martes, septiembre 19, 2006

LAS MUÑECAS Y GALDAMES

ara salvar á Bilbao, el general Concha resolvió ocupar el formidable paso de las Muñecas, dirigiéndose el 28 de Abril de 1874 la división Echagüe á dar un brioso ataque á las posiciones de la derecha con el fin de tomar el pico de Haya, que domina el puerto de las Muñecas; y el general Martínez Campos, con la división de su mando, marchó hacia las alturas y trincheras establecidas en su izquierda, quedando la división Reyes en reserva.
Sangrienta, tenaz y encarnizada fue la lucha, teniendo el mismo marqués del Duero que auxiliar con su cuartel general y un batallón á Echagüe, tomando parte personal en la acción, decisión heroica que electrizó el ejército y lo impulsó á que en una acometida briosa derrotara al enemigo y .se apoderara de todas sus trincheras. En esta brillante acción se distinguió el primer batallón del regimiento de infantería de marina, que formaba parte de la división Martínez Campos, al atacar las posiciones de la izquierda, donde fue tan porfiada la brega, que hubo trinchera que se tomó y se perdió tres veces, hasta que al fin fue recuperada.
«Aquí, dice un distinguido escritor, también hubo rasgos de valor, cabiéndole la honra de distinguirse con especialidad al batallón de marina que, todo entero, se presentó voluntariamente á atacar la posición mas difícil.» Y el marqués del Duero en el parte al ministro de la Guerra, dice: «También tuvo ocasión de distinguirse en la segunda división, el primer batallón del regimiento de marina, que se prestó voluntariamente para atacar el punto más difícil de la derecha enemiga.»
Fueron los primeros en asaltar la trinchera, el teniente coronel del batallón D. Manuel de Lara y Pazos, que resultó herido, el comandante don Félix Campnebi y nueve soldados de infantería de marina, muriendo gloriosamente al frente de su compañía el capitán D. José Sevillano y Rodríguez. ¡Digna muerte del soldado! Nació para militar, y, como un bravo guerrero, murió ostentando en su pecho hacia muchos años la cruz de los héroes, la cruz de primera clase de San Fernando.

