bien cuán insensible me ha vuelto Vd. No cree Vd. ni mis promesas, ni mis juramentos: pues bien, me queda todavía una garantía que ofrecer, y a lo menos no le será sospechosa; ésta esVd. misma.
No quiero sino queVd. se pregunte a sí misma de buena fe. SiVd. no cree mi amor, sin duda un instante de que reina únicamente en mi alma, si no está segura de haber fijado este corazón, hasta ahora en efecto demasiado inconstante, consiento en sufrir el castigo de este error; lloraré, más no apelaré de él; pero, si al contrario, haciéndonos justicia a los dos, se veVd. forzada a convenir en que no tiene ni tendrá jamás rival para conmigo, entonces no me obligueVd., se lo suplico, a combatir ilusiones, y déjeme, a lo menos, el consuelo de ver que no duda de la sinceridad de un sentimiento que, en realidad, no acabará ni puede acabar sino con mi vida. (...)¿Qué he hecho, en suma, sino resistir al torbellino en que me había metido? Introducido y presentado en la sociedad, joven todavía, y sin experiencia; pasado, por decirlo así, de mano en mano, por una multitud de mujeres, que todas se apresuraban con su facilidad a dejar lugar a una reflexión que conocían debía serles poco favorable, ¿tocaba a mí dar el ejemplo de una
resistencia que no hallaba en parte alguna? ¿O debía yo castigarme de un momento de error, que a menudo había sido provocado, empleando una constancia segura mente inútil, y en la que no se hubiera visto sino una ridiculez? ¿Qué otro medio, si no es un pronto rompimiento, puede justificar una vergonzosa elección?
PERO PUEDO ASEGURAR A VD. que en este devaneo de mis sentidos (...) no ha tomado parte mi corazón. Nacido para amar, las intrigas amorosas podían distraerle, pero no llenarle; cercado de objetos seductores, pero despreciables, ninguno llegaba a poseer mi alma; me ofrecían placeres, y yo buscaba virtudes; yo mismo, en fin, me reputé inconstante, porque era delicado y sensible.Sólo al ver aVd. se ha rasgado el velo que cubría mis ojos; bien pronto he reconocido que el encanto del amor dimana de las calidades del alma; que ellas solas pueden producir su exceso y justificarle. Conocí en fin que me era igualmente imposible no amar a Vd. y poder amar a otra.VeaVd., señora, cuál es este corazón a quien teme Vd. entregarse, y de cuya suerte debe Vd. decidir; pero sea la que fuere la que Vd. le reserva, no cambiará nada los sentimientos que le profesa. Éstos son inalterables como las virtudes que los han hecho nacer"
Choderlos de Lados (1 741-1803)Extracto de «Las amistades peligrosos»«
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