martes, septiembre 19, 2006

LOS PENADOS

os reclusos en los arsenales de Marina formaban un grupo muy heterogéneo de individuos, integrado por condenados en causas civiles y militares: ladrones, contrabandistas, desertores, etc.; a los que se unían los vagos procedentes de las levas, y los prisioneros capturados en operaciones bélicas al enemigo o en el apresamiento de buques corsarios – éstos últimos, por lo general turcos y berberiscos, recibían la denominación de «moros» y seconsideraban «esclavos del Rey» -.
La documentación y la bibliografía existente nos proporcionan un conocimiento bastante exacto de una realidad dramática en extremo.
En este siglo de claroscuro, el envío a los arsenales de la Armada se consideró - tras el ajusticiamiento - como la más dura condena que a un sujeto pudiera aplicársele. Con el cabello rapado - medida profiláctica y de control-, hacinados en pontones o edificios insalubres y mal ventilados que les servían de cuarteles, descuidados, semidesnudos, subalimentados y sometidos a castigos temibles, galeotes y simples presidiarios representaban una mano de obra sin cualificar, dedicada a las variadas actividades de estos conjuntos industriales, en particular a los trabajos más indeseables-y penosos, que efectuaban durante todos los días de la semana, incluyendo los festivos, en que se ocupaban en labores más livianas. Y de todos, el más temido: la extracción de las aguas en los diques de carenar en seco con bombas de mano, para lo que se destinaba a aquellos que habían cometido los crímenes mayores; actividad en nada comparable «con los demás trabajos ordinarios del arsenal... y es el mayor castigo que puede ponerse a la Humanidad y a los horrendos delitos de los hombres».
Los galeotes se hallaban permanentemente encadenados, y estaban sentenciados a las más duras faenas, que efectuaban bajo la vara de los cómitres, quienes ejercían su vigilancia y autoridad con excesiva dureza. Los simples presidiarios se destinaban a trabajos más moderados y eran dirigidos por capataces.
Como ha estudiado María Rosa Pérez Estévez en su brillante Tesis Doctoral Los vagos en la España del siglo XVIII, las formas de manifestar el descontento los penados en los arsenales fueron variadas: desde formalizar quejas, expresadas de forma pacífica o violenta, cometer públicamente sacrilegios -normalmente escupir la Hostia en el momento de comulgar y pisotearla -, hasta los intentos de amotinamiento y los incendios. Y junto a todo esto, los continuados intentos de fuga.
En La Carraca ocurrió la noche del 8 de mayo de 1743 un incendio pavoroso, que pudo divisarse en la oscuridad de la noche desde los lugares circunvecinos de la bahía y que arruinó buena parte de las instalaciones estables del arsenal, así como cobertizos de madera, evaluándose las perdidas ocurridas en 589.958 reales. El fuego destruyó los siguientes edificios de piedra: Cobertizo para el tablazón, Casa del Contador, Obrador del ampolletero, Obrador del farolero, Obrador del tonelero y motonero, Obrador de los carpinteros de lo blanco, Obrador del tornero y obrador del pintor33.No quedó clarificada la causa del fuego, culpándose al descuido de algún fumador; aunque en la inspección posterior al siniestro se halló una vela de
seboenvuelta enestopa ycolocada entre las rendijas deuna instalación demadera, con su pábilo hacia el exterior, dispuesta para ser prendida. Se trataba sin duda de la práctica del sabotaje por parte de los presidiarios, como respuesta ante su desespero.
En cuanto a las huídas, éstas se veían dificultadas -además de por los estrictos medios de control y vigilancia - por la naturaleza del medio físico sobre el que se asentaba el establecimiento.
Lo más normal para el galeote que lograba desprenderse de las cadenas era encontrar la muerte ahogado en las aguas y terrenos pantanosos circundantes.
También en este islote, los penados tuvieron como actividades ordinarias el empleo en las maestranzas - particularmente los más jóvenes, en quienes se puso una atención principal con el ánimo de redimidos a través del dominio de un oficio -; la extracción de fangos de los caños circundantes, su transporte y terraplenado en las zonas interiores; el traslado de las materias más pesadas, como maderas, arboladuras, cureñas y cañones; la apertura de caños artificiales y demás obras hidráulicas; la limpieza de sentinas y pozas; y el desempeño de algunos oficios complementarios a la actividad industrial general, tales como los de sastrería, zapatería, barbería, etc., que otorgaban una auténtica situación de privilegio a quienes los desarrollaban.
Desnutridos y en un clima tan húmedo e insalubre, los enfermos abundaban entre ellos, siendo asistidos por los servicios sanitarios del arsenal; si bien ni aun en la situación de ingresado en el hospital, los galeotes dejaban de permanecer encadenados. Los informes llegan a hablar incluso de que diariamente diez o doce individuos recibían aquí el viático por la mañana, quienes morían al atardecer.
En septiembre de 1752 se hallaban en el arsenal de La Carraca 643 presidiarios; 478 en marzo de 1765; y 269 en enero de 1771. Los primeros, divididos en muchachos (menores de 18 años) y hombres, estaban distribuídos respectivamente de la manera que sigue:
- fabricantes de lona, 118 y 102.
- fabricantesdejarcia, 100Y4.
- carpinteros de ribera, 69 y 29.
- carpinteros de lo blanco, 7 y 7.
- veleros, 4 y 5.
- faroleros, 1 y l.
- pintores, 1y ninguno.
- herreros, 1y 6.
- cerrajeros, ninguno y 6.
- torneros, 1y 3.
- sin destino, 27 y l5ps.

