ONZALO FERNÁNDEZ de Córdoba fue uno de los últimos caballeros que representaron los ideales medievales y, al tiempo, uno de los primeros que alumbró el Renacimiento. Pródigo hasta la extenuación -"la riqueza es servirme de ella" decía-sus gestos resultan hoy tal vez asombrosos, pero no exentos de imaginación.
En ocasiones dejaba ir a los prisioneros con regalos, después de agasajarlos; ofreció un ducado a los soldados por día que no blasfemaran; compraba lo saqueado por las tropas y lo devolvía a sus propietarios y, por supuesto, mantenía estrictamente los ritos religiosos, hasta el punto de que tras su muerte, se encontraron cilicios y disciplinas en uno de sus cajones.
NO SE CONOCE, además, que tuviera otro trato de mujer que con sus esposas: primero, Isabel de Sotomayor y, cuando ésta falleció de un mal parto, María Manrique. Desde luego, la especie que a veces circula sobre sus su puestas relaciones con doña Isabel la Católica son un burdo engaño. Con razón pudo decir, a pesar de todos sus recelos, el rey Fernando el Católico que el Gran Capitán era «el principal varón de nuestros reinos».
En ocasiones dejaba ir a los prisioneros con regalos, después de agasajarlos; ofreció un ducado a los soldados por día que no blasfemaran; compraba lo saqueado por las tropas y lo devolvía a sus propietarios y, por supuesto, mantenía estrictamente los ritos religiosos, hasta el punto de que tras su muerte, se encontraron cilicios y disciplinas en uno de sus cajones.
NO SE CONOCE, además, que tuviera otro trato de mujer que con sus esposas: primero, Isabel de Sotomayor y, cuando ésta falleció de un mal parto, María Manrique. Desde luego, la especie que a veces circula sobre sus su puestas relaciones con doña Isabel la Católica son un burdo engaño. Con razón pudo decir, a pesar de todos sus recelos, el rey Fernando el Católico que el Gran Capitán era «el principal varón de nuestros reinos».
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