

El mismo día de 1579 en que era detenido por conspirador Antonio Pérez, la princesa de Éboli también era arrestada, con el mismo cargo, por el capitán de la Guardia Española del Rey, don Rodrigo Manuel de Villena, quien le anunció que quedaba presa en nombre del monarca. Y subida en una carroza de Palacio, escoltada por cincuenta soldados de la Guardia Española, fue conducida, por Villaverde, hasta la Torre de Pinto, donde estuvo seis meses. Allí dio muestras de estar enferma, por lo que, en febrero de 1580, fue trasladada al castillo de Santorcaz. En esta antigua cárcel de clérigos, la princesa Éboli siguió conspirando y clamando por su libertad, pero sólo logró de Felipe II el traslado a su casa de Pastrana, desde donde siguió intrigando. Era el año 1581.
Durante los últimos diez años de su vida, el rey se mostró inflexible con la prisión de la ilustre dama. No le perdonó sus maniobras en Flandes y Portugal, ni su responsabilidad en el asesinato de Escobedo. El rey hizo con la princesa lo que con su propio hijo. Cuando murió, doña Ana tenía 52 años. Era el 12 de febrero de 1592.
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