Cuando en julio de 1787 el bailío Antonio Valdés, Secretario de Estado y del Despacho Universal de Marina, presentaba al de Hacienda, Pedro de Lerena, el presupuesto de su Ministerio para el año que corría, con expresión de los ramos en que debería invertirse, e incluídos los importes de las deudas existentes a fines del año antecedente - con un total general
de 139.072.614 rs. y3 mrs. -, establecía para el Departamento de Cádiz 48.940.956 reales y 24 maravedíes (33.155.213 rs. y 1 mrs. para las obligaciones del año 1787, y los 15.785.743 rs. Y 23 mrs. para satisfacer las deudas del pasado); 47.873.129 rs. y 26 mrs. para el Departamento de Ferrol (38.302.298 rs. y 17 mrs; y 9.570.831 rs. y 9 mrs., respectivamente); y 42.268.527 rs. y 21 mrs. para el Departamento de Cartagena (38.860.089 rs. y 24 mrs.; y 3.398.4~7 ra. y 31 mrs., para lo uno y lo otro), dedicándose - en la partida n° 14 - para presidiarios y vagos 748.679mrs. y 13 mrs. en La Carraca, 435.023 rs. y 30 mrs. en Ferrol, y en Cartagena 2.385.612 rs. y 9 mrs. En total, se destinaban para los penados 3.569.315 rs.; es decir, e12,56 % del presupuesto general de la Marina para 1787, que llega a elevarse hasta el 3,23 % si se atiende únicamente a los 110.317.061 rs. y 4 mrs. del caudal necesario para las atenciones de tal año, al descontarse
los 28.755.012 rs. y 29 mrs. que se adeudaban. Con claridad se destaca el monto destinado para las atenciones de los presidiarios en el arsenal de Levante, que significa el 66,8 del conjunto de la correspondiente partida para los tres arsenales; mientras que el de Ferrol representa el 12,18%, y el correspondiente a Cádiz alcanza casi e12l % del total..

LA BAHÍA DE CÁDIZ

quí las más antiguas instalaciones dedicadas a la construcción naval eran las que contormaban el Real Carenero, Arsenal o Surgidero del Puente de Zuazo con sus almacenes.
Fray Gerónimo de la Concepción trata de ellas en los términos siguientes: «Mas adelante de elrio Guadalete entra otro brago derio, que dizen de S.Pedro ya sus espaldas en un estero la Villa de Puerto Real. Y desde aqui hasta el rio de Zurraque, está poblado de Salinas. Entra luego el Real Carenero, y Almazenes de la Armada, y despues la Villa de Chiclana...».
Salvador Clavijo nos aporta algunos datos relativos alos salarios, señalando que en 1716 el padre capellán que oficiaba la misa, religioso del convento de Puerto Real de la Orden de San Diego, recibía el jornal acostumbrado de un obrero, consistente en 7 1/2 reales. Esta cantidad podía elevarse -dada la cualificación del trabajador- hasta los 10reales; en contraste con lo que se abonaba en los riberas de la costa cantábrica, donde de ordinario no se sobrepasaban los 4 1/2 reales.
Entonces los trabajos de construcción y de rascado de lastre del Real Carenero se complementaban con los aprovisionamientos alimenticios a los buques, efectuados en el molinode FelipeXicaño- bizcocho- y en la Caseríade Fadricas-barricas de carne, tocino, arroz, botijas de vinagre y aceite, etc. -, cuyo depósito se efectuaba en los almacenes que aquí tenían los Colartel.
Las actividades en Puente de Zuazo continuaron a lo largo del siglo XVIII, hasta 1773 cuando ocurrió la quema de su fábrica de jarcia, aunque paulatinamente mermadas conforme se desarrollaban las del Real Arsenal de La Carraca, y fue precisamente en el Real Carenero donde se fabricó el martinete para clavar los pilotes sobre los que se cimentaron los primeros edificios de aquel islote fangoso, cuyas obras se pusieron en manos de una de las más relevantes figuras de la ingeniería militar española, el barcelonés Ignacio Sala, a quien se ordenó pasar a estos arsenales en 1718.

Ya antes de iniciarse la década de los años 20 de la centuria, se constata una actividad naval- aunque débil- en La Carraca así como también en El Puntal; astillero este último en el que - según Rodríguez Villa - se lanzó al agua el navío de 60 cañones «Hércules», cuando Felipe V visitó la bahía de Cádiz en 1729, acompañado de la familia Real.
Fundación de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de San Fernando.

