apoleón salvó la vida por dos segundos, el 24 de diciembre de 1800,cuando, al paso de su carroza, estalló una carreta que tenía amarrado un barril de pólvora. El atentado se saldó con 20 muertos.
EL 24 DE DICIEMBRE DE 1800, la Ópera daba una representación de La Creación de Haydn y Bonaparte anunció que estaría presente, junto con toda su casa, en este magnífico oratorio. Yo estaba de servicio, pero, como el primer cónsul iba a asistir a la ópera, supe que no sería de necesidad en el castillo y decidí, por mi cuenta, acudir al teatro Feydeau, ocupando el palco que madame Bonaparte nos autorizaba y que se hallaba situado debajo del suyo. Cuando la comitiva llegó a la mitad de la calle Nicaise, la escolta que precedía el carruaje encontró el camino obstruido por una carreta, que parecía haber quedado abandonada, y en la que se halló un barril fuertemente amarrado con cuerdas. El jefe de la escolta ordenó que se apartara la carreta a un lado de la calle, y el cochero del primer cónsul azuzó vigorosamente los caballos que salieron disparados como el rayo.
Apenas habían transcurrido dos segundos cuando el barril que había en la carreta estalló ocasionando una terrible explosión. Ninguno de los escoltas del primer cónsul murió, pero varios resultaron heridos; y las pérdidas ocasionadas a los vecinos de la calle y a los transeúntes que se hallaban cerca de la horrible máquina fueron mucho mayores. Más de veinte resultaron muertos y más de sesenta seriamente heridos.
Todas las ventanas de las Tullerías se rompieron y muchas casas se vinieron abajo. La totalidad de las de la rue Nicaise e incluso algunas otras sufrieron graves daños. Los cristales del carruaje del primer cónsul quedaron convertidos en añicos.
Napoleón se salvó por los pelos. Si el cochero del primer cónsul hubiera conducido con menos rapidez, todo habría acabado para su sueño. (...)
El primer cónsul entró en la ópera, donde fue recibido con aclamaciones tumultuosas, contrastando la inmovilidad de su rostro con la palidez y la agitación del de madame Bonaparte, que había temido no tanto por sí misma como por él.
DESPUÉS DE ESTA LAMENTABLE CATÁSTROFE que tanto pesar produjo en Francia y tanto luto en muchas familias, toda la Policía se movilizó en la búsqueda de los autores de la conspiración. Ni siquiera el nombre del más humilde de sus sirvientes se vio mezclado en conspiraciones criminales contra una vida que era considerada tan valiosa y gloriosa.
El ministro de Policía sospechaba que los realistas habían llevado a cabo este atentado, pero el primer cónsul lo atribuyó a los jacobinos, porque ya eran culpables, según él, de crímenes igualmente odiosos.
Se detuvo a 130 hombres de entre los más destacados de este partido, sobre la base de la mera sospecha, y sin ningún tipo de juicio. Ahora es sabido que el descubrimiento, proceso y ejecución de St. Régent y de Carbon, los verdaderos criminales, demostraron que las conjeturas del ministro eran más exactas que las del jefe de Estado.
El 4 de Nivoso, al mediodía, el primer cónsul celebró una gran revista en la plaza de Carrousel, donde se reunió una muchedumbre innumerable de ciudadanos para verle y también para darle testimonio de afecto por su persona.Por aquel entonces, el primer cónsul era amado no sólo por sus hechos militares, sino todavía más por la esperanza de paz que había proporcionado a Francia, una esperanza que iba a materializarse muy pronto.
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