ace pocas fechas, tuvimos la ocasión de disfrutar y sobre todo de transportarnos en el tiempo a través de una serie de conciertos de música antigua que se organizaron en las ciudades de San Fernando y Cádiz, en la primera, en la Iglesia del Carmen y la segunda en el Oratorio de San Felipe Neri.
Los protagonistas que nos deleitaron con sus composiciones recuperadas en el tiempo, estuvieron a cargo del Coro La Stiga, procedente de Salamanca, y el Conjunto Vocal Virelay.
Ambos escenarios, unidos por el concierto mencionado, pero también curiosamente enlazados fraternamente, por haber sido edificios, protagonistas y testigos de la elaboración de la Constitución de 1812, en dónde sus comienzos más incipientes, se gestaron en la Real Isla de León.
Desconozco si estas coincidencias, fueron intencionadas, o no, pero, ambos conciertos, acertaron de pleno, no ya por la significación de los lugares como sedes de las Cortes de 1810, sino porque la acústica en ambos lugares, según los entendidos, gozan de una soberbia adaptación para tal fin.
La música, como dice su definición, es el artede organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios, pero aplicando esta definición de forma particular al significado a los lugares sagrados antes mencionados, me trasladó en el tiempo, los sonidos del bullicio y la lucha de unos valores que posteriormente, se plasmaron en la Carta Magna, y el silencio posterior de un pueblo que vio como su monarca, faltó al juramento de la misma, enrojeciendo las calles de Cádiz y de muchos lugares de España de las entrañas de aquellos que supieron defender tan sagrado texto.
Afortunadamente, en esta ocasión, sólo se trababa de disfrutar de unos conciertos bellísimos sin poder evitar, la reflexión que me suscitó este maravilloso evento.
Los protagonistas que nos deleitaron con sus composiciones recuperadas en el tiempo, estuvieron a cargo del Coro La Stiga, procedente de Salamanca, y el Conjunto Vocal Virelay.
Ambos escenarios, unidos por el concierto mencionado, pero también curiosamente enlazados fraternamente, por haber sido edificios, protagonistas y testigos de la elaboración de la Constitución de 1812, en dónde sus comienzos más incipientes, se gestaron en la Real Isla de León.
Desconozco si estas coincidencias, fueron intencionadas, o no, pero, ambos conciertos, acertaron de pleno, no ya por la significación de los lugares como sedes de las Cortes de 1810, sino porque la acústica en ambos lugares, según los entendidos, gozan de una soberbia adaptación para tal fin.
La música, como dice su definición, es el artede organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y silencios, pero aplicando esta definición de forma particular al significado a los lugares sagrados antes mencionados, me trasladó en el tiempo, los sonidos del bullicio y la lucha de unos valores que posteriormente, se plasmaron en la Carta Magna, y el silencio posterior de un pueblo que vio como su monarca, faltó al juramento de la misma, enrojeciendo las calles de Cádiz y de muchos lugares de España de las entrañas de aquellos que supieron defender tan sagrado texto.
Afortunadamente, en esta ocasión, sólo se trababa de disfrutar de unos conciertos bellísimos sin poder evitar, la reflexión que me suscitó este maravilloso evento.