EL GRANADERO MARTÍN ÁLVAREZ

l granadero de la marina Martín Álvarez Galán, nació en el año 1766, hijo de Pedro Álvarez y Benita Galán. Pedro Álvarez era carretero por herencia y sus viajes eran frecuentemente hacia Olivenza y Badajoz acompañando a su padre. Su abuelo llegó a ser sargento en las tropas de Felipe V y en la toma de Badajoz perdió un brazo por un tiro de arcabuz.
Después de haber muerto su padre siguió el hijo haciendo de carretero y en un viaje que volvía de Badajoz se encontró con la noticia que su madre había muerto. Al querer casarse con su pretendida María Gil, hija de Antonio Gil y Nicolás Banklar, descendiente de un alemán del cual había heredado el "Mesón Nuevo de Montemolín", se encontro con que seis días antes la habían casado con Jaime, hijo del molinero.
Martín Álvarez decidió vender sus pocas pertenencias y marcharse a Sevilla para alistarse en el ejército. Así pasó a ser soldado de la Tercera Compañía del Noveno Batallón, hecho que ocurrió el 26 de abril de 1790.
El 16 de septiembre de 1792 embarcó en el navío "Gallardo", que parte hacia el Mediterráneo y después de estar un tiempo en Cartagena salen hacia Barcelona, centro de operaciones para el bloqueo de las costas de Francia, requerido para el asalto de Marsella y Tolón. Cuando llegaron ya habían sido tomadas, poniendo entonces proa hacia las islas de San Antioco y San Pedro, las cuales se las arrebataron a los franceses, siendo este su bautizo de fuego y empezando a dar muestras de su gran coraje y valor. A principios de 1794 figura en la dotación del navío "San Carlos", que salía hacia América, vuelve en 1795 escoltando un convoy.
El 26 de enero de 1796 parte en el "Santa Ana" hacia Cartagena y allí pasa a la guarnición del "Príncipe Asturias" y de nuevo en Cartagena el 1 de febrero de 1797 al "San Nicolás de Bari", un navío de ochenta cañones al mando de D. Tomás Geraldino que iba a Málaga y después desde Cádiz recibir un gran convoy que venía de América. Participando en diversos hechos de armas y servicios, hasta que en enero de 1797 tuvo lugar la Batalla del Cabo San Vicente.
El 14 de febrero cubierta por la niebla la escuadra inglesa, el vigía del "Victory" divisa iluminada por el sol la flota española que navegaba sin orden de batalla y dividía en dos grupos; entablada las hostilidades se ve al "San Nicolás de Bari" abordado por el "Captain" al mando del entonces Comodoro Nelson, se apoderan del navío y en la cubierta del mismo, Nelson va cogiendo los sables de los españoles muertos y entregándoselos a sus oficiales, pero aún quedaba algo por conquistar, sobre toldilla donde se arbola el pabellón español está Martín Álvarez de centinela, el primero que osa llegar hasta él es el Sargento Mayor Willians Norri al cual le propina tal sablazo que lo atraviesa de pecho a espalda clavándolo en la madera del mamparo de un camarote con tal fuerza que no fue capaz de desenganchar el sable, cogió entonces el fusil a modo de maza y mató a un oficial e hirió a dos soldados, después de casi una hora de lucha y por la gran cantidad de sangre perdida por una brecha en la cabeza cae desmayado dándolo los ingleses por muerto; todos los caídos tienen el mismo trato, los lanzan al mar con una bala de cañón atada a los pies, al llegar a Martín Álvarez, Nelson ordena que lo envuelvan en la bandera que con tanto ardor había defendido. Entonces se da cuenta que no había muerto y lo evacuan a un hospital en Lagos, el Algarbe al sur de Portugal. Restablecido viaja por última vez a Montemolín y luego a Sevilla y Cádiz, donde se presentó a su batallón.
Por los méritos recogidos en la batalla, se le quiso como premio ascender a cabo, impidiendo su analfabetismo, aprendió a leer y escribir en pocos meses y fue nombrado cabo el 17 de febrero de 1798 y en agosto de ese mismo año, cabo primero, al poco embarca en el navío "Concepción" y parte hacia Brest (Francia). El 12 de noviembre se izó una bandera encarnada como señal infalible de aLgo extraordinario, e inmediatamente fue comunicada la orden para que toda la guarnición y tripulación del navío formase sobre cubierta, se adelantó al comandante del "concepción" y mandó salir de la formación al Cabo Primero de granaderos Martín Álvarez, se leyó un Decreto Real por el cual se le concedía cuatro escudos mensuales como pensión vitalicia.
Al salir de una guardia resbaló en una escalera, dañándose un pulmón, derivando de tal herida en tuberculosis. Alojado en un hospital especializado en las afueras de Brest, falleciendo el 23 de febrero de 1801, a los 35 años de edad. Por una Real Orden de 1848, se dispuso que hubiera permanentemente un buque en la Armada que se denomina "Martín Álvarez", siendo el primero la goleta "Dolorcitas", pasando a ser el siguiente un guardacostas de primera clase, después un cañonero y luego otro construido en los EE.UU. Actualmente es el buque de desembarco L-12, también de procedencia americana.
El 4 de julio sale otra Real Orden para que su nombre figure constantemente como premio en la nómina de la revista de la Primera Compañía, Primer Batallón, Primer Regimiento, nombrándole el Coronel en la Revista del Comisario. Su sable se encuentra en el Museo Naval de Londres y en Gibraltar hay un cañón con una placa en la que se leen tres hurras: "hip Captain, hip San Nicolás de Bari, hips Martín Álvarez".
En 1938 fue inaugurado un paseo con su estatua al lado de la ermita de Nuestra Señora de la Granada, acudiendo a tal acto el Almirante Bastarreche y una compañía de Guardias Marina de San Fernando, Las placas del monolito están hechas con bronce fundido de viejos cañones, donados por la comandancia de Marina de San Fernando. La iniciación de este monumento se debe a D. Manuel Núñez Aguilar y su construcción a Evaristo Trujillo, conservándose su maqueta en el despacho del Jefe del Departamento de Marina de San Fernando.

LAS MUÑECAS Y GALDAMES

ara salvar á Bilbao, el general Concha resolvió ocupar el formidable paso de las Muñecas, dirigiéndose el 28 de Abril de 1874 la división Echagüe á dar un brioso ataque á las posiciones de la derecha con el fin de tomar el pico de Haya, que domina el puerto de las Muñecas; y el general Martínez Campos, con la división de su mando, marchó hacia las alturas y trincheras establecidas en su izquierda, quedando la división Reyes en reserva.
Sangrienta, tenaz y encarnizada fue la lucha, teniendo el mismo marqués del Duero que auxiliar con su cuartel general y un batallón á Echagüe, tomando parte personal en la acción, decisión heroica que electrizó el ejército y lo impulsó á que en una acometida briosa derrotara al enemigo y .se apoderara de todas sus trincheras. En esta brillante acción se distinguió el primer batallón del regimiento de infantería de marina, que formaba parte de la división Martínez Campos, al atacar las posiciones de la izquierda, donde fue tan porfiada la brega, que hubo trinchera que se tomó y se perdió tres veces, hasta que al fin fue recuperada.
«Aquí, dice un distinguido escritor, también hubo rasgos de valor, cabiéndole la honra de distinguirse con especialidad al batallón de marina que, todo entero, se presentó voluntariamente á atacar la posición mas difícil.» Y el marqués del Duero en el parte al ministro de la Guerra, dice: «También tuvo ocasión de distinguirse en la segunda división, el primer batallón del regimiento de marina, que se prestó voluntariamente para atacar el punto más difícil de la derecha enemiga.»
Fueron los primeros en asaltar la trinchera, el teniente coronel del batallón D. Manuel de Lara y Pazos, que resultó herido, el comandante don Félix Campnebi y nueve soldados de infantería de marina, muriendo gloriosamente al frente de su compañía el capitán D. José Sevillano y Rodríguez. ¡Digna muerte del soldado! Nació para militar, y, como un bravo guerrero, murió ostentando en su pecho hacia muchos años la cruz de los héroes, la cruz de primera clase de San Fernando.

