viernes, octubre 06, 2006

SEVILLA SE RINDE ANTE EL BLOQUEO NAVAL DE BONIFAZ

FERNANDO III, REY DE CASTIILLA y LEÓN, le cuadraba divinamente ese refrán que dice: «A Dios rogando y con el mazo dando». Dios recibía sus ruegos; Los infieles, sus mazazos. Convirtió ambos gestos, especialmente el segundo, en la misión-obsesión de su vida.
Nacido en el año 1199, hijo de Alfonso IX y de doña Berenguela, unificó los reinos de Castilla y León. Y a continuación se aplicó al mencionado objetivo que había fijado como centro supremo de su existencia. Su lema era: «Darle fierro al infiel>, expeditivo método para devolver la tierra a los hijos de Cristo por el procedimiento de arrebatársela a los de Mahoma.
En el 1234 se puso concienzudamente a la tarea. Ese mismo año ocupó Úbeda. Luego, en 123 6, Andújar, Baeza y Córdoba. En 1243, Murcia. En 1246, Jaén y de momento empezó a pensar en Sevilla. Nada menos. Fernando la veía desde la fortaleza de Alcalá de Guadaira, que había tomado tras una serie de expediciones de saqueo por tierras de Carmona. Corría ya el año 1 247.
Sevilla se ahogaba porque las tropas de Fernando, con la espada o con la pluma de los pactos, tenían ya en su poder, además de Carmona y Alcalá de Guadaira, Lorea, Guillena, Gerena, Cantillana y Alcalá del Río. Entonces, Sevilla sólo respiraba por mar, a través del pulmón liquido que constituía el Guadalquivir. Pero las naves de la primera flota castellana, al mando del almirante Ramón de Bonifaz, bloquearon el río y le cortaron a la ciudad andaluza el riego sanguíneo.
Una vez caída Córdoba y dejando todavía a un lado Granada, Sevilla era un regalo para la cristiandad. Su conquista suponía un avance militar, político y psicológico de primer orden para los creyentes. Así que a sus golosas puertas se reunió lo más selecto de la nobleza castellana. Pero la ciudad resistió y, durante meses, se produjeron escaramuzas en las que ningún bando cobró ventaja. Sin embargo, el 3 de mayo de 1248, Bonifaz rompió el puente de barcas que unía Sevilla con Triana, a través del cual se abastecía la población.
Empezó el hambre. Y con ella, la auténtica debilidad de los defensores. Las sucesivas embajadas de notables musulmanes que, a espaldas de los jefes militares, se entrevistaron con Fernando para pactar las condiciones de rendición no encontraron en éste flexibilidad alguna. Rendición incondicional. Eso era todo.
No tardó mucho en llegar. El 23 de noviembre, el rey tomó el Alcázar y dio un plazo de un mes para que la población musulmana abandonara el resto de la ciudad. Puso a su disposición una serie de pequeñas naves. Pero la mayoría prefería pasar a las restantes tierras musulmanas de la Península. El 22 de diciembre de 1248, un mes después de la toma del Alcázar, la ciudad entregaba sus llaves al rey cristiano. Una conquista recíproca. Los vencedores, hijos de la austeridad castellana y la severidad religiosa, se quedaron prendados de la riqueza y, llamémosla, alegría de los monumentos y calles. Sevilla era otro mundo.
Su caída supuso un hito en el proceso de Reconquista. En cierto modo lo frenó porque impuso la necesidad de consolidar y organizar un gran y rico territorio: la Baja Andalucía. Fernando, que no era sólo un obseso de la guerra, se entregó a ello. Repartió las tierras entre las órdenes militares y eclesiásticas, entre los nobles y los plebeyos.
Lo hizo en forma de heredamientos y donamos. Los primeros se entregaron a los repobladores que sustituyeron a los moros expulsados. Los segundos a quienes, de una forma directa o indirecta, con las armas o el dinero, habían contribuido a la tarea. Y se preocupó especialmente del ordenamiento jurídico y de otros aspectos unificadores. Por ejemplo, la adopción de la dobla como moneda áurea en sustitución del maravedí, que permanecería en Castilla únicamente como moneda de cuenta.
Pero Fernando III, no abdicó del todo de sus entusiasmos guerreros. A pesar de que no se encontraba muy «católico» de salud, se le ocurrió llevar su cruzada a África, al mismo corazón del invasor. Así pretendía evitar nuevas invasiones musulmanas, como la de los almorávides o los almohades.
El rey Fernando ni siquiera pudo cruzar el Estrecho. Murió en su querida Sevilla e130 de mayo de 1252. Allí, en la capilla real de la Catedral, yace enterrado. Su hijo Alfonso, uno de sus 13 vástagos, frutos de sus dos matrimonios, heredó el trono a los 32 años. Pasará a la historia cón el nombre de Alfonso X «el Sabio». Su padre, paladín de.la cristiandad, fundador de las catedrales de Burgos y Toledo, así como de la Universidad de Salamanca, fue llamado ya para siempre «El Santo», tras su canonización en 1671 por parte del Papa Clemente X.Carlos Toro

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