elson tiene su primera acción de escuadra en 1795, francamente más tarde que sus compañeros. Mandaba el navío Agamenon, a las órdenes del vicealmirante William Hotham, en el Combate de Hyeres y queda sumamente insatisfecho porque aquél se contentó con hacer dos presas y no a por todas. En adelante es su obsesión.
En el Combate de cabo San Vicente monta el Captain y destaca saltando con el trozo de abordaje, espada en mano, a dos buques españoles, el San José y al San Nicolás, que se rinden. Esta acción, junto con su intervención en Copenhague (1801) a las órdenes de Parker tiene lugar tras dos sublimes desobediencias Calder, también capitán de navío en San Vicente, «hurgando» en la falta de Nelson de acuerdo con las instrucciones generales de escuadra, mereció esta respuesta de Jervis: «Ciertamente fue así, y siempre que usted cometa tal clase de quebranto a sus órdenes, le perdonaré también» . Al parecer no hay constancia de reprobación oficial o privada por parte de Parker.
Seis días después de cabo San Vicente asciende a contralmirante -en su turno por antigüedad-, tras 18 años en el empleo de capitán de navío; tenía 39 años. Por 'este tiempo tiene lugar un bloqueo a Cádiz, en una de cuyas acciones, entre botes armados ingleses y nuestras fuerzas sutiles, salva la vida por la interposición heroica.del patrón de la lancha.
Su primer mando como jefe de escuadra es un pequeño grupo de combate. Como fuerza de desembarco llevaba la reembarcada por el irresistible avance de las fuerzas de Napoleón. Además de llenar la inactividad impuesta con una operación de desembarco limitada en Tenerife, esperaban apresar un convoy de ultramar. El fracaso es tan conocido como el arrojo de Nelson desembarcando con las fuerzas de asalto.
En 1798 se le confía el mando de la escuadra del Mediterráneo, y después del gran desconcierto que le supone la coladera de una flota de invasión de más de 150 velas, tras una búsqueda incierta, la encuentra fondeada en Aboukir. Propio de su tenacidad, ya cerca del ocaso, se atreve a atacar. La varada de su amigo Troubridge, buque más avanzado, no le amedrenta.
Hay una tercera desobediencia --doble- menos conocida. Siendo segundo del vicealmirante Keith, comandante en jefe del Mediterráneo, se niega en dos ocasiones a reforzar Menorca, a la que aquél estimaba en peligro, dando preferencia a las operaciones en apoyo de los reyes de Nápoles.
No contento, escribe al primer Lord dándole sus razones, y de paso –muy deslealmente- reprochando a su jefe el que se le hubiera escapado la combinada en su paso del Estrecho al Atlántico (1801). A la tercera reiteración de Keith, envía a su segundo Duckworth con cuatro navíos sin fuerzas de tierra, que dejó en Nápoles. En otra carta privada al primer Lord, que ha desaprobado su conducta, escribe con toda arrogancia «que no cree que exista ningún oficial de mar que conozca los asuntos de mar y tierra del Mediterráneo mejor que él mismo» . Sin lugar a dudas, fue muy benévolo con Nelson por tratarse del héroe de Aboukir.
En esta etapa desarrolla una intensa actividad de diplomacia armada con una libertad de acción sorprendente. Su única directiva, o mejor en ausencia de aquélla, actuaba a propia iniciativa con una simple intención superior: Inglaterra, Inglaterra e Inglaterra. Tras la rendición de Nápoles, no acepta el armisticio acordado con los rebeldes y ejecuta al comandante en jefe de la Marina republicana, Caraccioio, y 100 más. A decir de tratadistas, en nuestros días difícilmente hubiera escapado de la consideración de crimen de guerra (y para el capitán de navío Foote, que firmó el armisticio).
Como almirante del Canal está a disgusto. Lo encuentra poca cosa para él y tiene que ensayar un zarpazo, que se salda con el fracaso contra las fuerzas sutiles de defensa de Boulogne. Esta acción es la mencionada anteriormente elogiando a Miralles.
En la primavera de 1803 es el comandante en jefe del Mediterráneo. Transcurren dos largos años de vigilancia de la escuadra de Napoleón en Tolón que no de bloqueo, para dar todas las oportunidades al enemigo. En 1804, desanimado, está a punto de pedir su traslado al Almirantazgo.
A primeros de 1805, Villeneuve sale de Tolón y las fragatas inglesas no aciertan a seguirlo. Tras una búsqueda infructuosa por todo el Mediterráneo tiene noticia de que se ha reunido con navíos españoles y navegan a las Indias.
Aún siendo el almirante del Mediterráneo no espera órdenes y sale a la caza, temiendo que las intenciones de Napoleón fueran la toma de Jamaica. Cruza el Atlántico en ambos sentidos en setenta días. Cuando desembarca en Gibraltar, pone pie en tierra por primera vez en dos años. En agosto arría su insignia en el Vicctory surto en Spithead. Estaba muy cansado y deprimido porque ha puesto en peligro a Inglaterra. Ha quebrado la doctrina: en caso de pérdida del enemigo, repliegue al Canal. No obstante, es nombrado comandante en jefe de las fuerzas de bloqueo, iza su insignia en el Vicctory y sale para Cádiz; era el 15 de septiembre 1805.
Desde que llega al golfo de Cádiz, mantiene un dispositivo de vigilancia con fragatas y algunos navíos en primer escalón para protegerlas, mientras otros se avituallan en la bahía de Lagos y Tánger. La destreza para mantener cadenas de comunicación visual era clave para la reunión rápida en cuanto se tuviera noticia de que la combinada daba la vela.