El 30 de Abril de l874, asistió el mismo batallón al combate de Galdames, tomando las alturas de la izquierda, denominadas pico de la Cruz, tras rudísima y heroica lucha, después de cinco horas, y en las que fueron rechazados varias veces por el esforzado Solana al frente de dos compañías del batallón de Cruzados, 4 de Castilla, coronando al fin la referida altura el batallón de marina con Tetuán y Ramales & las doce de la noche.
Cincuenta muertos y más de doscientos heridos, fueron las bajas que tuvo el ejército mandado por Concha.
El resultado de los combates de las Muñecas y Galdames fue la retirada del ejército carlista de aquellas famosas y memorables posiciones de San Pedro Abanto, que habían defendido, bizarramente durante sesenta y siete días, quedando libre el paso á Portugalete y salvado Bilbao.
Merecida admiración causa en todos los que conocen algunos de los hechos de armas de infantería de marina, las proezas de este brillante cuerpo en los campos del Norte y del Centro, su denuedo en Africa, Cochinchina, Santo Domingo y el Callao y su incomparable bizarría en las luchas navales y en los combates terrestres, porque sus soldados han peleado en todos los mares y en das las naciones, adquiriendo lauros inmarcesibles, y abrillantando con un heroísmo sin ejemplo las páginas de oro de la santa, la bendita, la amada patria española.
Nombres grabados con letras de oro, decía en 1882 un notable escritor, en las páginas de nuestra historia, y con caracteres sangrientos en los corazones de una inmensidad de madres que aún esperan á sus hijos, macheteados en Santo Domingo y Cuba, mutilados en Africa, enterrados en las agrestes simas de San Pedro Abanto, ó despedazados en las trincheras de Cantavieja, nos recuerdan los servicios prestados por el cuerpo de infantería de marina en campaña, en donde siempre ha sabido sostener un sitio en la vanguardia del ejército y merecido especiales y justísimas consideraciones por su disciplina, valor é instrucción.
El Sr. Romero y Salas, al tratar de la-infantería de marina en su importante obra La marina militar en España, dice: «La isla de Cuba está de un extremo á otro regada con su sangre. San Pedro Abanto, las Muñecas, Cantavieja... todo el Norte de la Península ha presenciado su heroísmo: la flor de sus oficiales está enterrada en los campos que fueron teatro de la lucha; sus banderas, siempre victoriosas, ostentan con orgullo la corbata de San Fernando: sacrificó constantemente su propio interés al interés de la patria; no retrocedió nunca, jamás retrocederá.»
«He aquí retratado en pocas líneas el cuerpo de infantería de marina; él fue, en lo antiguo, muro en que se estrellaron muchas invasiones y espejo en que se miraban cuantos necesitaban alentarse en el ejemplo: él es hoy recurso á que se apela en ocasiones apuradas, siempre que demanda España de sus hijos abnegación, desinterés y patriotismo. ¿Peligran las Antillas? Pues aún no se ha dado la nación cuenta del peligro, cuando ya van surcando los mares buques que trasportan á la infantería de marina, que voluntariamente se presta á combatir contra la emboscada y contra el clima. Parecen naturalezas de hierro, forjadas de propósito para resistir todas las fatigas y privaciones, y todos los rigores é inclemencias.»
«El soldado de marina tiene la doble misión de pelear en el mar y en la tierra, contrarios elementos á que ha de acomodarse igualmente. Apto para el uno y para el otro, donde quiera que las armas se crucen, allí está para luchar hasta lo último, por que sus antecedentes y su historia le obligan á no ceder.»
. La intrepidez de los soldados de marina en la campaña del Norte, fue objeto de unánimes elogios, de entusiastas alabanzas, de vibrantes y hermosos comentarios. El Consejo Supremo de Marina, con ocasión de un dictamen sobre el pase de los oficiales inútiles para el servicio activo á la escala de reserva, decía lo siguiente: «Pasó este periodo de nuestra historia contemporánea, —Independencia—y vino la guerra civil; guerra desastrosa, en que se batió el padre contra el hijo, el hermano contra el hermano; guerra en que, á la par de la cuestión dinástica, se ventilaba la de principios y régimen político; guerra que tenía tantos alicientes para desunir, no sólo á las corporaciones, sino á las familias, pues en esa guerra hubo una cosa notable, y que honra sobremanera á los batallones de marina: ninguno de sus individuos, desde la clase más elevada á la más baja, figuró en las filas ni adictos del pretendiente, por que todos siguieron fieles y constantes sus invictas banderas, esa enseña de honor que habían jurado.» • •
«Con posterioridad, en el Archipiélago de Pili-pinas, en la campaña dé Santo Domingo, en la de Cuba, y por último, en la reciente de la Península, los batallones de marina se han conducido con arrojo y decisión; y en las jornadas de Somorrostro, las Muñecas," Galdames y otros han demostrado que son dignos descendientes de aquellos bravos militares que concurrieron al glorioso combate naval de Cabo Sicié y enrrojecieron las aguas de Trafalgar; de aquellos que salvaron sus banderas en la derrota de Ocaña, y que fueron los primeros en atravesar el río Bidasoa á la cabeza del ejército aliado del ilustre duque de Ciudad-Rodrigo.»
Los ocho generales que firmaron el brillante dictamen, habían sido testigos, en algunos combates, de la bizarría sin ejemplo de un cuerpo, que tantos laureles conquistó para su patria. Así se comprenden las elocuentes frases del ilustre general D. Víctor Díaz del Rio, dirigidas á sus compañeros de armas, el 16 de Mayo de 1882, en el banquete dado en Ferrol para celebrar la fiesta de San Juan Nepomuceno.
«Por esto se os vé combatir en las cinco partes del mundo, formando unas veces parte de las dotaciones de los buques como en Lepanto, Trafalgar y el Callao, prestando el apoyo de que carecía allá en otros tiempos la armada griega, como peleando con igual arrojo en las Navas de Tolosa, Vad-Rás, Jólo y San Pedro Abanto. Vosotros, señores, convergentes siempre á la voz del deber y del honor, allá vais donde el Rey ó la patria os necesita, muriendo cubiertos de gloria, así sobre la cubierta de los buques en estrecho y reñido abordaje, como Martín Alvarez, ó cargando los cañones de la batería, como" Pons, ó lanzándose, como Herrera, al asalto de una plaza fuerte, ó, como Niño, disparándose así mismo el último tiro de que disponía, por no ceder con vida el puesto que le estaba confiado, ó, como Pardo y Barra, al tomar á viva fuerza atrincheramientos formidables.
Terminada la guerra carlista, el general Rodríguez de Arias, ministro de marina, dirigió al cuerpo una entusiasta comunicación, encareciendo los servicios prestados á la Patria y los heroicos hechos de armas de los batallones de marina.

EL ESCUDO DE SAN FERNANDO

e azur, un puente de tres ojos mazonado de sable, roto por el centro, sobre ondas de azur y plata, sumado de dos columnas dóricas de plata, unidas por una cartela, de la que pende una llave de oro, con la inscripción "1820 Unión y Fuerza 1810". En jefe, un triángulo de oro, resplandeciente de rayos de lo mismo, cargado de un ojo humano, que es símbolo de la divina providencia. Al timbre, corona real abierta.
El puente representa el de Suazo y está partido para indicar el obstáculo opuesto a las tropas francesas en 1810, que no lograron dominar la plaza. Las ondas simbolizan el río de Sancti Petri, y las columnas son las de Hércules, fabuloso conquistador de la Isla. La llave refuerza la idea de inexpugnabilidad, ya expresada por la rotura del puente.

LOS HÉROES RAMA Y CANCELA

LA INFANTERÍA DE MARINA
EN LA ISLA DE CUBA
RAMA-CANCELA,dos soldados héroes de la Infantería de Marina

Copiamos lo siguiente de El Vigilante Español, periódico que se publica en Holguin.