El 30 de Abril de l874, asistió el mismo batallón al combate de Galdames, tomando las alturas de la izquierda, denominadas pico de la Cruz, tras rudísima y heroica lucha, después de cinco horas, y en las que fueron rechazados varias veces por el esforzado Solana al frente de dos compañías del batallón de Cruzados, 4 de Castilla, coronando al fin la referida altura el batallón de marina con Tetuán y Ramales & las doce de la noche.
Cincuenta muertos y más de doscientos heridos, fueron las bajas que tuvo el ejército mandado por Concha.
El resultado de los combates de las Muñecas y Galdames fue la retirada del ejército carlista de aquellas famosas y memorables posiciones de San Pedro Abanto, que habían defendido, bizarramente durante sesenta y siete días, quedando libre el paso á Portugalete y salvado Bilbao.
Merecida admiración causa en todos los que conocen algunos de los hechos de armas de infantería de marina, las proezas de este brillante cuerpo en los campos del Norte y del Centro, su denuedo en Africa, Cochinchina, Santo Domingo y el Callao y su incomparable bizarría en las luchas navales y en los combates terrestres, porque sus soldados han peleado en todos los mares y en das las naciones, adquiriendo lauros inmarcesibles, y abrillantando con un heroísmo sin ejemplo las páginas de oro de la santa, la bendita, la amada patria española.
Nombres grabados con letras de oro, decía en 1882 un notable escritor, en las páginas de nuestra historia, y con caracteres sangrientos en los corazones de una inmensidad de madres que aún esperan á sus hijos, macheteados en Santo Domingo y Cuba, mutilados en Africa, enterrados en las agrestes simas de San Pedro Abanto, ó despedazados en las trincheras de Cantavieja, nos recuerdan los servicios prestados por el cuerpo de infantería de marina en campaña, en donde siempre ha sabido sostener un sitio en la vanguardia del ejército y merecido especiales y justísimas consideraciones por su disciplina, valor é instrucción.
El Sr. Romero y Salas, al tratar de la-infantería de marina en su importante obra La marina militar en España, dice: «La isla de Cuba está de un extremo á otro regada con su sangre. San Pedro Abanto, las Muñecas, Cantavieja... todo el Norte de la Península ha presenciado su heroísmo: la flor de sus oficiales está enterrada en los campos que fueron teatro de la lucha; sus banderas, siempre victoriosas, ostentan con orgullo la corbata de San Fernando: sacrificó constantemente su propio interés al interés de la patria; no retrocedió nunca, jamás retrocederá.»
«He aquí retratado en pocas líneas el cuerpo de infantería de marina; él fue, en lo antiguo, muro en que se estrellaron muchas invasiones y espejo en que se miraban cuantos necesitaban alentarse en el ejemplo: él es hoy recurso á que se apela en ocasiones apuradas, siempre que demanda España de sus hijos abnegación, desinterés y patriotismo. ¿Peligran las Antillas? Pues aún no se ha dado la nación cuenta del peligro, cuando ya van surcando los mares buques que trasportan á la infantería de marina, que voluntariamente se presta á combatir contra la emboscada y contra el clima. Parecen naturalezas de hierro, forjadas de propósito para resistir todas las fatigas y privaciones, y todos los rigores é inclemencias.»
«El soldado de marina tiene la doble misión de pelear en el mar y en la tierra, contrarios elementos á que ha de acomodarse igualmente. Apto para el uno y para el otro, donde quiera que las armas se crucen, allí está para luchar hasta lo último, por que sus antecedentes y su historia le obligan á no ceder.»
. La intrepidez de los soldados de marina en la campaña del Norte, fue objeto de unánimes elogios, de entusiastas alabanzas, de vibrantes y hermosos comentarios. El Consejo Supremo de Marina, con ocasión de un dictamen sobre el pase de los oficiales inútiles para el servicio activo á la escala de reserva, decía lo siguiente: «Pasó este periodo de nuestra historia contemporánea, —Independencia—y vino la guerra civil; guerra desastrosa, en que se batió el padre contra el hijo, el hermano contra el hermano; guerra en que, á la par de la cuestión dinástica, se ventilaba la de principios y régimen político; guerra que tenía tantos alicientes para desunir, no sólo á las corporaciones, sino á las familias, pues en esa guerra hubo una cosa notable, y que honra sobremanera á los batallones de marina: ninguno de sus individuos, desde la clase más elevada á la más baja, figuró en las filas ni adictos del pretendiente, por que todos siguieron fieles y constantes sus invictas banderas, esa enseña de honor que habían jurado.» • •
«Con posterioridad, en el Archipiélago de Pili-pinas, en la campaña dé Santo Domingo, en la de Cuba, y por último, en la reciente de la Península, los batallones de marina se han conducido con arrojo y decisión; y en las jornadas de Somorrostro, las Muñecas," Galdames y otros han demostrado que son dignos descendientes de aquellos bravos militares que concurrieron al glorioso combate naval de Cabo Sicié y enrrojecieron las aguas de Trafalgar; de aquellos que salvaron sus banderas en la derrota de Ocaña, y que fueron los primeros en atravesar el río Bidasoa á la cabeza del ejército aliado del ilustre duque de Ciudad-Rodrigo.»
Los ocho generales que firmaron el brillante dictamen, habían sido testigos, en algunos combates, de la bizarría sin ejemplo de un cuerpo, que tantos laureles conquistó para su patria. Así se comprenden las elocuentes frases del ilustre general D. Víctor Díaz del Rio, dirigidas á sus compañeros de armas, el 16 de Mayo de 1882, en el banquete dado en Ferrol para celebrar la fiesta de San Juan Nepomuceno.
«Por esto se os vé combatir en las cinco partes del mundo, formando unas veces parte de las dotaciones de los buques como en Lepanto, Trafalgar y el Callao, prestando el apoyo de que carecía allá en otros tiempos la armada griega, como peleando con igual arrojo en las Navas de Tolosa, Vad-Rás, Jólo y San Pedro Abanto. Vosotros, señores, convergentes siempre á la voz del deber y del honor, allá vais donde el Rey ó la patria os necesita, muriendo cubiertos de gloria, así sobre la cubierta de los buques en estrecho y reñido abordaje, como Martín Alvarez, ó cargando los cañones de la batería, como" Pons, ó lanzándose, como Herrera, al asalto de una plaza fuerte, ó, como Niño, disparándose así mismo el último tiro de que disponía, por no ceder con vida el puesto que le estaba confiado, ó, como Pardo y Barra, al tomar á viva fuerza atrincheramientos formidables.
Terminada la guerra carlista, el general Rodríguez de Arias, ministro de marina, dirigió al cuerpo una entusiasta comunicación, encareciendo los servicios prestados á la Patria y los heroicos hechos de armas de los batallones de marina.

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