L MÍTICO ADALID almogávar Roger de Flor no era catalán sino siciliano, e hijo de alemán e italiana, lo que no le impidió sentirse súbdito aragonés ni ponerse bajo la autoridad del condado de Barcelona, pues en aquella patria grande que fue la Europa medieval las fronteras regionales aún no habían hecho mella en la conciencia de las personas. Roger de Brindisi, que así se llamaba el caballero antes de adoptar el otro más heráldico, fue un hombre culto que dominaba el latín y el griego, tenia rentas patrimoniales en la isla de Malta y era vicealmirante de la flota siciliana cuando a finales del trescientos, el basileo de Bizancio pidió al rey de Sicilia que le defendiese del avance otomana. Federico III, el hermano discolo del rey Jaime de Aragón que gobernaba con autonomía la isla, no quería enviar tropas regulares, así que decidió que la ocasión era propicia para dar empleo a las numerosas partidas de almogávares catalano- aragoneses que tan destacado papel habían jugado desde 1282.Para los nuevos escenarios de su lucha -los restos del imperio bizantino, con Grecia incluida-, encontró un jefe adecuado, un hombre de espíritu caballeresco que vio en la empresa de Bizancio la puerta franca hacia la gloria.
POCO TIEMPO TARDÓ Roger de Flor en conseguir la meta que se había propuesto Era un camino arduo, pero el esforzado caudillo logró victorias fulminantes y la fama de la Gran Compañía se extendió por todo el orbe mediterráneo. Y aunque en principio la campaña no se inscribió en la política expansionista de la Corona de Aragón ni en la estrategia militar siciliana, lo que era mero compromiso hacia Bizancio, pronto se transformó en una de las aventuras históricas más sorprendentes y singulares del Medievo europeo. Roger acorraló a los turcos en el monte Tauros, a las puertas de Cilicia, y conquistó numerosas ciudades sin apenas resistencia.
Fue nombrado duque, almirante y más tarde césar. Pero su ambición le perdió y los consejos prudentes de su esposa, que conocía los ardides de la Corte de Bizancio, no fueron suficientes para disuadirle de acudir al banquete en el que el heredero Miguel le tendió una celada fatal.
Roger de Flor murió asesinado y su desaparición provocó la célebre y tenebrosa venganza catalana.
I.M.
POCO TIEMPO TARDÓ Roger de Flor en conseguir la meta que se había propuesto Era un camino arduo, pero el esforzado caudillo logró victorias fulminantes y la fama de la Gran Compañía se extendió por todo el orbe mediterráneo. Y aunque en principio la campaña no se inscribió en la política expansionista de la Corona de Aragón ni en la estrategia militar siciliana, lo que era mero compromiso hacia Bizancio, pronto se transformó en una de las aventuras históricas más sorprendentes y singulares del Medievo europeo. Roger acorraló a los turcos en el monte Tauros, a las puertas de Cilicia, y conquistó numerosas ciudades sin apenas resistencia.
Fue nombrado duque, almirante y más tarde césar. Pero su ambición le perdió y los consejos prudentes de su esposa, que conocía los ardides de la Corte de Bizancio, no fueron suficientes para disuadirle de acudir al banquete en el que el heredero Miguel le tendió una celada fatal.
Roger de Flor murió asesinado y su desaparición provocó la célebre y tenebrosa venganza catalana.
I.M.
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