ACTA

los quince dias del mes de diciembre del año mil ochocientos noventa y cinco reunidos los infrascritos en “Piedra Picada” al pie del fuerte Rama-Cancela, para inaugurarlo y bendecirlo, el Ecmo.Gral. de este distrito D. Ramón Echagüe y Méndez Vigo, hizo uso de la palabra en los siguientes términos:
Señores. al hacerme cargo de este tercer distrito en 24 de agosto, uno de mis primeros cuidados fue atender a la conservación de la vía férrea que enlaza a Gibara-Holguin, convencido de su utilidad para el movimiento de tropas y el transporte de los productos de la zona de cultivo de esta feraz comarca, hasta ahora garantido, por resultar infructuosas las tentativas del enemigo, pues no se han interrumpido ni un sólo día las comunicaciones ferroviarias.
“ El haber atravesado Piedra Picada fuerzas enemigas en 5 de junio y encontrarse cerca de este punto la obra más importante de la vía que consiste en el puente de Aguas-Claras, me hicieron encomendar al capitán de Ingenieros militares D. Ramiro Ortiz Zarate, el estudio de la construcción de un fuerte que protegiendo el puente sirviese de defensa y abrigo al soldado.
“Hecho el estudio, presentado el plano, y aprobado el proyecto, faltábame medios para llevarlo a cabo; pero conocedor de los elementos que dispone y de la reputación que goza el Diputado Cortes Excmo. Sr. D. Javier Longoria, dirigirme a él y dicho Sr., secundado por los dignísimos que forman la directiva de la empresa del ferrocarril de Gibara a Holguin, se debe el fuerte fabricado con los materiales facilitados gratuitamente por dicha empresa, dando con ello público testimonio de su patriótico desinterés. A tan noble desprendimiento y eficaz cooperación consigo un voto de gracias.
“Dieron comienzo a mediados del mes de septiembre; las dirigía el primer teniente de ingenieros D. José Espejo, levantándolos a término con no menos celo e inteligencia el Capitán de dicho cuerpo D. Diego Belando Santisteban.
“No aceptando el Excmo. Sr. Gral. en jefe, por su natural modestia, llevase el fuerte su nombre, indicó se le diese el del soldado que más se hubiese distinguido en este distrito.
“Procedí a un detenido estudio y analizando hechos, hallé, que aquí en este sitio, no ha mucho, escribieron con su sangre y sellaron dos valientes con su vida una gloriosa y brillante página digna de conmemorares.
“Dos héroes si, dos héroes, no por desconocidos menos dignos de admiración y recuerdo, dieron aquí su vida; y la sangre por ellos derramada al cubrir de gloria la bandera del segundo de Marina a que prestaron juramento, da prueba del valor, abnegación y desinterés con que el soldado español da su vida por la Patria.
Ya conocéis el hecho, más nos conviene recordarlo para que sirva a los vivos de ejemplo y de ofrenda a los muertos.
El 5 del último mes de junio un puñado de soldados del citado batallón, que distribuidos por parejas custodiaban por este sitio la vía férrea, fueron de improviso atacados por una partida enemiga fuerte de 2000 hombres al mando de Maceo y Rabí. Los soldados José Rama y Antonio Cancela Romero se batieron heroicamente, sosteniendose como centinelas en el puesto que se les confiaba y en el que se les encontró acribillados de heridas de bala y machete; demostrando el número de casquillos desparramados a su lado que conocedores de su deber sabían morir matando. Señores, sobre los muros de este fuerte bien pudiera colocarse una inscripción a semejanza de la que se leía en la tumba de las Termópilas “¡Viajero!¡detente y descubrete!- la tierra que pisas es sagrada.”
Sea de hoy para siempre conocido este fuerte con el nombre Rama-Cancela: nombre de los dos héroes que pertenecieron a un cuerpo cuya historia es tan antigua como brillante; y que siempre comparte con sus compañeros del Ejército las glorias y las fatigas de nuestras campañas: sea este un monumento levantado a su memoria y un baluarte más de la integridad de la Patria, que si hoy se ve combatida por ingratos hijos, posee en cambio otros como los Sres. Longoira y Beola siempre propicios a todo noble intento, coadyuvando a la empresa de pacificación nuestro veterano General en Jefe que personifica y representa las glorias de la Patria.
El Comandante Militar de la plaza de Holguin, Sr. Coronel de Infantería de Marina D. Serafín de la Peña, contestó:
“ Excmo. Sr., Dignísima Junta, Señores jefes, oficiales y tropa ¿Que corazón español no late de entusiasmo ante la solemnidad de este acto? La emoción me embarga y mal me deja expresar lo que deseo y lo que debo decir como Jefe que represento aquí a la Infantería de Marina al honrarse hoy la memoria de dos soldados de este cuerpo.
“ Esta respetable Junta, a quien me dirijo, se aprestó a solicitarlos y recogerlos y a ella debieron tener en auras elocuente manifestación de duelo y cristiana sepultura.
Los nombres que en vida llevaron a la posteridad pasan enaltecidos por la voluntad de nuestro ilustre General en Jefe y de nuestro entusiasta general de distrito, almas privilegiadas y generosas que propició siempre a cuanto puede glorificar al soldado español, tanto honor han tributado a estos mártires del deber, que bastó para llenar sus tumbas y para enaltecer a todos sus compañeros.
Acción tan filantrópica y distinción tan señalada, publicarlas debo, al publicar también mi gratitud profunda en nombre de la Marina, del cuerpo y de las familias de Rama y Cancela.
“Este fuerte, bendecido con tanta solemnidad y erigido por iniciativa de un prestigioso Gral., por el patriótico desinterés de una valiosa empresa y por la inteligencia del ilustrado cuerpo de ingenieros; en este fuerte, cimentado en la tierra que dos héroes regaron con su sangre, desde ahora tremolará bandera de la Patria inmortalizando los nombres de Rama-Cancela al igual que en un buque de la Armada ondea siempre el pabellón español, perpetuando la memoria del soldado Martín Álvarez, último y heroico defensor del navío San Nicolás.
“Soldados: al regresar hoy a la Historia de nuestro valor y disciplina una página tan gloriosa, unid nuestras voces a los de nuestros admiradores y resuenen potentes nuestros gritos de ¡viva España!¡Viva el General en Jefe!¡Viva el general Echagüe!¡Viva la empresa de esta línea férrea!
El Sr. Longoria, con marcada emoción, pide al Sr. Comandante, General se envíe a las madres de los Soldados Rama y Cancela, copia certificada del acta de la inauguración, expresa el deseo de que se le autorice una inscripción pública a favor de dichas familias y pone a disposición del Coronel de Infantería de Marina Sr. Pineda, la cantidad de cien pesos para cada una de aquellas desconsoladas madres.