En el Combate de cabo San Vicente monta el Captain y destaca saltando con el trozo de abordaje, espada en mano, a dos buques españoles, el San José y al San Nicolás, que se rinden. Esta acción, junto con su intervención en Copenhague (1801) a las órdenes de Parker tiene lugar tras dos sublimes desobediencias Calder, también capitán de navío en San Vicente, «hurgando» en la falta de Nelson de acuerdo con las instrucciones generales de escuadra, mereció esta respuesta de Jervis: «Ciertamente fue así, y siempre que usted cometa tal clase de quebranto a sus órdenes, le perdonaré también» . Al parecer no hay constancia de reprobación oficial o privada por parte de Parker.
Seis días después de cabo San Vicente asciende a contralmirante -en su turno por antigüedad-, tras 18 años en el empleo de capitán de navío; tenía 39 años. Por 'este tiempo tiene lugar un bloqueo a Cádiz, en una de cuyas acciones, entre botes armados ingleses y nuestras fuerzas sutiles, salva la vida por la interposición heroica.del patrón de la lancha.
Su primer mando como jefe de escuadra es un pequeño grupo de combate. Como fuerza de desembarco llevaba la reembarcada por el irresistible avance de las fuerzas de Napoleón. Además de llenar la inactividad impuesta con una operación de desembarco limitada en Tenerife, esperaban apresar un convoy de ultramar. El fracaso es tan conocido como el arrojo de Nelson desembarcando con las fuerzas de asalto.
En 1798 se le confía el mando de la escuadra del Mediterráneo, y después del gran desconcierto que le supone la coladera de una flota de invasión de más de 150 velas, tras una búsqueda incierta, la encuentra fondeada en Aboukir. Propio de su tenacidad, ya cerca del ocaso, se atreve a atacar. La varada de su amigo Troubridge, buque más avanzado, no le amedrenta.
Hay una tercera desobediencia --doble- menos conocida. Siendo segundo del vicealmirante Keith, comandante en jefe del Mediterráneo, se niega en dos ocasiones a reforzar Menorca, a la que aquél estimaba en peligro, dando preferencia a las operaciones en apoyo de los reyes de Nápoles.
No contento, escribe al primer Lord dándole sus razones, y de paso –muy deslealmente- reprochando a su jefe el que se le hubiera escapado la combinada en su paso del Estrecho al Atlántico (1801). A la tercera reiteración de Keith, envía a su segundo Duckworth con cuatro navíos sin fuerzas de tierra, que dejó en Nápoles. En otra carta privada al primer Lord, que ha desaprobado su conducta, escribe con toda arrogancia «que no cree que exista ningún oficial de mar que conozca los asuntos de mar y tierra del Mediterráneo mejor que él mismo» . Sin lugar a dudas, fue muy benévolo con Nelson por tratarse del héroe de Aboukir.
En esta etapa desarrolla una intensa actividad de diplomacia armada con una libertad de acción sorprendente. Su única directiva, o mejor en ausencia de aquélla, actuaba a propia iniciativa con una simple intención superior: Inglaterra, Inglaterra e Inglaterra. Tras la rendición de Nápoles, no acepta el armisticio acordado con los rebeldes y ejecuta al comandante en jefe de la Marina republicana, Caraccioio, y 100 más. A decir de tratadistas, en nuestros días difícilmente hubiera escapado de la consideración de crimen de guerra (y para el capitán de navío Foote, que firmó el armisticio).
Como almirante del Canal está a disgusto. Lo encuentra poca cosa para él y tiene que ensayar un zarpazo, que se salda con el fracaso contra las fuerzas sutiles de defensa de Boulogne. Esta acción es la mencionada anteriormente elogiando a Miralles.
En la primavera de 1803 es el comandante en jefe del Mediterráneo. Transcurren dos largos años de vigilancia de la escuadra de Napoleón en Tolón que no de bloqueo, para dar todas las oportunidades al enemigo. En 1804, desanimado, está a punto de pedir su traslado al Almirantazgo.
A primeros de 1805, Villeneuve sale de Tolón y las fragatas inglesas no aciertan a seguirlo. Tras una búsqueda infructuosa por todo el Mediterráneo tiene noticia de que se ha reunido con navíos españoles y navegan a las Indias.
Aún siendo el almirante del Mediterráneo no espera órdenes y sale a la caza, temiendo que las intenciones de Napoleón fueran la toma de Jamaica. Cruza el Atlántico en ambos sentidos en setenta días. Cuando desembarca en Gibraltar, pone pie en tierra por primera vez en dos años. En agosto arría su insignia en el Vicctory surto en Spithead. Estaba muy cansado y deprimido porque ha puesto en peligro a Inglaterra. Ha quebrado la doctrina: en caso de pérdida del enemigo, repliegue al Canal. No obstante, es nombrado comandante en jefe de las fuerzas de bloqueo, iza su insignia en el Vicctory y sale para Cádiz; era el 15 de septiembre 1805.
Desde que llega al golfo de Cádiz, mantiene un dispositivo de vigilancia con fragatas y algunos navíos en primer escalón para protegerlas, mientras otros se avituallan en la bahía de Lagos y Tánger. La destreza para mantener cadenas de comunicación visual era clave para la reunión rápida en cuanto se tuviera noticia de que la combinada daba la vela.
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