martes, septiembre 12, 2006

CHURCHILL EN CUBA

Cuando Churchill se "empotró" con las tropas españolas en Cuba
Manuel R. Ortega


Churchill con el uniforme del 4º de Húsares. El viaje a Cuba, sus opiniones sobre los mambíses y la condecoración española situarían al joven oficial en el centro de la polémica.

El fenómeno de los periodistas "encamados" no es nuevo. En 1898 un joven cadete británico, con ansias periodísticas y desmedido afán de protagonismo, acompañó a un contingente español.30 de abril de 2006. La idea de visitar las operaciones militares españolas contra los mambíses caló en Winston Churchill casi un año después de graduarse en la Escuela Militar de Sandhurst, acontecimiento que tuvo lugar en diciembre de 1894. Poco después, Churchill había ingresado como alférez en el 4º Regimiento de Húsares, una unidad que, por cierto, había combatido en la Guerra Peninsular –de Independencia para los españoles–, la Primera Guerra Afgana y la Guerra de Crimea. Apenas unos meses después de su incorporación, a finales de febrero de 1895, los dirigentes independentistas cubanos llevaron a cabo una nueva insurrección. El general Emilio Calleja, capitán general de Cuba, subestimó las fuerzas de sus adversarios. Sin embargo, el desembarco en la isla de los caudillos mambíses José Martí, Máximo Gómez y los hermanos Antonio y José Maceo galvanizó a los rebeldes de tal modo que la insurrección alcanzó cotas alarmantes para Madrid. De resultas de aquello, el liberal Práxedes Mateo Sagasta envió un contingente de mas de 8.000 hombres como refuerzo a la guarnición militar de la isla caribeña, presentando poco después su dimisión y siendo sustituido por el conservador Antonio Cánovas del Castillo.Como primera medida, Cánovas nombró nuevo capitán general al general Arsenio Martínez Campos, muy familiarizado con Cuba. Al fin y al cabo, Martínez Campos había puesto fin a la insurrección en 1878 combinando los hechos de armas con una hábil estrategia de negociación que se saldó con una mayor autonomía cubana y una paz que se había mantenido durante siete años. No obstante, el flamante capitán general llegó a La Habana pensando en utilizar una estrategia similar, que en esta ocasión se reveló inoportuna. Él mismo indicaría a Canovas la crítica situación en que se encontraba el Ejército español y recomendaría su relevo por Valeriano Weyler, quien atajaría la rebelión con las medidas drásticas que requería la situación.Dos jóvenes británicos en CubaEn este contexto, Churchill y un compañero, Reginald Barnes, conocido como Reggie, llegaron a la isla a finales de noviembre. Apenas unos días después, el 28 de noviembre, fueron encamados a una columna comandada por el general Álvaro Suárez Valdés. Este alto mando de origen asturiano, cuya carrera también estaba estrechamente ligada a Cuba –recién graduado de la Academia de Toledo, con 19 años, había sido enviado a dicho destino, donde serviría posteriormente en otras dos ocasiones–, había llegado desde la Península en febrero de 1895, tras proclamarse el nuevo conato rebelde.Suárez Valdés recibió a Churchill y a Barnes en su destacamento. Durante una semana, los dos jóvenes oficiales británicos, destacados como observadores militares, tuvieron ocasión de acompañar a los efectivos del general en su lucha contra una partida de 4.000 mambíses. Precisamente, estando en el teatro de operaciones, el 30 de noviembre, Churchill celebró su 21 cumpleaños. En total, la estancia de ambos en Cuba no habría llegado a más de 15 días.Una polémica campaña de autobomboNo obstante, los acontecimientos cubanos incidieron en el inicio de la carrera militar, periodística y política del joven Churchill, de quien el también periodista e historiador de los corresponsales de guerra Philip Knightley ha señalado que buscaba autopromocionarse en dichos comienzos. Un autobombo que cobraría mayor grado en la campaña de Sudán y en la Guerra de los Bóers. Pero sin adelantar acontecimientos, la estancia en Cuba supuso una intensa polémica en la prensa británica y estadounidense, por lo general alineada de forma descarada con los rebeldes. Churchill tuvo que explicarse, especialmente al conocerse que el alto mando español en Cuba había solicitado para él –y para Barnes– la concesión de la Cruz Roja al Mérito Militar. "No he disparado un solo tiro de revólver. He sido miembro del Estado Mayor del general Valdés por cortesía, y soy condecorado con la Cruz Roja únicamente por cortesía", aseguró a los medios de comunicación.Y es que la propuesta de concesión fue cursada el 6 de diciembre de 1895 y concedida el 25 de enero de 1896 para ambos huéspedes del general Suárez Valdés. El asunto resultó mucho más polémico si se tiene en cuenta que el principal periodista británico en la isla, el corresponsal del Times Hubert Howard, exprimía sus simpatías por la causa de Maceo y Martí en sus crónicas. Punto de vista secundado por la mayoría de sus colegas y de la opinión pública británica. Precisamente, y sin ocultar sus críticas a la autoridad española, Churchill, que aprovechó el viaje para ganarse algún dinero publicando algunas crónicas y análisis sobre la situación cubana, daba una versión sobre ésta mucho más alternativa. El 15 de febrero de 1896 aseguraba en la Saturday Review que "la victoria rebelde ofrece poco bueno al Mundo en general o a Cuba en particular, insistiendo en que "aunque la Administración española sea mala, un gobierno cubano sería peor, igualmente corrupto, más caprichoso y muchísimo menos estable". Vistos los epítetos dedicados a la presencia de España en Cuba, las opiniones de Churchill lo situaban como un raro pro-español en aquél momento.Sin embargo, el propio Churchill consideraba que la situación cambiaba diametralmente si en lugar de tomar las riendas los rebeldes cubanos, éstas eran asumidas por unos Estados Unidos en plena expansión imperialista. Así fue. Casi tres años después de su estancia en Cuba, a medio camino entre el observador militar y el periodista, aseguraba al Morning Post en su edición del 15 de julio de 1898: "América puede dar paz a los cubanos". De Cuba, además de su afición por la siesta y los habanos, Churchill sacó en claro una campaña de autopromoción impagable, la Cruz Roja al Mérito Militar y la Medalla de la Campaña de Cuba, concedida por el Gobierno español en 1914, ya siendo Lord del Almirantazgo, tras su aprobación por aquél.

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