DEFENSA DE CÁDIZ EN 1823

on la rendición de Cádiz ante las tropas absolutistas, el 3 de octubre de 1823, y la liberación del rey Femando VII, prácticamente termina la guerra entre absolutistas o realistas y liberales o constitucionales, que comenzó unos dos años antes con el levantamiento de partidarios del absolutismo en muchos lugares de España. Los únicos combates importantes de toda la campaña, fueron los que se realizaron en el ataque y defensa de esta plaza. Con esta guerra se inaugura más de un siglo de crueles enfrentamientos civiles entre españoles.

ANTECEDENTES

el l de enero de 1820 Rafael del Riego, comandante de un batallón del Asturias, subleva en Cabezas de San Juan las fuerzas que había allí acampadas, a la espera de ser embarcadas rumbo a América para reforzar al ejercito que defendía las posesiones españolas de los movimientos de independencia. Esta sublevación estuvo instigada desde el principio por agentes al servicio de Inglaterra, entre los que destaca Mendizábal, a través de las logias masónicas dependientes de las inglesas. La política de esta nación era opuesta a la española, apoyando con hombres, armas y dinero la causa de los independentistas americanos, pese a ser oficialmente aliada de España desde 1808. Este levantamiento acabó con la última esperanza de socorro para las fuerzas realistas que en América defendían con heroísmo y unos medios muy escasos el pabellón español en aquellas lejanas tierras.
Este movimiento, que desde el principio revistió un carácter revolucionario copiado de la revolución francesa, triunfó dos meses más tarde. En marzo se proclamó oficialmente la Constitución de Cádiz de 1812, que el rey Fernando VII se vio obligado a jurar. Con ésta sublevación se inicia un periodo denominado "Trienio Liberal" o "Trienio Constitucional", que terminaa en 1823 tras la toma de Cádiz por los "Cien Mil Hijos de San Luis".
Desde un principio los gobiernos liberales tuvieron que hacer frente a la oposición de un amplio sector de la sociedad española que era partidario del absolutismo, oposición que fue en aumento a medida que se radicalizaban los liberales, produciéndose continuos levantamientos realistas, que eran reprimidos con una crueldad solo superada por la de sus oponentes. La situación del rey Fernando VII era similar a la de Luis XVI en la Francia revolucionaria, incluso su vida corrió serio peligro en varias ocasiones. Las distintas facciones liberales estaban enfrentadas entre sí, provocando continuos cambios de gobierno, incluso hubo momentos en que había simultáneamente dos gobiernos de facciones enfrentadas. El desgobierno se manifestaba en todas las ramas de la administración, la política agraria -(la agricultura era la base de la economía española)- y la gestión financiera eran desastrosas. Toda esta situación hacía que los descontentos aumentaran de día en día, nutriendo las filas de los absolutistas y de los que opinaban que la única salida a esta situación era la intervención extranjera.
El rey ante esta situación solicitó la ayuda de las potencias absolutistas que formaban la "Santa Alianza": Francia, Austria, Rusia y Prusia, que en el Congreso de Verona, celebrado entre octubre y noviembre de 1822, acordaron la intervención del ejercito francés para restituir a Fernando VII en sus derechos. La razón de esta intervención no estuvo en un generoso interés por el monarca español, sino por el peligro de contagio a otras naciones europeas del régimen político imperante en España, en el que veían una reedición del revolucionario francés de 1789, y por otra parte pretendia los franceses adquirir un prestigio militar del que carecía el régimen borbónico ante el recuerdo de las hazañas de Napoleón.
A primeros de enero de 1823 las potencias de la Santa Alianza, envían una nota al gobierno de Madrid en la que exigen el cambio de régimen, que es rechazada con energía.
Las distintas facciones liberales abandonan sus luchas internas y se inician los preparativos para hacer frente a la previsible intervención militar extranjera. Ante esta respuesta el rey de Francia, Luis XVIII, anuncia al Parlamento la invasión de España por cien mil soldados franceses, los "Cien Mil Hijos de San Luis".

PRIMERAS OPERACIONES

ante la inminente entrada de los franceses en España, el rey es trasladado a Sevilla el 20 de marzo, con escolta de la milicia nacional de Madrid, poco después le seguían las Cortes.
El 7 de abril de 1823 los "Cien Mil Hijos de San Luis" cruzan los Pirineos, van al mando de Luis Antonio de Borbón, duque de Angulema, heredero de la corona de Francia, que fue nombrado generalísimo del ejercito francés y del de los absolutistas españoles, llevaba como jefe de estado mayor al general Guilleminot, antiguo bonapartista. Son 107.500 hombres, 86.000 de infantería y 21.500 de caballería, con 8o piezas de artillería, organizados en cuatro cuerpos de ejercito y uno más de reserva. Estas fuerzas están divididas en: l división de la guardia real, 11 divisiones de infantería -(una de ellas de españoles al mando del conde de España)- y 6 divisiones de caballería, de las que una era de coraceros. Los jefes de estos cuerpos eran respectivamente los mariscales: Oudinot, conde de Molitor, príncipe de Ho-heniohe, Moncey y de la reserva el general Bordesoulle. Era un ejercito bien instruido, convenientemente equipado y con una moral alta, y a diferencia de los napoleónicos, que hicieron del pillaje, el robo y la violación norma de conducta, los "Cien Mil Hijos de San Luis" se presentaron como libertadores, respetando a la población que les acogió con entusiasmo.
Tres de estos cuerpos y la reserva cruzan por el Bidasoa, al mando directo del duque de Angulema, donde encuentran a doscientos liberales franceses y de otras nacionalidades al mando de Armand Carrel que pretenden disputarle el paso, y que son dispersados a los primeros cañonazos. El cuarto cuerpo de ejercito, con 26.500 hombres, pasa directamente a Cataluña a las ordenes del mariscal Moncey. Nada más cruzar la frontera se unen a los franceses 35.000 absolutistas españoles al mando de los generales Quesada y barón de Eróles, formando el que se llamó "Ejercito de la Fe" que desde meses antes combatía a los liberales, principalmente en Navarra y Cataluña.
Los constitucionales disponían de unos 130.000 hombres, 50.000 en diversas guarniciones y 80.000 como fuerza de maniobra. Estaban distribuidos en los ejércitos de: Aragón —general Ballesteros—, Cataluña —general Espoz y Mina—, Centro —general 0'Donnell, con los generales Castelldosrius, Zayas y Villacampa— y de Asturias y Galicia —general Morillo, con los generales Quiroga, Palarea y Roselló—. El ejercito liberal era de una calidad mediocre, estaba formado en su mayoría por reclutas llamados a filas a toda prisa, mal instruidos y pobremente equipados que por añadidura eran absolutistas en su mayoría, mientras que oficiales y sargentos eran liberales. Solamente eran fiables unas pocas unidades del ejercito permanente y algunas de la milicia nacional, brazo armado del partido constitucional. Como muestra del estado del ejercito sirva un informe, de poco antes de la entrada de las tropas francesas, sobre la fuerza de que constaba la caballería, con arreglo a él el numero de hombres de que debía constar según las plantillas era de 18.018, disponían de menos de la mitad 8.468 y con tan solo 4.680 caballos.
El plan de los liberales era eminentemente defensivo y consistía en resistir en las plazas fuertes, mientras columnas volantes operaban sobre el enemigo amenazando sus comunicaciones, sin empeñarse en combate en toda regla. Se trataba de ganar tiempo para que la población se sublevara contra el invasor francés, como en la pasada guerra de la Independencia, no contaban con que las circunstancias habían cambiado y la mayoría del pueblo en esta ocasión estaba a favor de los franceses, a los que no veían como a invasores, sino libertadores que venían a restablecer el orden y el régimen absolutista del que eran partidarios.
Los constitucionales se retiraban ante el avance de los franceses sin oponer prácticamente resistencia. En ocasiones las unidades se disolvían por efecto de las deserciones, hubo otras en las que se sublevó la tropa y entregaron a su jefe al enemigo, en fin salvo en algunas plazas fuertes no hubo combates dignos de tal nombre.

