martes, julio 22, 2008

EL RASTRO, TODO SE VENDE Y COMPRA

l barrio del Rastro, articulado en torno a la Ribera de Curtidores, comenzó a conocerse con tal nombre a finales del siglo xv, en los albores de la Edad Moderna. Era por entonces una zona de arrabal, un espacio apropiado para mataderos de animales y curtidurías de pieles, actividades ambas que alejaban a la población acomodada por los fuertes olores que despedían. De ser cierta la tradición popular, el nombre del barrio procede de los rastros de sangre que dejaban las reses tras ser degolladas.Pero, a despecho de su sangriento origen, el Rastro pronto comenzó a agrupar una importante actividad comercial de reventa de artículos usados. Eran los ropavejeros, los vendedores de ropa de segunda mano, quienes encontraban en los trabajadores de las curtidurías una clientela adecuada para sus mercancías. Poco a poco los comercios fueron ampliando su espectro. En el siglo XVII, a la ropa y los productos de cuero se sumaron los derivados del sebo (velas y cirios) y, a finales del XVIII, las tahonas y los comercios de quincalla. El Rastro seguía creciendo al ritmo en que lo hacía la propia ciudad de Madrid, lo que obligó al Concejo a ordenar el cierre de las tenerías para evitarla contaminación del Manzanares. La orden propició la llegada de nuevos negocios: chamarilerías, almonedas, anticuarios, muebles o libros antiguos.
Referencia.-La corte de Carlos IV.Editorial Planea.El Mundo

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