
ientras el huracán de fuego está para caer sobre Inglaterra,Winston Churchill no pierde las oportunidades de reforzar el esplritu de resistencia de sus conciudadanos. El tema es siempre el mismo: Alemania ganará la guerra cuando doblegue a Inglaterra, cosa que no sucederá nunca. Tiene la esperanza de que

Norteamérica no permanecerá neutral cuando la cuna de la democracia sea atacada por la barbarie nazi. En secreto, llega a desear que el cielo se cubra de aviones alemanes, cuyas bombas hagan derrumbarse a Canterbury, Oxford, Westminster y los demás slmbolos ingleses, con tal de que mueva a los norteamericanos a intervenir. En espera del ataque, hizo que le preparasen un refugio antiaéreo en Sto James Park, pero, cuando fue a visitarlo, le pareció tétrico, y ordenó que lo transformaran en un apartamento acogedor para él y su mujer con un bar bien provisto de licores. Luego ordena colgar un cartel con las palabras pronunciadas por la Reina Victoria durante los descalabros de la guerra de los boers: "Quisiera que se supiera: que no hay pesimismo en esta casa no tenemos en consideración las posibilidades de una derrota: no existen".
Más adelante manda traer de un museo el tambor que sir Francis Drake, el almirante-corsario,
dejó en herencia a la Reina Isabel en 1595, para que "se use parar reunir a a los ingleses cuando la patria esté en peligro". La BBC realiza con él la sintonla sonora que, desde aquel momento hasta el fin de la guerra, distinguirá a todas las emisiones de Radio Londres.
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