PREPARATIVOS PARA LA DEFENSA

La entrada del rey en Cádiz tuvo lugar el 15 de junio, disolviéndose la regencia provisional al declarar que la incapacidad del rey hay terminado. Inmediatamente comenzaron los preparativos para defender la isla del León del ataque de los realistas. Se pensaba resistir en Cádiz, considerada inexpugnable por el éxito de la defensa contra las tropas napoleónicas diez años antes, para dar tiempo a que se levantara el pueblo nuevamente contra los franceses y reeditar el éxito de la guerra de la Independencia. No contaban con las sustanciales diferencias que existían ahora respecto a la pasada contienda: en primer lugar la cantidad y calidad de las tropas con que contaban los defensores en 1823 era muy inferior a las de 1810, el dominio del mar en esta ocasión no era de los sitiados sino de los sitiadores y el pueblo español ahora estaba a favor de los franceses.
Las fuerzas liberales se agruparon en el que denominaron "Ejercito de Reserva de la Isla del León" que disponía de unos efectivos útiles para la defensa de unos 11.000 hombres de infantería, algo menos de 400 de caballería, unos 1.000 artilleros y 250 zapadores, de ellos eran del ejercito permanente alrededor de 4.500 y el resto de milicias, de las ultimas solo eran fiables los tres batallones de la milicia nacional de Madrid y un batallón de la de Sevilla, en total unos 1.300 hombres. Estas tropas estaban formadas en gran parte por reclutas incorporados recientemente, que no habían tenido tiempo de recibir la instrucción necesaria, hasta el punto que había unidades que solo eran útiles para servicios de guarnición. El estado de disciplina de algunas unidades no las hacia aptas para estar en el frente y las opiniones políticas de gran parte de los soldados eran más favorables a la causa de los sitiadores que a la de los constitucionales. Las deserciones estaban a la orden del día. Del mando de este ejercito se hizo cargo inicialmente el general don Gaspar de Vigodet.
Inmediatamente se iniciaron los trabajos más urgentes para la puesta en estado de defensa de las fortificaciones utilizadas en el anterior sitio de 1810, y la construcción de alguna nueva. El esquema defensivo utilizado era el mismo prácticamente que el de la Guerra de la Independencia, que tenía como limites en líneas generales: el caño de Sancti Petri, el del Zurraque, el arsenal de la Carraca y el canal del Trocadero en la península de Matagorda.
Como primera medida el día 16 se reforzó la guarnición de San Fernando con cuatro batallones de la milicia activa, que junto con los 2 batallones de la milicia local, tres compañías del regimiento de la Reina y dos del 6° batallón de infantería de marina que ya se encontraban en la plaza, tomaron posiciones en los puntos más importantes del dispositivo defensivo, dando comienzo a la reparación de las fortificaciones. Por otra parte se enviaron hombres y material a la península de Matagorda para establecer la línea del Trocadero, que ya había sido iniciada en 1812 nada más levantar el sitio los franceses, para evitar la repetición de los bombardeos de Cádiz que desde este punto se realizaron en la guerra de la Independencia. El día 17 se enviaron dos destacamentos, uno formado por el tercer escuadrón de artillería a caballo sin piezas y otro por cincuenta caballos de la milicia de Madrid, a cortar los puentes de Arcos, la Cartuja y Puerto de Santa María, así como a destruir el castillo de Santa Catalina de esta ultima población.
La dirección de las obras de la línea de San Fernando se le encargó al teniente coronel de ingenieros don Domingo Rancel. El estado de las obras defensivas era de un total abandono, siendo necesarias en la mayoría de ellas importantes reparaciones, las únicas fortificaciones que en aquel momento disponían de artillería eran las baterías de Urrutia y del Portazgo. En un principio se habilitó lo más urgente para garantizar la seguridad del dispositivo defensivo, para posteriormente perfeccionarlo.
Los absolutistas avanzaban con rapidez para sorprender a los liberales antes de terminar sus preparativos y para impedir la entrada de víveres en Cádiz. En esta guerra, además, el bloqueo por mar impediría la entrada de barcos en la ciudad.
El 19 de junio el mando de la defensa dividió el frente de Cádiz en cuatro zonas, que comprendían: la primera la península de Matagorda con la línea del Trocadero, la segunda la Carraca y las defensas del puente de Zuazo y del Portazgo, la tercera abarcaba desde éste punto hasta Torregorda y la ultima la ciudad de Cádiz y sus defensas inmediatas. Para la defensa de cada una de ellas se asignó una brigada.
Se recibieron noticias el 21 de junio de que el ejercito francés se encontraba en Cabezas de San Juan, cerca de Jerez, y marchaba precedido de los absolutistas españoles que se encontraban ya en esta población, por lo que se activaron los preparativos de la defensa. No llegarían a Puerto Real hasta el día 24, ocupando esta población, el Puerto de Santa Maria y Chiclana y algunas de las baterías utilizadas en el anterior sitio iniciando de inmediato las obras necesarias para su puesta en estado de defensa.
El puerto de Cádiz se encontraba bloqueado por una división naval francesa al mando del contralmirante Hamelin, integrada por un navio, dos fragatas y algunos barcos menores. Los constitucionales carecían de fuerzas navales con que oponérseles, solamente disponían de lanchas armadas con obuses o cañones aptas para operar en los caños y en la bahía y de algunos buques mayores en muy mal estado, por lo que aceleraron la entrada de víveres en la plaza a través del caño de Sancti Petri, antes que el numero de franceses aumentara y fueran capaces de impedirlo. Llegaron a introducir víveres para seis meses.

