viernes, diciembre 21, 2007

PECADOS DE OMISIÓN

n definitiva, el perfil de Felipe III es el de un rey mediocre, con escasa personalidad, que nunca estuvo a la altura de las exigencias mesiánicas en que se desarrolló el reinado de su padre, que sería su primer crítico con aquellas supuestas palabras que se le atribuyen: “Dios que me ha dado tantos reinos, me ha negado un hijo capaz de regirlos”. Pero los reproches que hoy le hacen los historiadores no inciden en la ausencia de carisma de un rey normal. La sociedad española de 1598 estaba tan saturada de anormalidad y de excesos carismáticos, que las acusaciones se dirigen hacia la dejación de funciones y la total alienación respecto a un personaje como el duque de Lerma, que sobrevivió al Rey en cuatro años y se permitió despreciar altivamente a la justicia, que le amenazaba tras su caída política, con la siguiente frase: “Más temo yo a mis años que a mis enemigos”.
Triste la disyuntiva en que se encontró la sociedad española de 1598. Tras los delirios políticos tremendistas y la espesa metafísica de un rey obsesionado por el poder, la frivolidad banalizadora y la ausencia de proyecto político de un rey obsesionado por el ocio... ¿Qué son preferibles, los excesos de compromisos fuera de la realidad de Felipe II o la ramplonería plana de Felipe III? La opción ciertamente era penosa, pero la alternativa de futuro (Felipe IV) aún fue peor.

No hay comentarios: