

El espectáculo que presentamos era de nada común horror, aun para indiferentes, y de imponderable espanto y pena para los que tenían o juzgaban casi seguro tener parte principal en aquellas tragedias. Entre la Isla de León y Cádiz, al bajar según costumbre, a la playa,se decubrían las olas altísimas rompiendo en la orilla, y mar adentro,negras y amenazadoras las nubes y cubierto el suelo de destrozadas reliquias de buques arrojadas a tierra por el empuje de las aguas y del viento, de modo que a cada paso embarazaban el tránsiso al carruaja trozos de jarcia, de arboladuras, de cascos, todo hecho trizas por las balas, y de trecho en trecho algunos cadáveres en el estado doblemente horroroso que da llevar días de muerto, serlo por las balas y haber pasado en el agua largas horas.(Imagen.Antonio Alcalá Galiano)
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