PRIMERAS OPERACIONES EN TORNO A CADIZ

el primer encuentro entre los bandos opuestos tuvo lugar el mismo día de la llegada de los franceses a Puerto Real, en que desalojaron a una pequeña fuerza constitucional que acudió a ocuparla procedente de la guarnición del Trocadero.
Al día siguiente nombran los constitucionales jefe de las fuerzas de mar y tierra al teniente general de la armada don Cayetano Valdés, que había sido uno de los miembros de la regencia provisional creada al declarar la incapacidad del rey.
Los absolutistas venían al mando del general Borde-soulle con la misión de interceptar las comunicaciones de Cádiz con el interior. Las fuerzas que llegaron en un primer momento se iban incrementando gradualmente con la llegada de nuevas unidades. Ante la presencia cada vez mayor de tropas francesas en Chiclana y sus alrededores, los constitucionales sitúan una reserva en Campo Soto, con objeto de acudir a cualquier punto de la línea que pudiera resultar amenazado.
El 4 de julio los liberales efectúan varios reconocimientos de la línea francesa para conocer la fuerza y situación del enemigo, destruir edificios que pudieran ser de utilidad a los sitiadores y de paso foguear a la tropa, que en su mayoría no había entrado en combate. Partieron los constitucionales desde la batería del Portazgo y desde el Campo de Urrutia. La que partió del Portazgo iba hacia el Molino de Ocio y estaba compuesta por dos compañías de granaderos y otras dos de cazadores de infantería de línea y una de granaderos y otra de cazadores de voluntarios de Madrid, una compañía de caballería y media de zapadores, apoyados por varias lanchas cañoneras que navegaban por los caños. La columna con origen en el Campo de Urrutia estaba formada por el tercer batallón de voluntarios de Madrid y media compañía de zapadores, cruzaron el caño de Sancti Petri en botes hacia la zona de Casas del Coto. En todos los puntos los franceses se retiraron precipitadamente al advertir la presencia de los liberales, por lo que no llegó a establecer contacto ninguna de estas columnas que pudieron hacer las destrucciones convenientes sin ser molestados por el enemigo.

Bibliografía: RISTRE: Revista de Historia Militar de España y Latinoamerica

LA BATALLA DE LOS CASTILLEJOS

n 1.859 los cabileños de Anyera destruyen parte de las obras de defensa de la ciudad y arrancan el escudo de España de la piedra que marcaba el limite del campo español. Este incidente, en realidad de poca importancia, toma naturaleza de "Casus Belli" para España.
En la Peninsula, todos los partidos politicos olvidan sus diferencias para fundirse en un solo frente patriotico. El Congreso entero se levanta al grito de ¡Viva España!, alcanzando el sentimiento de unidad nacional a toda la nacion, que se apresta a vengar la afrenta.
Para financiar la campaña militar que se avecinaba no fue necesario implantar nuevos tributos; desde la Reina que ofrecio sus joyas para sufragar los gastos de guerra hasta el ultimo labriego, toda España se prodiga en actos de patriotismo. Las provincias, ciudades, villas, las corporaciones, el clero y hasta el mas pobre de los españoles se apresuran a ofrecer dinero, viveres y efectos con un sentimiento de dignidad nacional zaherida.
En Ceuta comienzan a concentrarse tropas para el inicio de las operaciones de guerra, bajo el mando principal de los generales Prim y O'Donnel. En un primer momento, las tropas han de abandonar la proteccion del recinto amurallado y salir al campo exterior para tomar las posiciones que dominan la ciudad por el Oeste. En este contexto se producira la Batalla del Serrallo, a escasos tres kilometros de las murallas de Ceuta, que sera un exito total para las tropas españolas, ocupando las posiciones elevadas, asegurandolas y despejando, por tanto, el camino a posteriores avances.
Seguidamente, en el transcurso del avance hacia el interior, tendran lugar la Batalla de los Castillejos y la de Tetuan. Es de recibo mencionar la extraordinaria y heroica actuacion del cuerpo de Voluntarios Catalanes a las ordenes del General Prim, durante las operaciones militares de esta campaña.
Termina la campaña con la firma de la Paz de Wad-Rass por el Sultan de Fez, ampliandose en el tratado los limites territoriales de nuestra ciudad. España no exige del Sultan el reconocimiento de la soberania española sobre Ceuta, toda vez que su adhesion a la corona española era anterior a la propia existencia del Reino de Marruecos y se daba por sentado. Asi, los unicos puntos del tratado haran referencia a los nuevos limites del "Campo Exterior" de la ciudad y a las seguridades dadas a la misma.
Esta campaña sera objeto de abundantes relatos y testimonios, quedando inmortalizada por la pluma de Pedro Antonio de Alarcon y por el pincel de Fortuni.
En nuestra ciudad tambien dejara huellas imborrables. La disposicion de una zona de seguridad, permitira proteger adecuadamente a la poblacion y permitir la expansion de la misma. Los fuertes levantados en las alturas conquistadas (entre ellos, Piniers, Aranguren, Isabel II) pertenecen a este periodo.
Asi mismo, presidiendo la Plaza de Africa, pilar basico de la ciudad, rodeada por la Comandancia General, Asamblea y Santa Iglesia Catedral, se levanta un monumento en recuerdo a los Caidos en la Guerra de Africa de 1.860. Dicho momumento, que cuenta con unos magnificos bajorelieves en bronce rememorando la Batalla de los Castillejos realizados por el escultor Susino, dispone en su base de una cripta en la cual se hallan depositados los restos de una decena de oficiales y soldados muertos heroicamente en esta campaña.